DRAC©
Capítulo 11
Todo mi cuerpo empezó a temblar, el ritmo de mi corazón había aumentado en su totalidad, sentía como el aire en el ambiente se había vuelto insuficiente. Tomé fuerzas de donde no tenía y lo empujé. Sus ojos brillaban con intensidad y podía sentir como mis mejillas habían cobrado color propio.
—¿Qué diablos haces?—le grité, histérica mientras me alejaba de el.
—Creo que es obvio—una sonrisa de suficiencia se formó en sus labios que anteriormente estaban sobre los míos—Hablas demasiado.
—¡Ah, claro!—levanté mis brazos al aire—¡Estás enfermo!—lo observé. No entendía como podía ser tan cínico —Nada de lo que hagas va a impedir que te haga sufrir, te prometí que pagarías y así va a ser.
Sus ojos aceitunados me observaron, no sabía qué diablos estaba pensando ahora mismo, pero una sonrisa se formó entre sus labios. Su cuerpo se acercó al mío y sus manos tomaron mi mentón con delicadeza.
—Eso no va a pasar—murmuró en mi oído haciendo que los vellos de mi piel se erizaran—Tu no vas a hacer nada.
—¿Qué te hace creer eso?—lo observé confundida.
—Porque yo haré que no me puedas sacar de tu cabeza—me observó a través de esas largas pestañas negras —Y luego te voy a destrozar sin sentir ninguna culpa.
Sus ojos me dieron un último vistazo y luego lo observé irse. Sus amenazas me tienen sin cuidado. No hay manera de que pueda sentir algo por un asesino.
Es imposible.
***
Era lunes nuevamente. Odiaba los lunes con todo mi ser, caminé sin ánimos hasta llegar a la cafetería. Observé una gran fila para comprar café así que decidí no comprar café hoy. Barbara estaba sentada en una mesa junto a Gael y Thomas. Me sorprendía el hecho de que Gael estuviera en un mismo lugar que Barbara. Cuando me acerqué la primera en saludarme fue Barbara.
—¡Amber Sullivan!—me gritó ella con euforia—¿Dónde estabas?
Miré mis nudillos encima de la mesa.
—En la biblioteca.
—Bueno, ahora que has aparecido te tengo que decir algo—comentó haciendo que Thomas y Gael se callaran—Este fin de semana es el inicio de la nueva temporada en Drag Racing—tomé una manzana que estaba en su plato y le dí un mordisco—¡Y aceptaran chicas!
—¿Sabes conducir una motocicleta?—le pregunté sin dejar de observar mis nudillos.
—No—contestó fingiendo tristeza—pero los chicos sí.
Gael observó a otro lado mientras Thomas no paraba de toser.
—No te ofendas Barbarita pero no creo que tu y las motocicletas se lleven muy bien—murmuró Thomas algo apenado.
Barbara hizo un mohin.
—Pero Amber sí—señaló Gael observándome con una sonrisa de oreja a oreja.
—Tienes razón, Amber podría entrar a las carreras sin ninguna dificultad—estuvo de acuerdo Thomas.
Observé a Barbara en busca de ayuda pero ella me miraba con una sonrisa entre sus labios y las cejas elevadas.
—¡Ni lo piensen!
Me levanté de la mesa y caminé hasta afuera escuchando la voz de Barbara a mis espaldas.
—¿Por qué no?—insistió Barbara acusadora.
—No creo que sea buena idea.
—¡Vamos!—sus ojos azules se clavaron en los míos—Es parte de la vida arriesgarse.
Bufé con fastidio alzando mis brazos en señal de rendición.
—Esta bien—la miré—Entraré a las carreras.
—¡Genial!
Barbara se abalanzó entre mis brazos, saltando de alegría.
¿En qué diablos me había metido?
DRAC
Observé a Derek entrar al gimnasio mientras yo golpeaba el saco de boxeo una y otra vez. No se en qué mierda estaba pensando cuando besé a la fastidiosa de Sullivan. Golpeé el saco recordándome que soy un maldito idiota.
—Basta con eso, Drac—murmuró
Derek, sentándose en una banca.
Continúe golpeando el saco haciendo caso omiso a su comentario hasta que finalmente el dolor en mis nudillos me hizo detenerme. Lo observé mientras el tecleaba algo en su teléfono.
—¿Qué haces aquí, Derek?
Sus ojos dejaron la pantalla se su teléfono para observarme.
—¿Qué ocurrió cuando asesinaste a los trabajadores de Günter?
Vendé mis nudillos mientras recordaba la vez que asesiné a los trabajadores de Günter. Fue esa vez donde la pequeña Sullivan se apareció en el baño de hombres.
—Pues los asesiné, ¿feliz?—respondí irónico.
Derek esbozó una sonrisa falsa mientras se levantaba del banco. Tomé una botella de agua y le dí una trago sintiendo un sabor amargo en mi boca.
—¿Alguien te vió esa noche?
Sus ojos me observaban acusadores, sabía todo lo que había ocurrido aún asi quería escucharlo de mi boca.
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Editado: 06.05.2019