DRAC©
Capítulo 8
No pude dormir esa noche, juntaba mis párpados pero mi mente seguía pensando e imaginando cosas que no quería. Cuando decidí levantarme, mí teléfono empezó a sonar, lo tomé entre mis manos viendo un número desconocido ante mis ojos finalmente contesté.
—¿Hola?
No escuché una respuesta, así que volví a preguntar pero finalmente nadie contestó. Apagué el teléfono, me dí una ducha y me coloqué ropa abrigada. Últimamente el frío era insoportable. Decidí ir al hospital para ver cómo estaba Gael. Observé a Max afuera de mi apartamento pero no traía su uniforme lo cual me resultó extraño.
—Hola, Max—lo saludé, sus ojos azulados que me recordaban a un niño pequeño me observaron temerarios—¿Sucede algo?
—Si—giró su rostro a un costado—Ya no trabajamos para usted—concluyó el jóven.
Una arruga se formó entre mis cejas.
—¿De qué estás hablando, Max?
Max colocó la mano en su nuca con nerviosismo.
—Su madre, ha dado la órden. Lo siento mucho señorita Sullivan—me observó durante unos largos minutos en los cuales permanecí en silencio—Cuídese mucho.
Lo observé irse a través del ascensor. Nada de esto tenía sentido, pero ya lo hablaría con mamá. Tomé un taxi hasta el hospital, en la sala de espera me tropecé con Thomas, al verme, me envolvió en un cálido abrazo. Olía bien, supuse que había tomado tiempo para ir a su casa y darse una ducha.
—¿Cómo esta Gael?—le pregunté cuando dejó de abrazarme.
—Esta estable, solo lo vendaron y tendrá que guardar reposo pero nada más—contestó, sentándose en una de las sillas del lugar.
Asentí con mi cabeza mientras me sentaba a su lado.
—¿Y Barbara?
—Se acaba de ir—indicó—¿estás bien?
Lo miré, asintiendo con mi cabeza. La verdad no me sentía bien, tenía tantas cosas rodando por mi cabeza, sentía un nudo en mi garganta pero no quería hablar sobre eso. Esperamos en la sala de espera hasta que le dieron de alta a Gael.
—¡Lo voy a demandar!—gritó Gael mientras observaba su brazo vendado—¡Haré de su puta vida un infierno!¡Acabaré con lo mas preciado para el!
—Eso va a ser un problema—le contestó Thomas ayudándolo a caminar.
—¿Por qué?
—Porque a Drac no le importa nadie, ni siquiera el mismo.
Los observé en silencio sin decir nada, caminamos hasta el auto de Thomas quien hizo su mayor esfuerzo al ayudar a Gael a entrar al auto. Coincidía con Gael, yo también deseaba que acabará con ese enfermo pero me asustaba la forma en la que Thomas se refería a Drac. Entonces recordé aquella vez que lo ví en el cementerio frente a una lápida, aunque no lucía triste debía existir una razón por la cual el estuviese allí.
Daniela C. Hench
Quizás fué una de sus víctimas mas recientes, sin embargo preferí no seguir pensando en eso y volver a la realidad.
—¿Cómo te fuiste del picodromo ayer?
—En taxi—mentí.
Una vez adentro del auto de Thomas llevamos a Gael a su casa. Aproveché para decirle a Thomas que me quedaría en un parque cerca de mi casa, necesitaba estar sola y pensar.
—¿Vas a estar bien?—preguntó Thomas antes de que bajara del auto.
—Eso espero—besé su mejilla y bajé.
Caminé hasta un banco y me senté, el cielo estaba nublado como si fuera a caer una tormenta, observé a unos pequeños niños jugando, el recuerdo de cuando solía ir al parque con mi padre hizo que una lágrima se resbalara de mis ojos. Odiaba saber que no lo vería jamás, odiaba saber que se había ido para siempre, odiaba saber que la persona que lo asesinó seguía con su vida como si jamás nada hubiese pasado.
Con el nudo en la garganta caminé hasta el cementerio, no quedaba cerca, eso era seguro, iba directo a la lápida de mi padre cuando algo mas llamó mi atención.
Daniela C. Hench
Observé su nombre durante unos largos minutos, habían unos cuantos cigarrillos en el suelo cerca de la lápida entonces recordé la vez que me encontré a Drac fumando aquí. No habían flores, ni ninguna foto o regalo, cuando sentí que alguien me observaba.
—¿Qué demonios haces aquí?
Mis ojos los observaron durante unos segundos, incapaz de decir algo retrocedi con torpeza, una gota cayó sobre mi frente, el diluvio que se desató después era indescriptible.
—Yo iba a visitar a mi padre—mentí mientras mordía mi labio.
Sus ojos aceitunados me observaron a través de sus largas pestañas, no había nada en su mirada que delatara lo que estaba pensando o lo que sentía, sus manos estaban en puños lo que logró asustarme, mi corazón se iba a salir de su lugar y mis piernas justo ahora no parecían reaccionar.
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Editado: 06.05.2019