Drac ©

1

 

DRAC ©
Capítulo 1

 

—No te pregunté Drac,  fue una órden.

Esboce una sonrisa de lado pregúntandome que mierda se creía este imbécil.

—Yo tampoco te pregunté, fue una afirmación.

Los labios de Derek se juntaron y su mirada delataba ahora lo furioso que estaba. Derek asintió con su cabeza y tomó las llaves de su coche que estaban encima del sillón.

—Te espero allí hasta al medio día.

Fue lo último que dijó antes de marcharse. Mirando hacia la puerta, tomé un cigarrillo y lo encendí para contener el humo en mi boca y luego soltarlo.

—Te espero allí hasta el medio día — le imite de mal humor —imbécil.

Después de pensarlo y pensarlo,  apagué el cigarrillo y lo arrojé en el cenicero encima de la mesa. Me coloque mi chaqueta y tomé las llaves de mi auto para obdecer al imbécil de Derek. Sin más preámbulos conduje hasta la oficina de Derek, era nueva por lo tanto no la había visto antes, el muy cabrón tiene dinero para comprarse un maldito edificio pero aún así no tiene dinero para pagarme el último trabajo que hice para él. El lugar se veía elegante, si no conociera tanto a Derek diría que el dueño de un edificio así debe ser alguién elegante y inteligente, claro, no es que Derek no lo sea, sin embargo, para las personas que lo conocen bien sabrán que este efectivamente no es su estilo.

El reflejo de mi rostro destellaba en el suelo de madera, el edificio estaba prácticamente elaborado de vidrio, todo estaba perfectamente bien hasta que una chica con un uniforme extremadamente ridículo se cruzó en mi camino impidiéndome avanzar.

Sus ojos de fijaron en los míos, lo cual me provocó unas inmensas ganas de ahorcarla con mis propias manos, odiaba que me miraran a los ojos. La rubia intentó decir algo pero sus palabras quedaron atoradas en su garganta.

—No... No puede pasar sin una autorización—dijo ella con cierto temor.

La observé sin pronunciar ni una sola palabra mientras mis dedos me dolían por mantenerse tanto tiempo en puños, si no es por la voz de Derek que me hace detenerme la hubiera matado.

—Clara, déjalo pasar.

La rubia se intentó mover pero terminó cayéndose al suelo de madera, sus ojos se fijaron en los míos esperando por una ayuda que nunca llegó, al menos no de mi parte. Pasé por su lado sin mirar atrás hasta alcanzar a Derek, quien negaba con la cabeza. Ambos subimos por el ascensor.

—¿Te costaba tanto ayudarle?

Junté mis labios en una línea recta.

—Por favor Derek, asesino a personas todos los días, ¿crees que me importa si una rubia tonta se cae?

Derek iba a responder pero las puertas del ascensor se abrieron indicandonos que habíamos llegado al piso correcto. Caminamos a través del largo vestíbulo hasta llegar a su oficina. Lo primero que hice al entrar fue sentarme frente a su escritorio y sacar un cigarrillo del bolsillo de mi chaqueta.

—No se puede fumar aquí, Drac.

Le dí una calada profunda a mi cigarrillo sintiendo como el humo se expandía a través de mis pulmones para luego liberarlo. Apague el cigarrillo con las yemas de mis dedos y lo arrojé en el suelo.

Derek me advirtió con su mirada de que no debí haber hecho tal cosa pero simplemente me crucé de brazos como respuesta. Ya esto me estaba aburriendo, jamás paso tanto tiempo en el mismo lugar. Derek se sentó frente a mi,  su silla era mas alta que la mía aunque en estatura éramos prácticamente iguales, ahora el lucía mas alto.

—¿Qué sabes sobre Robert Sullivan?

Su voz sonaba firme e incluso parecía que guardara rencor en ella, pero no le presté mucha atención, el es así, odia a casí todo el país.

¿Qué se sobre Robert Sullivan?

¿Quién mierda es Robert Sullivan?

Abrí mi boca pero luego la volví a cerrar, no conocía a ese cabrón. 
—¿Recuerdas que te conté sobre un imbécil que estaba metiendo sus narices en la base de California?

Asentí, pero en realidad no le presté mucha atención ese día.

—Necesito que lo evalues y luego que lo borres del mapa.

—No lo haré.

Mi respuesta parece confundirlo, puesto a que una arruga se formó entre sus cejas.

—¿Bromeas?

Niego lentamente con mi cabeza mientras juego con su bolígrafo dorado entre mis dedos.

—Yo nunca bromeo, Derek.

Su mandíbula se tensa. Su cuerpo se aferra a la silla mientras intenta calmarse,  aún así, no me inmuta ni un poco.

—¿Qué quieres?

Doblo mi cabeza a un costado mientras lo pienso.

—Que dupliques la suma.

Mi respuesta lo ha cabreado, pero si me conoce bien sabe que lo mejor es calmarse.

—Esta bién.

—¡Oh! ¿Pensaste que era todo?

Sus manos se aprietan en puños.

—¡Joder Drac, termina de una jodida vez!




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