DRAC©
Capítulo 19
DRAC
Abrí mis ojos con lentitud mientras sentía como los rayos de luz empezaban a aparecer. Observé a Sullivan con sus hebras café esparcidas por todos lados. Su respiración era profunda y su boca estaba semi abierta. Sus pestañas largas y negras junto con el color de su piel, la hacían muy atractiva. Verla dormir me transmitía paz, me enloquecía la manera en la que lograba hacerme pensar éste tipo de ridiculeces. El recuerdo de la noche anterior, sus labios suaves, su manera de intentar controlar todo lo que está afuera de su alcance me desquiciaba, lograba hacerme sentir como un puberto enamorado.
Joder.
¿Qué mierda estaba sucediendo conmigo?
Jamás había sido de esos chicos cursis, de rosas y chocolates, eso era para imbéciles. Me levanté teniendo cuidado de no despertarla, me coloqué mi camiseta y salí del apartamento.
El conserje me observó extrañado pero se limitó a no decir nada. Subí a mi motocicleta, me coloqué el casco y arranqué.
Cuando llegué a mi apartamento, encontré un sobre en la puerta de ésta, lo tomé entre mis manos y abrí la puerta. Tomé el sobre y lo observé para después proceder a abrirlo. Unas fotos cayeron al suelo. Las recogí y apreté mis labios.
Eran fotos de Sullivan.
Alguien la estaba vigilando. Apreté mis dedos alrededor del papel mientras la sangre me comenzaba a hervir. Esto tenía que ser obra de Günter.
Günter era un maldito desgraciado con mucho poder en ésta maldita ciudad, aunque claro está, toda su fortuna se debe al tráfico internacional a su nombre, es un imbécil que logra todo lo que quiere y tiene todo lo que desea. Cuando estaba en prisión, solía escuchar anécdotas de varias personas que entraban allí gracias al maldito de Günter. Nadie era capaz de desafiarlo. Pero ya le llegaría la hora, si se le ocurría colocarle a Sullivan una mano encima, estaría cavando su propia tumba.
...
La puerta sonó y me levanté del sofá sin ánimo alguno, observé a Derek junto con Alessia a través de el pequeño orificio en la puerta.
—¡Drac!—gritó Derek—Joder, abre la maldita puerta.
—No estoy—grité mientras frotaba mis ojos.
Abrí la puerta, Derek pasó sin siquiera saludar y Alessia besó mi mejilla y siguió a su hermano. Cerré la maldita puerta y me giré para encontrarme con un Derek muy cabreado.
—¿Qué mosca le pico a tu hermano?
Alessia se encogió de hombros y se sentó en el sofá.
—Alessia, retírate—le ordenó, Derek.
—Pero...—refutó ella.
Derek la observó y ella se levantó agitando los brazos en el aire. Recosté mi cuerpo de la pared, esperando que empezara a hablar.
—Tenemos un problema, Drac.
—¿Cuál?
Derek bajó su mirada hasta sus nudillos.
—Está mañana cuando llegué a mi apartamento, encontré esto afuera—comentó el, tirando un sobre encima de la mesa—Alguien quiere hundirte, Drac.
Tomé el papel entre mis manos y luego lo rompí en pedazos.
—La madre de tu chica, está decidida en los que quiere hacer.
Tragué grueso.
—No es mi chica, Derek—respondí cortante—Esa puta zorra me tiene hasta los huevos con su maldito juicio.
Jamás llegué a imaginar que asesinar al maldito Robert Sullivan haría de mi vida un infierno más grande del que ya vivía, primero con su hija y luego con su maldita esposa.
Tomé mi rostro entre mis manos mientras intentaba contener la furia que empezaba a desatarse dentro de mi ser. El día en el que salí de prisión me prometí a mi mismo, no volver a prisión jamás, bajo ninguna circunstancia, haría lo que fuera para que eso no sucediera.
—Tienes que hacer algo—sugirió Derek, apretando sus labios.
Lo miré atento.
—¿Cómo qué?
—Creo que deberías pedirle ayuda a tu tío, Drac.
Negué con mi cabeza.
Primero muerto antes de aceptar que necesitaba algún favor de Hugo H.
—Dejaría que me castren primero antes de ir a pedirle ayuda a ese imbécil—escupí con la sangre bombeando por mis venas.
—Drac, no hay opciones—murmuró Derek, dejando caer su cuerpo sobre el sofá.
—Quizás si la hay—él me observó con atención—Quizás si la hay—repetí.
AMBER SULLIVAN
Salí del instituto un poco apresurada, tenía muchas cosas que hacer hoy. Cuando desperté, el ya se había ido, no es que esperaba que me diese un beso para comenzar el día o que amaneciera en sus brazos, eso era realmente ridículo. Seguramente el pensaba lo mismo. Tomé mi mochila cuando escuché la voz de Barbara a mis espaldas.
—¡Sullivan, las manos donde las pueda ver!—gritó, corriendo hasta llegar a mi lado—¿Estas escapando de alguién?
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Editado: 06.05.2019