Dos corazones y una estrella.

¿Soñara Paco con estrellas idénticas?

No quise enamorarme, fue inevitable. Dijeron 30 millones de personas al mirarte.

Chicago, USA. Agosto 2025

Las alarmas sonaron lejanas y junto a ellas un sin fin de ruidos sin orden ni concierto, el caos sonoro estalló en el preciso momento en que el sueño estaba en su máximo apogeo. Abrió los ojos molesto ya con una mueca de disgusto instalada en la cara, el día había empezado mal... y eso era raro. Solía tener un humor estupendo. Despertarse con ruidos era una de las pocas cosas que a Ulises genuinamente lo molestaban.

Se levantó despacio, desorientado, no lograba pensar, y tampoco ver, sin los lentes era un topo, un adorable topo . Recordó que era el hotel número 56 en el que dormía, la gira que parecía ya eterna había empezado hacía 436 días... A su lado Catriel desparramado cuan largo era, aún roncaba, no conocía nadie con el sueño tan pesado. Entrecerró sus ojos, estupido, le lanzó… Se le tiró encima y lo despertó a besos.

A veces dormían juntos, a veces se besaban, a veces... Su relación al igual que su música, que su vida entera, no entraba en definiciones polvorientas de diccionario. Habían venido al mundo a jugar con otras reglas, las suyas... de momento... Ellos no tenían claro cuáles eran, seguían sus impulsos y hasta ahora les había ido muy bien. Habían tomado varios buenos consejos, se habían juntado con los Iluminati y Reptilianos adecuados y ahora eran dioses del Olimpo que ellos mismos creían haber creado.

Hace 34 hoteles atrás que Paco no podía dormir solo, la cosa se complicaba cuando estaba la mujer de Cato, a ella no le gustaba mucho que fueran siempre tres en la cama. Las noches que no dormía con Catriel, buscaba compañía… Era extremadamente fácil de encontrar, humanos de toda calaña querían estar cerca suyo. No existía persona a esta altura que no los conocieran, que no los desearan, que a él no lo amaran. Era embriagador, a veces podía resultar aterrador.

No se había cansado de los cuerpos esculturales de esas mujeres soñadas, de divas brillantes perfectas fornidas, cuando empezó a explorar cuerpos menos exigentes, edades más dispares, pares, tríos, sentía que ya no importaba. No existía persona a esta altura del partido, del partido que ellos jugaban sobre la tierra, que no los conocieran, que no los desearan. Que a él no lo amaran.

Pasaron velozmente de una fama moderada y respetada, a un lanzamiento a la estratosfera, cosechando admiradores, desde su natal Buenos Aires hasta el lejano Tokio. Se ganaron el público a pulso. Al ritmo del Pop, Jazz, Funk, Disco, Salsa… ¡Qué se yo! Su música, una fusión de ritmos degenerada, mutante. Escapaban de las categorías.

Emanaban una energía magnética, hipnótica. La cual cada uno de sus productores, managers, estilistas, creía que encauzaba, encapsulaba, explotaba, en cada beat, en cada melodía, en cada canción, en cada concierto, en cada aparición, en cada evento. Sin embargo había algo más, algo inacabado. Siempre, con ellos, había algo más.

Los besos por la mañana eran torpes, si los mirabas podrías dudar si se estaban besando o tan solo peleando. Cato se dejaba llevar en esos despertares, no eran los que más le gustaban, pero sabía que algo pasaba, y que Ulises no se lo contaba, aceptó el juego, una vez más como tantas otras.

Los yanquis te tienen complicado Paquirri, logró decir cuando tuvo un respiro. ¿No escuchaste el quilombo?, fueron 5 min insoportables, y vos seguías dormido, replicó Paco casi ofendido. Chicago no es la ciudad más chill, le sonrió pícaro Cato. Paco lo atravesó una vez más con esa mirada de Zoolander, no logró sostenerla ni un segundo sin sonreír, lo besó fugazmente en los labios. Disuelto el símil enojo, el buen humor volvía. Cuando estaban juntos volvía. - Me voy a dar un baño, dijo levantándose de un salto. Catriel suspiró dio media vuelta y siguió durmiendo.

Se sentía seguro solo en sus brazos. No siempre había sido así, hace 35 hoteles atrás algo había pasado. Fue en Benicassim después del concierto de julio, más precisamente en la playa Els Terrers, sentado en el Chiringuito Botavara tomando una Mahou helada - una cerveza- Las tardes libres eran escasas, él quiso salir a caminar entre la gente a recibir su cariño su amor, buscaba explorar nuevos cuerpos.

Aún sentía la adrenalina del show. Los chicos de la banda se habían ido a una Jam organizada de improviso en el centro de la ciudad.

Catriel decidió quedarse a sentir el calor de hogar nómada que le daban las caricias de su señora.

Ulises salió, vestido de Paco. A veces se sentía confuso, la línea entre el personaje y él mismo se desdibuja. Sentía que Ulises era un muchacho lejano que lo miraba con adoración, sentía que algo lo llamaba. Se sacó una decena de fotos con gente que le decía lo bueno que estaba, lo lindo que era. Lo abrazaron fuerte, con violencia sanguínea, y eso ya no le gusto. Rafa, había propuesto un par de guardaespaldas, pensó que quizás no era tan mala idea.

Ya sentado y disfrutando de la cerveza, en medio del tumulto las risas y los halagos, sintió un frío helado entre las piernas, noto que el lugar se silenciaba. Solo escuchaba las olas romper sobre la orilla del mar y las aves graznando. Hacia un segundo estaba rodeado de gente, la pelirroja de turno le decía algo sobre el trago, ¿sobre que? Sacudió la cabeza, seguía sentado en la barra del chiringuito, pero no estaba ahí. De pronto el sonido lo aturde, la gente aparece y la pelirroja lo toca poco sutilmente mientras le habla. Él sabía lo que ella quería. Él sabía, pero ¿quién sabía?. Se vio a sí mismo desde afuera, la mujer de piernas largas, fumando en pipa. Es un mal viaje, se dijo, esta vez el caballito azul se portó mal. Se tentó con su ocurrencia. Empezó a reír a carcajadas, fuertes, sonoras, deshabitadas… la pelirroja lo acompañó indecisa, aunque estaba decidida a que Paco Amoroso sería su próxima conquista. Estaba decidida como las otras 7 mujeres que pululaban alrededor de él.




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