Dos Simples Tragedias (corregido)

Cap.15=Locura

Ada

Estamos con Emma en mi cama; ella está acostada sobre mi pecho y yo miro al techo con una sonrisa. Lleva una remera mía que le queda un poco grande.

—Mis padres me dijeron que puedo quedarme lo que quiera contigo.

—¿En serio? —digo levantándome poco a poco. Ella se sienta y me ve con una sonrisa llena de alegría.

—Sí, me lo dijeron el día después de la operación. No sabes lo feliz que me puse al respecto —dice con una gran sonrisa. La tomo por la cintura; ella suelta un grito y empezamos a reír, abrazadas.

—Así que… puedo secuestrarte y nadie se enteraría —bromeo, fingiendo malicia. Ella me mira con cara asustada y se levanta para correr al baño. Voy detrás de ella con una sonrisa, pero al abrir la puerta la encuentro vomitando en el inodoro.

—Emma... ¿Qué sucede? —corro hacia ella y acaricio su espalda. Termina de vomitar y me mira, sus ojos llenos de lágrimas. Poco a poco empiezan a salir con más fuerza, y me abraza. Le beso la frente mientras intento consolarla.

—Perdón… perdón… en serio, perdón —dice con la voz rota, asustada. La entiendo; yo también lo estaría.

—Tranquila, aquí estoy. No temas, siempre estaré para darte un abrazo y consolarte con todo mi amor.

Ella baja la mirada y susurra entre lágrimas:

—No te merezco…

Niego con la cabeza y beso de nuevo su frente.

—Al contrario, amor. Yo no te merezco a ti. Eres lo mejor que me pasó en estos meses. Poco a poco lo superaremos juntas y estaremos bien. No temas, cada día estarás más fuerte y felices como la primera vez que nos vimos… o cuando chocamos en la calle.

Emma sonríe con melancolía.

—Todavía lo recuerdo. Ese día salía del médico, justo cuando me dijeron que tenía cáncer. Luego, cuando te volví a ver, ya tenía el cabello corto. Ese día en la mudanza, Josh me contó que tú estabas viendo por tu ventana hacia nosotros —dice lo último con un toque de timidez. Sabe que no miraba a todos; la miraba a ella.

—No los estaba viendo a todos, te estaba viendo a ti. Y Josh es un buchón, pero a pesar de eso me agrada.

—Él dice que eres rara, y Jared solo le sigue el juego.

Nos reímos juntas. Esa mañana fue mi favorita; no desperté sola, desperté con Emma a mi lado, con esa sonrisa que tanto amo y esos ojos color esmeralda que me dan paz.

—¿Te puedo hacer una pregunta?

—Ya lo estás haciendo —respondo con una risita. Ella se pone seria y suspira.

—Esa noche en la que nos conocimos… ¿por qué vino la ambulancia a tu casa?

Su pregunta me descoloca, pero entiendo su curiosidad. Respiro hondo mientras las imágenes de esa noche vuelven a mi mente.

—Esa noche… —suelto una risilla nerviosa— había pasado dos semanas desde la muerte de mi padre. Me sentía mal, sola… y cuando te vi a ti y a tu familia, mi soledad se hizo insoportable. Entré en pánico, fui hasta el baño, llené la tina y me metí. Quería dejar de sentirme así. Solo quería que todo se apagara… Quería desaparecer. Cuando uno está tan mal, no sabe cómo expresarlo, no sabe cómo pedir ayuda… Así que busqué mi propia solución: la muerte. No creí que nadie extrañaría a alguien como yo… tan rota, tan oscura por dentro.

De mis ojos caen lágrimas, pero me sorprende ver a Emma llorando conmigo.

—Por eso me dijiste que brillaba demasiado.

Asiento, intentando sonreír.

—Sí. Con tu brillo captaste mi atención. Iluminaste mi oscuridad.

—Y tú curaste mis heridas llenas de soledad —dice, uniendo nuestras frentes.

—Las dos hicimos algo por la otra. Qué bien… qué bien se siente amarte —digo sin pensar. Emma abre los ojos y sonríe.

—Es hermoso amarte, Ada.

—Lo mismo digo, pelirroja.

Hace una mueca ante el apodo.

—Qué gusto el tuyo de llamarme así.

—Vamos a desayunar —digo levantándome del suelo y extendiéndole la mano. Emma la toma con confianza.

—Vamos.

Bajamos las escaleras y entramos a la cocina.

—¿Qué quieres desayunar? —Ella piensa un rato y sonríe con malicia.

—Waffles con mantequilla de maní.

Hago una mueca de asco.

—Sabía que eras rara, pero no tanto, pelirroja.

—No soy rara, soy especial, gruñona. Además, es mi desayuno favorito. Suena asqueroso, pero es delicioso.

—Te dejaré prepararlo, maestra.

Me corro a un lado y me siento en una de las butacas mientras ella empieza a sacar los ingredientes.

—Oye…

—No interrumpas a la maestra —dice, concentrada. Levanto las manos en señal de rendición y vuelvo a observarla.

—Primero ponemos un waffle, luego mantequilla de maní, después otro waffle, más mantequilla, y finalmente el último waffle.

Me muestra el plato con una gran sonrisa. Yo hago una mueca de nuevo.

—Solo tomaré un té, pero gracias.

—Oh no, tú comerás esta bola de grasa conmigo, te guste o no.

Me rindo ante su mirada de cachorrito.

—Okey, lo comeré.

Corremos hasta el comedor y deja el plato para nosotras dos. Me siento y miro la "bola de grasa".

¿Cuántas calorías tendrá esto?
¿En serio tengo que comerlo?
Ni siquiera me gusta la mantequilla de maní…

Emma me pasa el tenedor y el cuchillo, esperando que lo pruebe, pero justo en ese momento tocan el timbre. Qué alivio.

—Voy a ver quién es —digo levantándome rápido. Abro la puerta y veo a Josh temblando y a Jared a su lado.

—Hola —dice Josh con una sonrisa temblorosa. Está nevando afuera.

—Entren que hace frío —digo haciéndome a un lado. Ellos entran agradecidos.

—¿Emma? —pregunta Josh. Señalo hacia el comedor y corren hacia ella.

—¿Qué hacen aquí? —pregunta Emma, desconcertada.

—Venimos a visitarte. No te vemos desde ayer y ya te extrañamos, hermanita —dice Jared con una sonrisa inocente. Todos lo miramos sin creerle. Claramente, quiere algo.

—¿Qué pasó? —pregunta Emma, sospechosa. Ellos se miran y se tiran al suelo.

—¡Por favor, ve a casa! ¡Hay una araña en el refrigerador y nos da miedo abrirlo! Mamá y papá se fueron al hospital —dicen al unísono. Nosotras nos miramos y nos reímos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.