DRAC©
Capítulo 29
DRAC (DOMINIK HABICH)
El clima era una mierda.
Llevaba lloviendo por lo mínimo desde hace dos semanas, no había un día que de el cielo nó cayera una gota de agua. Tomé la taza de café entre mis dedos mientras esperaba que Derek llegara.
El juicio estaba cada vez más cerca, no me asustaba tener que estar frente a la enorme taquilla de un viejo barbudo con un pequeño martillo, ya me había encontrado en ese tipo de situaciones antes. Hace un par de años al salir de prisión, me prometí a mi mismo que jamás volvería a poner un pie en ese infierno. Mi antiguo yo no me hubiese permitido entregarme, ya estaría en un hotel en las bahamas trabajando en una de las sucursales de las cuales Derek era propietario. Pero este nuevo yo, simplemente quería ser diferente. Por una vez.
El sonido de la puerta me alarmó, observé a Derek detrás de ésta y rápidamente, abrí la puerta para que pudiera pasar. Derek caminó frente a mí y luego se detuvo, observándome con sus orbes grisáceas.
—¿Estás seguro de esto?—inquirió.
Tanto Derek como yo habíamos estado planeando hacerle una visita a Christina Sullivan. Tenía demasiado tiempo pensando mucho en lo que Derek me había contado sobre Christina, de solo pensarlo hacía hervir mi sangre.
—Muy seguro, Derek.
Derek asintió con su cabeza sin demostrar seguridad sobre lo que haríamos. Últimamente su comportamiento me resultaba extraño de cierta forma pero prefería no darle mucha importancia. Tomé mi arma favorita y la metí en la cinturilla de mi pantalón, Derek me observó e hizo lo mismo.
Cuando llegamos al lugar en el cual Derek la había citado haciéndose pasar por uno de los abogados, observamos a Christina con un cigarrillo entre sus labios y cara de pocos amigos. Detuve el auto, lo apagué y luego bajé del auto. Observé a Derek caminar detrás de mi cabizbajo.
Me sente a uno de sus costados y Derek al otro lado. Christina le dio una calada a su cigarrillo y luego lo colocó lejos de su boca dejando que una ráfaga de humo gris escapara de ésta.
—Caballeros—murmuró, asintiendo con su cabeza.
No estaba sorprendida.
Yo tampoco estaba sorprendido.
—¿Quieren uno?—comentó, sacando una caja de cigarrillos de el bolsillo de su chaqueta—Ustedes se lo pierden.
—Me imagino que sabe porque hemos venido, ¿No?—le dije sin dejar de obsrvar la neblina frente a nosotros.
—Me imagino que no para jugar cartas, así que adelante.
Christina me observó de reojo y luego a Derek. Quien continuaba en silencio.
—¿Vas a rogarme que cancele el juicio, Drac?
Negué con mi cabeza.
No era precisamente eso a no que venía. Hace un par de semanas Derek me había contado que creía saber quien sabía sobre el asesinato de mis padres y esa persona era nada más que Christina Sullivan.
A veces pensaba que me había equivocado de persona. No tenía que haber sido Robert, sino su intento de esposa.
—No vengo a rogarte nada, Christina—la mujer se levantó, así que también lo hice yo—Se lo que hiciste.
Christina colocó en cigarrillo entre sus labios y una pequeña sonrisa apareció en su rostro. Debía contenerme para no golpearla. Sus ojos celestes me observaron finamente.
—No se de que me estás hablando.
—¡Vamos!—apreté mis manos y una sonrisa irónica apareció en mis labios—Puedes mentirle a todos, incluso a tu hija pero no a mi.
—Me asombra tu coraje, Drac. La verdad, jamás esperé que superarás cosas como las que te pasaron, te veo y debo admitir que te has convertido en alguien completamente distinto al que solías ser.
—¿Qué sabe usted de cómo solía ser?
Su teléfono comenzó a sonar, ella lo sacó de su bolso y lo sostuvo entre sus dedos.
—Se más de cosas de la que crees, Dominik Habich. Y si me disculpas, tengo cosas que hacer.
Contestó la llamada y caminó por mi lado, pero antes de irse, se giró y habló:
—Lleva un lindo traje para el juicio.
—Lo haré.
Derek caminó hasta donde me encontraba, observó la calle por la cual se había ido Christina, apretó mi hombro con suavidad.
—No te preocupes, Drac. No dejaré que vuelvas a prisión así sea lo último que haga.
Lo observé sin decir nada.
No lo pondría en riesgo por mi culpa. Derek había sido lo más cercano a una familia que alguna vez llegué a tener. Después de todo, no estaría en libertad de no haber sido gracias a èl.
...
Golpeé la pequeña pelota roja con el pequeño palo de madera que sostenía entre mis dedos. La pelota rodó y finalmente golpeó a cinco pelotas más. Golpeé nuevamente, ésta vez a una pequeña pelota blanca, ésta se movió con rapidez, golpeando varias a su paso, al final la pelota roja entró a través de un hueco, dándome la victoria.
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Editado: 06.05.2019