Dos: Fuego

Varaz

Cuando los guardias trajeron a cinco personas todos pensaban que serían espías pero la insignia del magisterio no dejaba duda. La gente que había llegado eran poco más de seiscientas de las cuales ni un tercio sabía combatir. Por suerte tenían bastantes especialistas y artesanos que habían huido con ellos que ya antes vinieron de todas partes del reino. Varaz era una fortaleza inmensa. Muchos la llamaban ciudad pues era más grande que una aldea aunque no era más de una quinta parte de la ciudad de Kaigan. La fortaleza estaba prácticamente destruida y solo algunos edificios de piedra resistían. En poco tiempo habían reconstruido varias casas pero estaban faltos de madera, pues había usado la de dos barcos para las casas y no era prudente destruir el otro.. La forma de acceder desde los barcos era a través de una serie de grúas y poleas de acero que habían sobrevivido al fuego en el pasado. La fortaleza se asentaba en una montaña y un cañón con un río acunaba por el sur a la ciudad. Abajo del cañón había un pequeño embarcadero excavado pero el río era tan profundo y ancho y se movía tan lento que los barcos podían ser amarrados a unos ganchos en las paredes. Antiguamente la gente remontaba el río para llegar a la ciudad donde sus mercancías y pasajeros eran subidos. Normalmente nadie iba allí por ser la ciudad más al norte y los que iban eran bandidos huyendo y gente extraviada. La mayoría de las veces morían en el entorno hostil de la montaña. Mucha de la gente que había llegado estaba enferma y tuvieron que enterrar a dos personas por morir de frío. No podían usar madera para calentarse y Dorn y la gente de Me estaban agotados de calentar las casas. Me, aún no podía hacer magia por haber salvado a su guardia. Él decía que ya le había pasado antes y que el tiempo para que volviera variaba un poco pero Dorn se sentía mal por él. Dorn había puesto algunos soldados, que era el término que le daba ahora pues seguramente habrían sido expulsados de la guardia, en la puerta del puente. Este puente era el único modo de llegar por tierra de manera segura. La puerta podía resistir bien con solo veinte hombres a muchos invasores pero en caso de verse superados les daba tiempo a los defensores a retirarse y avisar a la fortaleza. La muralla de esta estaba llena de agujeros y los muros de piedra blanca tenían zonas negras cuando quitabas las capas de nieve que se formaban. La nieve había sido el mayor reto pues se había quitado tanto el anillo de la torre del homenaje y el camino de pavimentado que empezaba desde la puerta. Las torres estaban coronadas por puntas de teja verde que hacía que la nieve resbalara salvo la del homenaje. Esta torre, como residencia del antiguo señor era formidable y había resistido el paso del tiempo. Grandes sales y altos techos. Dos sótanos aún más fríos que la nieve y la cima estaba descubierta. El suelo se elevaba más por el centro y los desagües eliminaban la nieve que se derretía al sol. La planta baja más otros tres pisos era un reto para calentarlos. Los grandes lienzos y alfombras habían sido robadas o quemadas y la piedra desnuda estaba fría. Una gran parte de la gente residía en esta torre pero podría albergar a todos. Los que no estaban allí preferían vivir solos en casas bajas de madera. Muchos querían crear allí una vida nueva pues la mayoría eran refugiados y otros ganarse la vida en un sitio con menor competencia. La comida y conseguir calor era lo más importante. Allí no podían cultivar pero muchos iban río abajo a pescar y otros cazaban animales salvajes. Los barcos de los elfos estaban cargados con comida pues algunos deseaban establecer una colonia propia en otro lado pero la comida aún racionada duró menos de una semana. La llegada de los forasteros con comida y abrigo fue recibida con mucha gratitud.  Los archimagos explicaron a Dorn que su talento les había llamado la atención y querían estar por allí un tiempo para saber de sus aptitudes. Por un lado le hizo ilusión pero por otro temía que el magisterio quisiera controlarlo. No lo dijeron pero Dorn sabía que también tendrían un ojo en los elfos. La fortaleza tenía dos puertas, una principal que daba al camino y otra que llevaba a las minas un poco más al norte. El pequeño escalón en la montaña donde Varaz estaba fue hecho por los mineros de las minas. Muchos túneles ahuecaban la cordillera en el norte. Había dos materiales principales, el hierro y el oro. Por desgracia el carbón no abundaba. Mucha gente había decidido empezar a excavar más túneles y gracias a contar con un par de mineros de las montañas de sur que habían huido, los trabajos eran un poco más seguros. Dorn no podía prohibirles hacerlo pues no era dueño de nada. Solo le eran fieles los soldados aunque muchos se arrepentían de haber cambiado su vida acomodada por el frío y el hambre. A los dos días, llegaron dos personas más, cosa que preocupaba a Dorn que se extendiera pues no podían seguir manteniendo a más gente. Por suerte era mejor que eso. Los hermanos Quevar habían mandado a un guardia y un mensajero fieles que contaron lo sucedido en la ciudad. Por primera vez en mucho tiempo, los hermanos estaban de acuerdo en lo mismo. Le daban todo el apoyo a Dorn y anunciaban que comerciarían con ellos por hierro. También le daban a Dorn su pésame y se ponían a su servicio para retomar el poder o para colarle en la ciudad. 

 

Los días pasaban fríos. Me seguía dando clases a Dorn pero las dificultades eran considerables. Los enviados del Magisterio eran excesivamente curiosos en las reuniones y encuentros de ellos y además las demostraciones de Me brillaban por su ausencia. Dorn aún así experimentaba por su cuenta y su curiosidad por la piedra azul crecía cada vez que le sacaba más partido. Su nivel de concentración y poder ya era alto de normal y Me le daba mucho margen de mejora pero la piedra que Dorn había llamado lapis multiplicaba su alcance y potencia. El nombre le recordaba a la palabra que usaba Me para llamarla y su azul con destellos blancos le recordaba a las olas y su canto en el puerto. También Quéveras se había ofrecido a enseñarle cosa que Dorn no podía rechazar. Sabía diferenciar bien las enseñanzas que recibía y sus propias conclusiones. Entendía como el fuego de las cosas movía el mundo. El sol daba fuego a las plantas para vivir y obtenían belleza del mundo. Las plantas morían por los animales que se alimentaban eliminando el alma pero dando energía y belleza. Dorn había concluido que se podía no solo controlar el fuego para mover cosas y provocar sucesos. Se podía absorber y redirigir. Mantenía muchas salas calientes gracias a eso pero el esfuerzo era mucho más grande que usarlo de la otra manera. Le gustaba compararlo con el esfuerzo de llevar una tarta con el proceso de prepararla y hornearla; fácil de usar, difícil de hacer. Aun así si se sabía cómo, era más fácil y Dorn lo sabía pues solo tenía que crear un muro fino como el papel en los muros para concentrar todo el calor generado por los demás y los pequeños fuegos de los compañeros de Dorn. También había memorizado largos conjuros que le había enseñado. Él sabía que no eran necesarios si sabias su mecanismo pero seguían siendo útiles pues no lo conocía. Me le ayudaba a ganar resistencia y sus clases de concentración eran tan útiles como las largas frases en idiomas extinguidos y palabras sin sentido. 



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En el texto hay: magia, epica, criaturas magicas fantasia y poderes

Editado: 21.02.2022

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