Donde Se Esconden Las Mariposas

MÁS PELIGROSO QUE NUNCA

Por la noche, quedé con Samuel. Después de lo que había pasado esa tarde, necesitaba respuestas, necesitaba entender qué estaba ocurriendo entre nosotros y, sobre todo, qué estaba haciendo él con Fran. Fuimos a cenar a un pequeño restaurante en el centro, un lugar discreto donde las luces tenues y la música suave nos permitían hablar sin ser escuchados.

La cena transcurrió entre conversaciones ligeras.

Había algo en su mirada que no terminaba de descifrar, una mezcla de culpa y deseo que lo hacía aún más impredecible.

Después, fuimos a una discoteca cercana. El ambiente vibrante contrastaba con el torbellino de emociones que me consumía por dentro, pero la música y las luces nos envolvieron, y por un rato, me dejé llevar.

En la pista de baile, las cosas volvieron a descontrolarse. Nos besamos de nuevo, esta vez con más pasión, más urgencia.

Sentí su brazo alrededor de mi cintura, acercándome más a él, y me dejé perder en el momento, como si esos besos pudieran borrar el caos que nos rodeaba.

Pero la calma no duraría mucho. Mientras estábamos sentados en una esquina apartada de la discoteca, Samuel decidió hablar.

Con voz entrecortada, me contó lo que había pasado con Fran en aquel edificio.

—Oriana —empezó, mirando al suelo como si estuviera buscando las palabras—, tengo que decirte algo que no te va a gustar.

Mi corazón se aceleró, y sentí cómo el aire en la discoteca se volvía más denso.

—Fran me buscó hace semanas. Está desesperado, está fuera de control. Y yo... acepté ayudarlo, por dinero, por las deudas. Sé que estuvo mal, pero necesitaba el dinero. Pensé que podría mantenerte fuera de todo esto, pero él no dejó de preguntar por ti, por Paulina. Me metí demasiado en su juego.

Le escuché en silencio, con el pecho apretado, mientras Samuel continuaba.

—Hace un par de días, la situación se salió de control.

Quedamos en un edificio vacío, y la policía nos descubrió. No sé cómo, pero alguien los alertó. Fran huyó, yo me quedé quieto, sin saber qué hacer. No quiero tener nada más que ver con él, pero sé que te he fallado —me dijo, con una expresión de arrepentimiento en su rostro.

Sentí que el mundo a mi alrededor se tambaleaba.

Fran estaba de vuelta en nuestras vidas, más peligroso que nunca, y Samuel, quien siempre había sido mi amigo y mi protector, ahora estaba envuelto en una red de mentiras y traiciones.

No sabía qué decir. Solo sabía que la situación con Fran no había terminado, y que ahora, más que nunca, tenía que proteger a Paulina y salir de este lío antes de que fuera demasiado tarde.

Acariciándole la mejilla con suavidad, lo miré a los ojos, tratando de calmar la tormenta que veía reflejada en su rostro.

—Samuel —le dije, con un susurro lleno de una mezcla de compasión y advertencia—, la policía le pisa los talones a Fran.

Desde que lo denuncié por malos tratos cuando estábamos casados, no ha dejado de estar en el radar de las autoridades.

Sentí cómo se tensaba bajo mi toque, y su respiración se volvió más rápida. Sabía que mis palabras lo afectaban, pero también era consciente de que no podía seguir cubriéndolo. Fran había cruzado demasiadas líneas, y Samuel, aunque por razones distintas, también lo había hecho. Estaba atrapado entre el miedo y la lealtad.

—Lo que estás haciendo no solo te pone en peligro a ti, Samuel. También a mí, a Paulina... —continué, retirando mi mano lentamente, sintiendo el peso de todo lo que estaba en juego—. Si sigues con esto, no hay vuelta atrás.

Lo vi tragar saliva, sus ojos esquivando los míos por un momento, como si estuviera procesando cada palabra. Pero lo que estaba claro, era que la policía no tardaría en dar con Fran, y cuando eso ocurriera, todo explotaría.




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