Drac ©

26

DRAC©
Capítulo 26

AMBER SULLIVAN

La profesora canosa y regordeta, hablaba sin titubear, la observaba mover sus labios pero estaba tan desconcentrada, pues en mi cabeza solo había una cosa. Drac. Desde aquella noche que tuve esa extraña discusión con mi madre ha estado tratandome de manera distante, le pedí que se marchara a un hotel porque no podía seguir viendo su cara de culo todo el santo tiempo. Ella lo hizo sin refutar, acción que llamó mi atención. Todo estaba yendo perfectamente bien, lo que significaba que en realidad algo malo estaba sucediendo.

—¿Señorita Sullivan?

Sacudí mi cabeza mientras la canosa señora hablaba frente a mis ojos. Había estado distrayendome una vez más.

—¿Se siente bien?—preguntó la señora subiendo sus cejas.

Asentí lentamente y tragué saliva.

Cuando el famoso pitido de la campana sonó, todos recogieron sus cosas y salieron de los salones de clase. De pronto, mientras metía unos libros en mi bolso, la puerta se cerró. Me giré lentamente, temiendo de con quién fuera a encontrarme.

—Sólo eres tu—suspiré aliviada—Pensé que ya no tenías tiempo de venir a éstas ridiculeces.

Drac chasqueó su lengua y bajó su cabeza. Luego dejó salir un sonoro suspiro que se escapó de sus carnosos labios.

—Lo se, pero tengo que cumplir con las malditas siete horas de clase para que el instituto le entregue una carta de buena conducta a la policía—observó sus nudillos tatuados—En caso de que la requiera, claro está.

No me gustaba escucharlo hablar sobre la policía o el juicio, aunque sabía que yo era la culpable pero...

¿Qué podía hacer?

¿Quedarme de brazos cruzados cuando lo había visto asesinar a mi padre?

Tampoco era una cínica.

—Hablé con mamá sobre eso.

Drac apretó sus labios y asintió cabizbajo sin decir una sola palabra.

—No creo que pueda convencerla de que te deje en paz—ladeé mi cabeza y me acerqué hasta él—No entiendo aún por qué quiere verte muerto...o en prisión.

—Hay cosas que no pueden explicarse, Amber.

—No quiero que vayas a prisión—confesé sientiendo un pequeño hueco en el pecho.

Su expresión se suavizó un poco y acercó mi cuerpo al suyo, sus manos recorrieron mis mejillas.

—Debes prometerme que pase lo que pase te mantendrás alejada del asunto—me observó con sus orbes celestes, asentí levemente—Tu no has cometido ningún crímen, quiero que no te metas. ¿Te ha quedado claro?

El frío recuerdo de la noche en el club, cuando lo encontré casi moribundo junto a dos cadáveres en el baño apareció en mi cabeza. Había sido cómplice de cierta manera.

—Si.

Sus labios besaron mi frente y me apretó contra su pecho, su olor a perfume invadió mis fosas nasales, podría estar así para siempre.

...

Había quedado en salir con Barbara. La pobre sentía que la estaba desplazando por un criminal o al menos así habían sido sus palabras. En realidad no se equivocaba del todo, mi tiempo pasaba tan rápido sólo en el hecho de pensar en cómo ayudar a Drac. Entonces una idea algo arriesgada se cruzó en mi cabeza. Hugo H. El tío de Drac, quizás el podría hacer algo al respecto.

Si algo me había dicho Drac, era que su tío era uno de los jefes más importantes de la ciudad, tenía un gran cartel de narcotráfico a nivel internacional. En pocas palabras, Hugo era un hombre de influencia.

Tomé mi teléfono junto con mi bolso y salí del departamento. Gracias al cielo, el ascensor servía pero sabía que más era lo que se tardaban arreglandolo que lo que se mantenía funcionando. Uno de los socios de papá me había dado uno de los autos que papá tenía a su nombre, encendí el auto y arranqué, mientras hacía un esfuerzo sobrehumano por recordar la maldita dirección de Hugo. Al cabo de una hora, dí con la dirección, estacioné el vehículo frente a un abandonado y polvoriento edificio en las afueras de la ciudad. Tan pronto puse un píe afuera, recibí miradas sádicas de parte de varios hombres que se encontraban en la entrada.

—¿Puedo ayudarte en algo, princesita?—murmuró uno esbozando una sonrisa cínica, hice a oídos sordos pero continuó poniendo una mano sobre la pared opuesta, negandome la entrada—Sólo intento ser amable, dulzura.

—Déjala en paz Josh. ¿Es que no tienes idea de quién es?

Observé al otro chico que lucía distinto al resto, estaba bien vestido y no lucía asqueroso o sádico.

—Ojalá supiera yo quién es ésta muñeca.

El  chico hizo una mueca de asco y le dió un trago a su cerveza.

—Pues esa "muñeca" le pertenece al demonio que te ha dejado el rostro como un muerto.

—¿Drac?—el hombre pareció sorprendido y en su lugar apretó sus labios.




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