Donde Se Esconden Las Mariposas

PAULINA Y SUSANA

Las primeras horas del día pasaron con relativa normalidad. A pesar del mensaje en la pizarra, Paulina se concentró en sus clases y trató de ignorar las miradas curiosas de algunos compañeros que habían visto el incidente. Aunque el mensaje había sido borrado, la tensión seguía flotando en el aire.

Durante el recreo, Paulina y Susana se dirigieron al rincón habitual del patio, lejos del bullicio. Se sentaron en el banco bajo un árbol grande, disfrutando de un poco de tranquilidad. Sin embargo, la calma fue interrumpida por la llegada de Ainoa y su grupo.

Ainoa, con su característico aire desafiante, se acercó al banco con una sonrisa desafiante. La mirada de Paulina se encontró con la de ella, y en lugar de bajar la cabeza, se mantuvo firme.

—¡Qué valiente! —comentó Ainoa con sarcasmo—.

¿Decidiste finalmente salir de tu escondite?

Paulina se inclinó hacia adelante, mirándola sin dejarse intimidar.

—No estoy escondida, Ainoa. Solo estoy aquí para disfrutar del recreo.

Susana, a su lado, frunció el ceño.

—¿Qué es lo que quieres, Ainoa?

Ainoa se cruzó de brazos, un gesto que denotaba que no estaba dispuesta a dejar pasar la oportunidad.

—Solo quiero entender qué es lo que te hace pensar que puedes ignorarme y salirte con la tuya. Ese mensaje en la pizarra fue solo un aviso. Si quieres, podemos seguir con esto hasta que aprendas a no menospreciarnos.

Paulina suspiró, sintiendo cómo la rabia comenzaba a burbujear en su interior. No quería que Ainoa la empujara a una confrontación más grande, pero sabía que tenía que defenderse.

—No te estoy menospreciando. Simplemente no tengo tiempo para tus juegos —dijo Paulina con calma—. Si estás buscando una pelea, te sugiero que busques a alguien más. Estoy aquí para aprender y para mis amigos. Eso es todo.

Ainoa soltó una risa burlona, pero antes de que pudiera decir algo más, el timbre sonó, marcando el final del recreo. Paulina se levantó, sintiendo que había hecho lo mejor que podía en esa situación. Con una última mirada decidida a Ainoa, se alejó junto a Susana.

—No puedo creer que lo hayas manejado tan bien —dijo Susana, admirada—. La mayoría de la gente se habría dejado llevar por el enfado.

Paulina sonrió, aunque la tensión en su estómago seguía presente. —Solo intento no dejar que me afecte. Hay cosas más importantes que pelear con Ainoa.

De vuelta en el aula, Paulina se sentó en su pupitre, preparándose para la siguiente clase. Sin embargo, la presencia de Ainoa seguía en su mente.

Sabía que no podían quedarse ahí. Ainoa estaba buscando una reacción, y si Paulina no respondía de la manera que esperaba, probablemente intentaría algo más.

En casa, esa tarde, Paulina se encontró de nuevo en la cocina con su madre. Oriana estaba preparando la cena mientras Paulina le contaba sobre el incidente.

—Hoy, Ainoa intentó provocar una confrontación durante el recreo. No sé qué más puede intentar, pero estoy empezando a cansarme

—dijo Paulina, removiendo la ensalada con más fuerza de la necesaria.

Oriana se detuvo un momento, secándose las manos en un paño.

—A veces, las personas como Ainoa buscan precisamente eso: una reacción. Si les das el poder de afectarte, ganan. Pero si mantienes tu dignidad y te concentras en tus propios objetivos, es probable que se cansen y busquen otra víctima.

Paulina asintió, entendiendo el consejo.

—Lo sé, pero es difícil no dejarse llevar cuando se siente tan personal.

Oriana le sonrió con comprensión.

—Lo sé, cariño. Pero recuerda que tu valor no se mide por cómo reaccionas ante los ataques de los demás, sino por cómo te mantienes fiel a ti misma.

Paulina se sintió reconfortada por las palabras de su madre. Aunque la batalla con Ainoa no había terminado, se dio cuenta de que no estaba sola en esto. La fuerza que necesitaba para seguir adelante estaba en su interior, y con el apoyo de Susana y Oriana, sentía que podía enfrentar lo que viniera.

Esa noche, mientras se preparaba para estudiar para el examen, Paulina decidió no dejar que el drama de Ainoa le quitara el enfoque.

Sabía que había cosas más importantes en las que concentrarse, y estaba determinada a no dejar que los problemas de su compañera de clase le afectaran.

Paulina se sumergió en sus estudios, encontrando consuelo en la rutina y la certeza de que, al final, lo que realmente importaba era su propio bienestar y el respeto que se daba a sí misma.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.