Drac ©

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DRAC©
Capítulo 2

AMBER SULLIVAN

Mi pecho subía y bajaba con gran velocidad, mi respiración era irregular y mi corazón latía a la velocidad de un vértigo. Su boca contra mi oído, un escalofrío me recorrió el cuerpo entero. El aliento cálido de su voz hacía que los vellos de mi piel se erizaran. Finalmente sus ojos aceitunados observándome directamente a los ojos.

Mas te vale aprovechar esta segunda oportunidad.

—¡Amber!—Marine, mi psicóloga me observó con preocupación—¿Estás bien, Amber?

La observé durante unos segundos. Mi inconciente trataba siempre de transportarme a aquél recuerdo. Aquella noche en la que un asesino acabó con la vida de mi padre y en gran parte con la mía.

Asentí con mi cabeza torpemente mientras mi respiración se iba calmando.

—Lo estoy.

Marine achicó sus ojos mirándome acusadora.

—¿Segura que no viste nada esa noche?

Tragué grueso sientiendo un hueco en mi estómago.

—Completamente.

Tomé mis cosas que se encontraban encima del pequeño sofá frente su escritorio. Moví mis pies con gran torpeza y salí de su oficina decorada en tonos pasteles.

Hace un año llegué a esta ciudad con la esperanza de cambiar mi vida, pensando que con mi padre sería completamente feliz, pero esa misma noche un incidente nos separó. Mejor dicho, un asesinó. Mamá y yo habíamos acordado en quedarnos en la ciudad durante un año, solamente un año por si habían noticias sobre la persona que asesinó a mi padre. Pero claramente fue mayor el tiempo que perdimos que las noticias que nos llegaron, finalmente el caso se cerró con el asunto de que no habían logrado descifrar el caso y habían casos más importante y aunque mi declaración no sirvió para nada, tenía la esperanza de que encontrarían al asesino de mi padre.

Cada noche de mi vida despierto sudando y hiperventilando tras una serie de sueños o mejor dicho, recuerdos. Mi mente constantemente viajá hasta aquel recuerdo, haciendo que algo en mi pecho se encoja. Decir que lo había superado, era una gran mentira. Sin embargo, intentaba superarlo yendo a terapias con una psicóloga.

Desafortunadamente mi madre no era de esas personas que saben dar palabras de aliento. Ella y mi padre se habían separado hace muchísimo tiempo y ella se encargaba de recordármelo con palabras frías y duras. Cuando llegué a mi apartamento, Max me saludó como de costumbre, mi guardaespaldas. Escuché los gritos de Hachi desde la puerta. Tan pronto abrí la puerta, Hachi se abalanzó entre mis brazos lamiendo mi rostro.

—Basta Hachi—lo reprendió mi madre, observándonos con cara de pocos amigos.

La miré mal mientras dejaba mis cosas encima del sofá.

—¿Estás conciente de que mañana nos regresamos a Londres?—inquirió mi madre con una postura fría como el hielo.

Asentí con mi cabeza pero realmente no quería irme. No quería seguir huyendo ante cada situación en mi vida, así que había decidido inscribirme en el Instituto Copege, junto a mi mejor amiga Barbara. Ella había estado contándome de lo maravilloso del instituto, así que la idea se había instalado en mi cabeza. Además, la amenaza de aquél asesino me tenía sin cuidado, era una ciudad gigantesca, seguro jamás nos encontraríamos.

—Hablando de eso, mamá—murmure mientras tomaba a Hachi entre mis brazos—Quiero quedarme.

Mi madre me observó con esa mirada que significa "¿estás bromeando, cierto? ".

—¿Qué estás diciendo, Amberlee Sullivan?—su tono de voz era acusador y suspicaz.

—Que no quiero volver a Londres.

—¿Por qué?—preguntó anonadada al borde del enojo porque por milésima vez hacía algo que ella no quería.

—Porque no quiero—dejé de jugar con Hachi y la observé—No quiero pasar toda mi vida huyendo de una amenaza vaga.

—Pero...

—Fin de la discusión, madre. No quiero ser una cobarde el resto de mi vida—dejé salir un suspiro cansado de mi boca—No quiero ser como tú.

La mandíbula de mi madre se tensó, pero finalmente tomé una decisión. Tampoco era fácil para mi quedarme en la ciudad en la que han asesinado a mi padre, pero debía enfrentarlo de una vez.

En la mañana mamá esperaba junto a sus maletas y a Hachi afuera del edificio. Abracé a Hachi quien no se separaba de mi, me ponía muy triste despedirme de alguien a quien tanto amaba...me refiero a Hachi.

—¿En serio tienes que llavartelo? 
Mamá dejó salir un suspiro.

—Claro—me observó con su cara de culo usual—¿Prefieres que lo maten como a un perro al igual que hicieron con tu padre?

Tragué grueso tapando las peludas orejas de Hachi. Asentí con mi cabeza. A los pocos minutos llegó el taxi que los llevaría al aeropuerto.

—Adiós, mi amor hermoso—abracé a Hachi y éste me lamió el rostro—Adiós, mamá.




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