Drac ©

30

DRAC©
Capítulo 30

AMBER SULLIVAN

Mi corazón comenzó a latir con más rapidez de la normal, le había confesado a Drac que lo amaba. Su rostro fue seco durante unos segundos mientras la información se distribuía en su mente.

—Amber.

Junto mis labios y cierro mis ojos, no tengo cara para mirarle en estos momentos. Dentro de mi se que la respuesta me va a doler pero aún sigo teniendo la esperanza de que quizás me esté equivocando al respecto.

—Tu no me amas—impugna con desdén—No puedes decir cosas como esas.

—Lo se, Drac. Me ha dolido más a mi decirlo que a ti escucharlo, me enamoré, no se cómo pero pasó.

Drac se pasa una mano por su cabello y se levanta con cuidado. El puente se tambalea y cruje bajo nuestros pies mientras la brisa fría de invierno arrolla todo a su paso, mi estómago me duele y los ojos me arden de retener las lágrimas.

¿Cómo fuí tan tonta?

¿Qué esperaba?

¿Que me dijera que también me amaba y que gracias a mi había cambiado?

Ubicate Amber, no estamos hablando de un libro.

—¿Por qué?—sus ojos se clavan en los míos y se me es un gran problema, mantenerle la mirada—¡Yo asesiné a tu maldito padre, Amber!

Me dolía en el pecho escuchar sus excusas para no responder algo conciso.

—¡Lo se!—me coloco las manos en la cabeza mientras las lágrimas caen desesparadas a través de mis ojos—Yo nó quería enamorarme pero pasó, Drac. Estoy cansada de vivir con miedo, de tener que soportar a una madre alcohólica. Tu cambiaste mi vida, sí, suena cliché y cursi pero tu me cambiaste a mí.

Él se acerca hasta mi y envuelve sus brazos alrededor de mi cuerpo, en un intento de abrazo mientras mis lágrimas caen desconsoladamente. Me duele saber que solo en sus brazos puedo sentirme a salvo.

—Estaremos bien—el masajea mí cabello con suavidad y pega sus labios contra la cima de mí cabeza—Estarás bien.

Durante el camino de regreso todo era distinto, más pesado, más incómodo, más doloroso para mí. Sentía que quizás había arruinado la situación, nó lo entendía, me sentía utilizada.

¿Si no me quería de la misma forma que yo a él, entonces, qué hacía junto a mi?

El auto se detuvo frente a mi edificio. Me quito el cinturón de seguridad y decido bajar sin siquiera mirarle. No podía ver sus hermosos ojos celestes que sólo me derretian por dentro. 
Abro la puerta del vehículo para bajarme pero su mano en mi muñeca me detiene, giro mi rostro y le observo.

—Sullivan, perdóname.

Lo observo frunciendo el ceño.

—Se que estarías en Londres justo ahora estudiando la carrera que siempre quisiste de no haber sido por mi, de no haber asesinado a tu padre en éstos momentos estarías con un patético inglés tomados de la mano y cantando canciones cursis frente al big ben, no estarías aquí, con un nudo en la garganta y un chico arrogante sin una pizca de compasión humana que destruya tu corazón.

Sin poder evitarlo vuelvo mis pies hacia el auto, coloco mis manos en sus mejillas mientras un nudo en mi garganta no me permite hablar.

—Si eso me esperaba entonces, Gracias.

El arruga el rostro y hace una mueca, frunciendo las cejas.

—Drac, prefiero estar contigo y con un nudo en el estómago—si que sonaba masoquista pero algo dentro de mi moría por decirlo—que con un estúpido británico con lindo acento.

—Odio el acento británico—se queja.

—Yo soy británica.

—Lo sé—una pequeña sonrisa aparece en su rostro con burla.

Maldito idiota.

—Yo mejor me voy—le digo mientras colgó mi bolso de mi hombro.

—¿Me darás un beso de despedida?—hace un puchero y coloca su rostro frente a mí. Me acerco para besar su mejilla pero en el momento en que voy a besarle gira su cabeza.

Sus labios se encuentran con los míos en una nueva danza, sus labios son tan suaves, que podría estar besandolos el resto de mi vida.

—Adiós, idiota.

—Adiós, Sullivan.

Bajo del auto con una sonrisa tonta plasmada en mi rostro. El podía subir mi estado de ánimo solo con sonreirme, pero también podía bajarlo sin tener que decir una sola palabra. Comienzo a subir las escaleras hasta que llego al piso correcto y me percato de que alguien me espera frente a la puerta. Me acerco a la señora sin hacer ruido, ella se encuentra de pie tocando mi puerta con insistencia.

—¿Puedo ayudarle en algo?—saco las llave de mi bolso y me acerco a la puerta.

—Busco a Amber Sullivan—responde.

Es una señora a la cual le calculo unos cuantos años de edad, su cabello es color cobrizo y cae en ondas sobre sus hombros. Ella sostiene una bolso gris entre sus dedos junto con una cartera aún más pequeña.

—Soy yo.

—¡Oh!

—¿Puedo saber quién es usted?—insisto mientras giro la manilla de la puerta con lentitud.




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