Drac ©

14

DRAC©
Capítulo 14

DRAC

No entendía que estaba sucediendo conmigo, no dejaba de pensar en la problemática de Sullivan, desde el día en que la ví todas mis defensas bajaron, no entendía cómo no podía asesinarla cuando asesino a personas todos los malditos días. Se suponía que nada de esto debería estar pasando, se suponía que esa noche no habría nadie a excepción del maldito de Sullivan en su puta casa, la llegada de su hija a la ciudad había sido desconocida para mí.

Observé mis nudillos ensangrentados, había estado golpeando el saco de boxeo durante horas. Vendé mis manos con una tira de tela y me senté en la banca, Jones continuaba golpeando su saco hasta que me observó.

—¿Qué sucede, hombre?—tomó una botella de agua y la llevó a sus labios.

No contesté.

—A veces es bueno tener a personas que estén para ti cuando las necesites.

—No conmigo—lo observé—no necesito a nadie—bajé mi cabeza y el recuerdo de Daniela llegó a mi cabeza—En especial, cuando termino destruyendolas, incluso si no lo merecen.

Hubo un silencio sepulcral en donde Jones se limitó a no decir nada. Una figura imponente y esbelta apareció justo frente a nuestras narices, era una mujer, vestía un vestido y tenía maquillaje en exceso.

—¿Puedo ayudarle en algo, señora?—comentó Jones intentando ser amable, pero la maldita zorra solo lo observó despectiva.

—En realidad vengo a hablar contigo—murmuró posando uno de sus dedos por sus labios.

La observé durante unos segundos, su rostro se me hacía completamente familiar, como si la hubiese visto antes.

—No llevará mucho tiempo.

Jones me observó esperando una respuesta, lentamente me levanté y me coloqué una camiseta, la mujer caminó hasta los vestuarios insinuando que la siguiera.

—Supongo que sabes quién soy—comentó observando el lugar con detenimiento.

—No, no lo se, y me importa una mierda quien sea—respondí cortante.

Ella soltó una carcajada. Parecía burlarse de mi y eso me enojaba. Ahora quería asesinarla.

—Veo que no cambias—colocó una mano en su mentón, parecía conocerme por la forma en la que hablaba—Soy la esposa de Robert Sullivan.

Ya empezaba a entender porque la problemática de Sullivan había salido tan fastidiosa. Su madre es igual o incluso peor.

—Ex esposo—le corregí con burla.

Ella torció la boca disgustada.

—Veo que no lo has olvidado—respondió irónica—Te vine a hacer una sugerencia, amenaza o como prefieras llamarle—sus ojos se fijaron en los míos—Te voy a hacer pagar, cariño—esbozó una sonrisa—Te quitaré lo que mas quieres.

Solté una carcajada burlón. Tenía que ser un chiste. Ésta mujer estaba mas loca que su hija.

—Miré señora...me suda la polla lo que usted diga, ¿entiende?—fijé mi mirada en ella—Mejor olvídese de mí, olvídese de su "esposo" o me va a obligar a que la mandé a hacerle compañía—me acerqué a ella mientras su mirada vacilaba—O quizás mandé a su única hija junto con su padre, sea buena madre y evitelo.

La mujer sonrió.

—Ya veremos, Drac—me guiñó un ojo y se fue.

Jones caminó hasta los vestidores con una expresión de confusión en su rostro.

—¿Quién diablos es ella?—indagó con la boca abierta.

—Christina Sullivan.

...

—¡Te juro que quiero asesinarla, Derek!—le dí un trago a mi cerveza.

Derek negó con la cabeza mientras me observaba desde el sofá.

—¡Entonces, hazlo hombre!

Le dí un trago a mi bebida mientras me apoyaba de la pared.

—Te recuerdo que si dejo al problema de Sullivan huérfana, va a querer asesinarme—Derek esbozó una sonrisa burlona en sus labios.

—¿A caso no quiere asesinarte ya?

Asentí mientras me sentaba en el sofá estirando mis piernas.

—Sí pero...—observé un punto fijo en la pared—siento que la he visto antes.

—¿A Christina?

Asentí, torciendo la boca.

—Quizás la has visto por la calle, el mundo es muy pequeño.

—No creo, ella esconde algo, Derek.

—¿Te importa?

Me encogi de hombros mientras me acababa la botella.

—Lo dudo—saqué un cigarrillo, tomé el arma que estaba encima de la mesa de centro y me levanté—¡Es hora de trabajar!

Derek se levantó con una sonrisa y tomó un arma también.

—¡Hagámoslo!

AMBER SULLIVAN

Hachi se removió inquieto al sentir la aguja contra su piel, odiaba verlo sufrir, mis manos temblaban y quería poder ayudarlo.

—Calmese, chica—la enfermera me observó con una sonrisa—parece que le doliera más a usted que al perro, ¿por qué no espera afuera?




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