Dos Simples Tragedias (corregido)

Cap.7=Ira

Estoy corriendo por el pasillo del orfanato, huyendo de la oscuridad que me persigue. La sombra parece querer devorarme. De repente, caigo al suelo de golpe. Miro mis pies, atados con cadenas, y levanto la vista para encontrarme frente a un enorme espejo. Richard aparece detrás de mí.

—Qué mala hija que fuiste —dice mientras me da la espalda. Intento alcanzarlo, pero las cadenas me hacen caer de nuevo. Miro hacia arriba y un enorme balde de agua cae sobre mí, ahogándome.

Despierto sobresaltada, con dificultad para respirar. Estoy bien… estoy bien. Miro hacia la ventana; sigue oscuro. Me levanto y me dirijo a la ducha, necesito un baño urgentemente. Antes de entrar, recibo un correo:

“Estimada Ada Comanov,

Quiero expresarle mis más sinceras condolencias por la muerte de Richard Comanov. Cualquier cosa que necesite, no dude en enviarme un correo.

Le informo que debe acudir con urgencia a la empresa de su padre. Le pediría que pase primero por la oficina del abogado de su padre para discutir lo que está sucediendo aquí.

Cordiales saludos, Abraham Guerra.”

Aunque pensé que el abogado se pondría en contacto conmigo antes, no lo hizo, así que asumí que todo estaba resuelto. No quería enfrentarme a trámites extensos.

Me meto a la ducha y luego le respondo a Abraham que iré. Apenas envié el correo, me arrepiento. Solo quería ver a Emma, ella es la única que mejora mi ánimo. La conozco desde hace poco, pero ya le tengo cariño.

Me baño y, antes de salir del baño, me miro en el espejo. Mi cabello largo llega hasta la cintura. Salgo desnuda y enojada hasta el escritorio, agarro las tijeras y vuelvo al baño. Miro mi cabello, mis ojos, mi nariz. Todo lo odio.

Nunca he tenido baja autoestima; no me siento ni fea ni hermosa, simplemente soy yo, una chica que se siente mal. Corto mi cabello hasta los hombros. A Richard le gustaba mi cabello largo; decía que parecía Rapunzel. Era el cabello que él jamás pudo tener.

Continúo cortando con poca delicadeza. Cuando termino, lloro. A partir de ahora, seré yo, alguien que enfrenta las cosas sola, que trata de descubrir quién es. Soy una completa tragedia.

Me visto para la reunión, eligiendo ropa que refleje mi estado de ánimo. Botas negras, polera negra, lentes de sol, cabello a un lado y abrigo largo de Richard. Salgo de la habitación, bajo las escaleras con cuidado y tomo mis cosas.

Al salir, veo a una pequeña pelirroja en la casa de enfrente, regando flores. Cuando siente mi mirada, gira para mirarme. Le sonrío y ella me devuelve la sonrisa. Se acerca corriendo, con las manos mojadas y sucias.

—Buenos días, Ada —dice con una sonrisa. La miro con ternura, con tierra en la nariz.

—Buenos días, pelirroja —digo, tocando el botón para abrir el portón. Ella observa con ceño fruncido.

—¿Te vas tan rápido? —pregunta con una mirada triste. Esta chica va a matarme de ternura.

—No lo hagas.

—¿Hacer qué?

—Esa cara, como si te doliera que me vaya a otro lugar. Apenas nos conocemos desde hace una semana, no sabemos ni nuestros gustos de helado.

—No me gusta el helado —responde, simple. La miro sorprendida.

—No usas celular y no te gusta el helado. Si no fueras tan linda y tierna, no te hablaría más —digo cruzándome de brazos. Ella se sonroja y baja la cabeza, descalza—. Ve a tu casa y ponte algo en los pies —digo tratando de sonar demandante. Ella sonríe.

—No me gusta, lo siento, odio usar cosas en los pies. Me siento aprisionada —dice con una sonrisa inocente. Estoy por decir algo cuando mi celular suena. Miro quién llama... Número desconocido.

Hago una mueca de amargura antes de contestar. Emma me observa atentamente.

—Diga.

—¿Ada Comanov? —pregunta una voz grave.

—Ella habla.

—Se le necesita urgentemente en la empresa Comanov —dice mientras se escucha un bullicio. Suspiro y miro a Emma.

—Voy para allá —digo con seriedad. Emma esquiva mi mirada y se concentra en el jardín delantero. Su mueca me hace sonreír. Cuelgo la llamada cuando escucho un “okey”.

—Ada, escucha, venía para decirte algo —dice mientras juega con sus dedos. Están helados. Tomo su mano y la caliento con mi aliento. Ella se sonroja aún más. Esto me emociona.

—Debo irme, Emma. Volveré y hablaremos... ¿Bien? —digo mientras abro la puerta del auto. Ella se siente aún sonrojada. Le doy un pequeño beso en la cabeza antes de subirme al auto y salir de la casa.

En el camino, no puedo parar de sonreír. Toco mi corazón; está latiendo rápido. Acabo de besar a Emma. Me detengo al costado de la carretera y grito de emoción: “¿Qué me hiciste, Emma?”

Reanudo el camino hacia la empresa de mi padre. Bajo del auto, me coloco los lentes de sol y veo a los reporteros rodeando la entrada. Un hombre de traje, que parece estar perdiendo la batalla contra los periodistas, me ve llegar y sonríe con orgullo.

Todos los reporteros se giran y corren hacia mí. Me detengo sin saber qué hacer.

—¡¿Eres Ada Comanov?! —pregunta uno.

—¿Tomarás la sucesión de la empresa ahora que tu padre no está? —pregunta otro.

—¡¿Es cierto que tu padre tuvo una aventura con un hombre?! —grita otro.

—¿Qué pasará de ahora en adelante? —preguntan varios a la vez.

Suspirando, me quito los lentes de sol. Todos apuntan sus cámaras, micrófonos, celulares y grabadoras hacia mí.

—Soy Ada Comanov, hija de Richard Comanov, y continuaré con el negocio Comanov sin miedo —digo mientras comienzo a caminar. Los periodistas me siguen, empujándose entre sí.

—Una pregunta más —dice un periodista. Lo miro y asiento. — ¿Es cierto que tu padre tuvo un romance con un hombre cuando era joven?

Pienso en hablar de un pasado que no es mío y del que apenas me enteré.

—Mi padre, hasta su último momento, fue una gran persona con un corazón enorme. No tuvo un "romance", sino las mejores experiencias de su vida con un hombre, a pesar de las críticas —digo con orgullo. Los periodistas asienten. — Ahora, disculpen, tengo una reunión —añado mientras entro en el edificio.




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