Miro las gotas de lluvia a través de la ventana atentamente desde el asiento del vehículo; algunas de ellas están quietas; otras se dejan resbalar, perdiéndose poco a poco hasta diluirse por completo.
Minuciosamente, sigo el movimiento de cada una con mi índice derecho, trazando garabatos en la ventana empañada por el calor que se emana dentro del jeep.
Esta decisión de... volver al que era mi hogar, después de cinco largos años es abrumadora. No me mal interpreten; Claro que extrañaba este lugar, después de todo... nací. viví. he hice amigos aquí por doce años; fue lamentable irse a un lugar ignoto y nuevo a su vez. Pero en esos cinco años en la ciudad, también logré hacer una vida; amigos, fiestas, preparatoria, muchos hobbies, más fiestas... je, je. Incluso, llegué a tener novio.
Sip. Dejé en la ciudad, la mayor parte de mi adolescencia.
Cuando mis padres me dieron la noticia; quedé totalmente descolocada; sabía de antemano que algún día volveríamos, e iba a ser permanente, pero no pensé quesería, tan pronto; quizás, después de acabar la escuela secundaria; pero notan... pronto, y aunque solo faltaba un año para acabarla..., ese era mí año. MÍ, puto año. –suspiro muy agotada tan solo recordarlo– En fin..., ya estaba grandecita como para hacer dramas, así que me lo tomé de la mejor manera, tratando de asimilar lo que se vendría y también, lo que me perdía. Mhm.
A quién, engaño.
Reaccioné de la peor manera, de la que alguien en este mundo podría reaccionar cuando te enteras que vas a dejar... quizás la mejor parte de tu vida atrás...; literalmente, me alteré. Cometieron la estupidez de dar la noticia mientras cenábamos, tenía hambre –grave error. Nunca, subestimes a un estómago hambriento, y menos, cuando le malogras la comida– tiré del mantel de la mesa ocasionando que los platos, vasos, cubiertos y la comida salieran volando, quebrándose en el suelo; vociferé maldiciones a mis padres y hermanos, quienes me miraban con horror mi comportamiento, Ja. Pero esto no quedo impune. Claro que no. Me castigaron ni bien había terminado mi escenita; ahora era la encargada de limpiar el sótano; aquél que, por cierto, nunca entré en toda mi niñez... por miedo a que algún maldito monstruo saliera y devorara –me avergüenzo de mí misma y esos pensamientos infantiles, en esos momentos. Pero oigan solo era una niña. – Debe de estar muuuy sucio haya abajo.
Bajo del jeep. Y de inmediato, siento la piel de mis mejillas erizarse ante el contacto del frío, y las gotas de lluvia que caen pausadamente. Me dirijo con desgano hacia la parte trasera, para sacar las maletas –que, por cierto. Están muy pesadas las desgraciadas– Cuando al fin, consigo ponerlas al piso; las arrastro hacia la entrada del no tan... desconocido y familiar hogar, pasando por un costado del camión de mudanza, donde papá conversa con los trabajadores amenamente.
La residencia, no cambiado del todo; por fuera sigue teniendo ese aspecto antiguo, pero elegante; y por dentro... luce moderna y limpia, como si nunca nos hubiéramos ido. Por un momento me alberga la felicidad al ver todo perfectamente pulcro, me lleva a pensar qué quizás... el sótano también lo está. Dejo las maletas en la sala de estar, par ir corriendo directamente hacia allí. Me llevo una gran decepción cuando prendo el foco –notablemente desgastado. Ya que parpadea, tantas veces, que daba la impresión, que en cualquier momento este dejaría de funcionar– Está completamente sucio, y fuera de lugar con el resto de la casa. Telarañas gigantes colgando por el techo, ratones caminando por los rincones; papeles, libros, cajas, y demás cosas botadas por doquier. No me sorprendería que, al limpiarlo, encontrase un cadáver; y al ordenar los documentos algún caso sin resolver, como en las películas y series; o quizás pórticos secretos que me lleven a Hogwarts, y así librarme de limpiar esta mierda.
Decidido. Limpiaré el asqueroso sótano antes de la cena. Claramente había mucho trabajo que hacer –Regreso a la sala de estar, para llevar las maletas a mi habitación–al entrar observo que está igual a cuando me fui; paredes tapizadas color crema, el piso de madera recientemente pulido, una distinguida lámpara colgante en el centro del techo, mi ventana cubierta por cortinas muy elegantes para mi gusto; todo en esta pieza resalta finura. Finura que no encaja para nada conmigo; no soy fan de los trajes de gala; y mi manera de ser... no precisa el prototipo de una señorita sofisticada (suelo ser insolente, sarcástica, temperamental, agresiva, a veces apática); todas esas características me hacen como persona.
Todo está, tan... aburrido por acá; que me dispongo a salir a recorrer la zona, no sin antes avisar que saldré, claro. Seré una rebelde sin causa, pero mi sentido común para los castigos me permite no saltarme es norma.
Observo todo mi entorno, y nada ha cambiado en estos años. El lugar, siempre tubo el contexto de alguna época medieval; como si este se negara a seguir avanzando en el tiempo y eligiera estancarse en el pasado. Quizás, ese sea el motivo por el cual se me haga fascinante. Las casas no son para nada urbanas, algunos son enormes con un aspecto pulcro y sofisticado, donde vivirían personas de la antigua nobleza; también destacan viviendas medianas y pequeñas con el mismo toque elegante. –me adentro al centro de la cuidad, donde hay mucha gente caminado por doquier– Todo aquello poblado por personas comunes... Sí. comunes, gente con ropa común, y no trajes de etiqueta; autos comunes y no carruajes con caballos; tiendas comunes abarrotadas de comida y ropa, y no... ambulantes que te la ofrezcan a cambio de una joya u oro. El centro de la ciudad, es donde más desencaja con el ambiente; es gracioso esa mezcla de medieval y moderno que emite cuando es visualizada.
Comparado con la residencia; que es la única casa en medio de tantos árboles y pastizales frondosos, donde está normalmente oscuro a estas horas, y en su mayoría solo se escucha el sonido de la naturaleza. En el centro las luces, ya están encendidas y la bulla es de las personas y autos que deambulan por el lugar.