Dos Simples Tragedias (corregido)

Cap.2=Aquí en mí corazón.

Yo lo miraba sin saber qué decir. ¿Quién era este hombre?

—Disculpe, no estoy segura de haber oído bien. ¿Qué dijo? —pregunté, mirándolo directamente.

Él sonrió con pesadez y miró al frente, como si recordara algo que le provocaba risa.

—Hace mucho tiempo, en un pueblo lejano, había dos jóvenes que se enamoraban cada día más, aunque su amor estaba prohibido. Cada noche se encontraban en secreto en el bosque. Una de esas noches, el más joven trajo un dibujo de un arcoíris —suspiró con una sonrisa—. Se lo mostró al mayor, quien le dio un pequeño beso. Desde entonces, decidieron mostrar al otro los colores de la vida, para que dejara de ser tan monótona...

—¿Quién era el mayor? —pregunté, frunciendo el ceño. Él rió un poco.

—Era yo. El joven era Richard. Nos amábamos profundamente, pero era un secreto... Decidimos separarnos porque él quería venir a la ciudad y yo me negué rotundamente —dijo, mirando el suelo. Yo bajé la mirada, sonriendo mientras me tapaba la cara con las manos.

—Eres... eres esa persona —dije entre sollozos. Él me miró sin comprender.

—Recuerdo que él me hablaba de alguien que le mostró los colores de la vida. Supongo que ese alguien eres tú.

Él me miró un momento, sonrió y comenzó a llorar. Lo abracé y él me abrazó a mí. Perdió al amor de su vida, y no sabía que él hablaba de él como si fuera el recuerdo más bello que tuvo. Entre ellos se mostraron los colores de la vida, y Richard fue feliz con él, a pesar del poco tiempo que pasaron juntos.

Después de abrazarnos, me preguntó si quería ir a comer algo. Acepté, no quería volver a la mansión y estar sola.

Al salir, escuchamos truenos, señal de que se acercaba una tormenta. No sería agradable llegar empapada. Caminamos por la gran iglesia hasta la salida, donde el cielo estaba nublado pero sin lluvia, lo que era un alivio.

Se fue en su auto, diciéndome que nos veríamos en la cafetería favorita de Richard. Supongo que todo me traerá recuerdos de él.

Mientras me dirigía a mi camioneta, comenzó a llover torrencialmente. Corrí y, sin darme cuenta, choqué con alguien.

—Dios, perdón, no me fijé —dijo una joven pelirroja mientras me ayudaba a levantarme. Acomode mi vestido negro y la miré. Sus ojos, verdes como esmeraldas, eran hermosos. Manteníamos el contacto visual mientras nos dábamos cuenta de que estábamos empapadas.

—Bueno, amm... tengo que irme —dijo, apartándose para irse. Asentí y la miré por última vez. Era alta, con una tez blanca como porcelana, ojos verdes y cabello rojizo hasta las caderas... ¡Qué linda!

Fui a mi camioneta, encendí la calefacción, busqué una blusa o unos jeans en mi bolso, y, afortunadamente, encontré algo de ropa seca. Me cambié y me dirigí a la cafetería.

En el camino, vi a una pareja corriendo para refugiarse de la lluvia. El chico era alto y rubio, y la chica un poco más baja y castaña; se reían y maldecían. La bocina de otro auto me sacó de mis pensamientos, así que aceleré y continué hasta la cafetería. Vi el auto de Luka y lo observé buscándome entre las personas.

Bajé del auto y, cuando me vio, levantó su brazo para saludarme. Caminé hasta él y le sonreí.

Esa tarde fue así: charlas interminables, risas sobre las locuras de Richard y Luka, y también algunas lágrimas. Fue reconfortante pasar la tarde con alguien que entendía mi dolor. Antes de separarnos, intercambiamos números. Me dijo que, si necesitaba algo o simplemente quería hablar, podría llamarlo.

Iba de camino a la mansión cuando la lluvia cesó por completo. Al cruzar la reja, vi que todo estaba oscuro. Recordé que, en invierno, Richard solía encender la calefacción o la estufa a leña, lo que hacía que la casa no estuviera fría y estuviera más iluminada.

Subí las inmensas escaleras y, al llegar a la puerta abierta de la habitación de Richard, la abrí lentamente. La habitación aún conservaba su aroma. Me lancé sobre la cama y lloré en sus almohadas.

Pasé toda la noche llorando sin parar, aferrándome a su recuerdo. No quería dejar su habitación, no quería olvidar su aroma, no quería olvidar a mi padre.




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