Donde Se Esconden Las Mariposas

Necesitamos actuar

Paulina sintió una mezcla de alivio y rabia.

El día siguiente, **Mercedes, la directora**, decidió que era hora de aclarar las cosas. Reunió a Paulina y a Oriana en su despacho, donde el aire estaba cargado de tensión. Paulina se sentó, aún sintiendo el eco de las palabras de su madre y la preocupación que la envolvía.

—He estado investigando lo que sucedió —comenzó Mercedes, su tono serio—. Y he descubierto algo importante.

Paulina se inclinó hacia adelante, ansiosa por escuchar.

—Una compañera tuya, **Verónica**, me ha informado de que estaba harta de sufrir acoso por parte de Ainoa —dijo la directora, mirando a Paulina con atención—. Verónica se enteró de un plan que iba dirigido a ti.

El corazón de Paulina latió con fuerza. La revelación era un golpe directo a su pecho.

—¿Acoso? —repitió, su voz temblando. —¿Y qué plan?

—Verónica se sintió incómoda con la situación y decidió hablar. Según ella, **Ainoa había tramado algo para hacerte daño**, y lo que encontró en tu taquilla fue parte de ese plan.

Oriana miró a su hija, su rostro lleno de preocupación, mientras Paulina procesaba la información.

—No puedo creer que Ainoa haya llegado tan lejos —susurró Paulina, su mente llena de imágenes de la chica que siempre había sido cruel con ella—.

Mercedes asintió, comprendiendo el impacto de sus palabras.

—Lo que es más preocupante es que este tipo de comportamiento no se puede tolerar en nuestra escuela. **Necesitamos actuar** para que esto no se repita.

Paulina sintió una mezcla de alivio y rabia. Por fin, alguien estaba escuchando su historia, pero la injusticia seguía pesando en su corazón. **La lucha apenas comenzaba**.

Con su melena blanca como la nieve, Ainoa miraba hacia la ventana de la oficina de la directora, perdida en sus pensamientos.

La luz del sol se filtraba a través del cristal, iluminando su rostro con un brillo casi etéreo, pero su expresión era todo menos serena. Sabía que su mundo estaba a punto de desmoronarse.

En casa, sus padres ya habían recibido la carta de despedida, una notificación que anunciaba su expulsión del instituto. La realidad de la situación comenzaba a calar en ella. Ainoa había jugado con fuego, y ahora las llamas estaban consumiendo todo a su alrededor.

Mientras contemplaba el paisaje escolar, sintió una mezcla de ira y desesperación. La vida que había conocido, llena de poder y control, se desvanecía en un instante. ¿Cómo había podido llegar tan lejos?




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