¿dónde Te Encuentro?

Regreso

Mi cuerpo se sacude de manera suave junto con el movimiento de la mano que se encuentra posada en mi hombro. Gruño en desaprobación a la persona que intenta levantarme.

—Ya levántate.

—No quiero— me cubro por completo con las sábanas y me acomodo como una bolita.

—Alice—gruñe desesperado—, llegarás tarde, levántate.

—Ni siquiera quiero llegar, déjame dormir.

—Arriba, si no te levantas ahora no tendrás tiempo de desayunar— me zarandea con un poco más de fuerza que al principio—. No puedes faltar hoy.

—Mamá no esta, y jamás se enterará. Ya vete y déjame descansar.

—Tienes diecisiete años, no seis. Levántate ahora. Vas a ir de todas formas.

—Es el primer día, déjame.

—Bien, tu lo quisiste— lo escucho alejarse. Me permito acurrucarme mejor contra las almohadas y descansar como se debe.

O al menos eso quisiera.

Dos manos sujetan con fuerza mi cintura y me alzan, me coloca sobre su hombro y sale de la habitación directo a la cocina.

—¡No quiero ir!

—No me importa, mamá quiere que vayas.

—Por lo menos déjame caminar.

—No.

—¡Ya bajame! Puedo caminar sola.

—Sí, lo sé. Al igual que se que caminaras directo a tu cama.

Me baja frente a la mesa que tiene una taza de café y un plato con pequeños pastelitos. Dormir puede esperar.

—Tienes 15 minutos para preparte, te esperaré en la sala, si tardas más iré por ti, asi que apresurate.

Ruedo los ojos, odio cuando se pone responsable.

Tardo solo diez minutos en arreglarme para hoy, es el primer día de clases, y lo odio. Odio tener que levantarme temprano, odio tener que ver todos los días a las mismas personas que solo a veces son soportables y odio tener que arreglarme para no tener que ser el centro de las críticas de las cuales creen que son constructivas pero más bien son destructivas.

Quedo observando mi reflejo y veo más allá de mi figura, me llama intensamente, me incita a quedarme a su lado, a salvarla de la soledad que le espera en las próximas horas, y quien soy yo para negar dicho llamado, solo serán cinco minutos.

Me acurruco en mi cama enliandome por las mantas desordenadas que la cubrían, ¡Es tan cómodo y bonito estar aquí! Cinco minutos y nada más. Cierro los ojos y espero a quedar dormida.

—Tiene que ser una maldita broma— escucho la voz enfadada de mi hermano, odia la impuntualidad—. ¡Joanne levántate de una buena vez y deja de comportarte como una niña!

—Solo cinco minutos.

Aún con los ojos cerrados puedo ver como se pasa las manos por la cara y el pelo por la frustración que siente en este momento.

—Arriba.

—¿Por qué tengo que ir?

—Porque sí. Levántate.

Decido dejar de molestarlo e ir hacia el auto, me sorprendo al encontrar mi mochila con mis cosas dentro. Sinceramente había olvidado que necesitaba una mochila con útiles, los cuales había comprado el día anterior, con cero emoción.

Odio la primera semana de clases, la mayoría de primer curso son nuevos, tanto de secundaria como preparatoria, y tienes que aguantar presentaciones en el auditorio de cada uno de ellos. Cada año se hace una asamble general en donde todos los alumnos asisten para escuchar a obligadas el discurso de bienvenida del director junto con los  demás funcionarios de la institución, y no me refiero solo a tres o cuatro, no, son todos, absolutamente todos los que trabajan aquí. Y no me malinterpreten, esta bien que cada uno tenga su espacio para hablar y hacerse notar, pero es sumamente aburrido, muy aburrido. Siempre, desde que tengo memoria faltaba la primera semana de clases hasta que el año pasado me toco ser presidenta del consejo estudiantil, lo cual implica dar un discurso a todos los nuevos y viejos alumnos de la institución, y por lo tanto implica ir el primer día.

Al bajar del auto solo puedo ver caras nuevas. Me fijo en la hora de mi reloj y veo que solo faltan cinco minutos para el discurso de bienvenida. Antes de salir de casa había recibido un mensaje del director Blake pidiéndome encarecidamente de que guíe a todos los nuevos que estan más que perdidos al auditorio, en serio, lo escribió con esas palabras.

Busco con la mirada un lugar donde pueda subirme para hacerme oir y notar entre todos, encuentro una de las mesas de la cafetería -la cual no se porqué esta aquí afuera, pero lo agradezco- y me paro en ella. Por lo menos conseguí la atención de algunos con el ruido.

Vaya que son muchos.

—¡Escuchen chicos nuevos!— la mayoría se voltea a verme, bien.— ¡Todos los años se hace un discurso de bienvenida en el auditorio, siganme y los llevaré hasta allí!

—¡¿Disculpa pero quién eres?!

Mierda, siempre se me olvida presentarme.

—¡Me llamo Alice Seinfel, y soy presidenta del consejo estudiantil, si necesitan algo solo busquenme!

Bajo de la mesa y voy directo al auditorio con toda una manada de alumnos nuevos siguiendome. Muchos de ellos se presentan y hacen preguntas acerca de las materias, horarios o profesores que tendran, es más que obvio que estan muy nerviosos.

Al llegar les digo que tomen asiento en donde quieran y voy junto a mis amigos, los cuales por suerte me guardaron un lugar a lado suyo.

—¿Te echaron de la cama?— pregunta Sam.

—Prácticamente, sí. No quiero estar aquí—me quejo con un puchero—¿Me despiertas cuando este por hablar?

Asiente con la cabeza, estoy tan feliz ahora.

—Hey Alice— me llama Luke, quien se encuentra a lado de Laila y Tamara, las cuales también se encuentran durmiendo con una almohada, ¿una almohada? Yo también quiero una almohada—. Te traja algo para estar más cómoda—abre su mochila y saca de ella una pequeña almohada con forma de tortuga. Amo a mis amigos.

Me arroja el pequeño animal de peluche, lo tomo y lo coloco en el hombro de Sam. Jamás amé tanto un discurso de bienvenida.

—¡Alice Seinfel!— el grito eufórico de mi nombre seguido de varios aplausos me despierta y me deja desconcertada por un momento.



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En el texto hay: hermanos, aventura, magia

Editado: 28.04.2020

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