DRAC©
Capítulo 34
AMBER SULLIVAN
Finalmente allí estaba yo.
Con mis dedos temblorosos sobre la fría madera de la mesa y mis ojos fijos en el capuchino frente a mi.
Me encontraba en un estado de anticipación interna, se supone que en breves segundos mi vida cambiaría. «Abriría mis ojos» palabras citadas por Mónica anteriormente. Su larga uña pintada de un color vinotinto viaja hasta una hoja de papel que ha puesto sobre la mesa, frente a mis ojos. Ella me observa dudosa, o quizás curiosa, sus labios se forman en una fina línea recta casi blanca, debido a la presión.
—Siéntate...—comienza a hablar pero inmediatamente la interrumpo.
—Técnicamente estoy sentada—ruedo mis ojos.
Su cabeza se mueve en un leve movimiento en forma de asentimiento. Mis dedos se aferran al bordillo de mi chaqueta, con más fuerza de la normal.
Dentro de mi cabeza se escucha el sonido de un pequeño tambor, cuyo ritmo aumenta ante cada segundo que pasa, una gota de agua salada se resbala de mi frente, estoy sudando frío. Entonces me detengo. Observo la enorme puerta por la cual podría salir, fácilmente sin tener que escuchar nada que cambie mi vida.
¿Realmente quiero escuchar lo que ésta mujer tiene que decir?
¿Quiero abrir mis ojos?
Aunque no conocía la respuestas a esas preguntas, decidí prestar un poco de atención a lo que Mónica comenzaría a decir. Su mano viaja hasta la mía, aprieta mis dedos con brusquedad que quizás para ella sea delicadeza, y comienza a hablar.
—Christina no es tu madre—suelta finalmente. Mis uñas apriertan las palmas de mis manos con fuerza—Tu madre se llamaba Ángela Dicatto.
Mi corazón palpita con fuerza adentro de mi pecho, como si acabase de correr un maratón. Mi boca se seca por completo y no puedo evitar pensar en todas las veces que Christina insinuó que no era mi madre, pensaba que lo decía porque le fastidiaba mi presencia, pero al final resultó siendo verdadero.
—¿Se llamaba...?
Se apresura en asentir con su cabeza afirmando la connotación que le he dado. Mi madre estaba muerta. Mi padre estaba muerto. Estaba completamente sola. Por un momento pensé que comenzaría a llorar, pero me mantuve firme, no quería armar un teatro en una cafetería.
—Tu madre está muerta—concuerda—Sin embargo, no es eso solamente el motivo de esta conversación. Necesito que sepas quién es Christina y de lo que es capaz con el fin de conseguir lo que desea—un suspiro totalmente audible se escapa de sus labios—Cuando nuestra madre murió, ambas quedamos bajo la tutela de nuestro padrastro. El era un gran hombre, cuando mamá estaba vida solamente, pues después nuestra única esperanza se convirtió en nuestra peor pesadilla. Christina fue la primera en irse de casa, empezó a buscar trabajo por doquier hasta que llegó a los pies de Sullivan Building tu padre, Robert Sullivan, tenía una hermosa familia, una esposa, dos hijos, se dice que su esposa, Ángela murió en un accidente de tránsito "accidentalmente".
—No se si quiera seguir escuchando—mi voz tiembla junto a todo mi cuerpo.
Ella ignora mi comentario y en su lugar, continúa hablando.
—Pero ella no estaba sola, un bebé, tu hermano estaba con ella durante el accidente pero el cuerpo del niño núnca se encontró en el lugar del accidente.
—¿Él...él está vivo?
Busca entre su bolso unos cuantos papeles que tiene como prueba del accidente.
2002.
Accidente Automovilístico deja sin vida a Ángela Dicatto, esposa del empresario, Robert Sullivan.
Tomo el papel entre mis manos, observando la foto en medio de éste.
¿Cómo es que nunca supe de todo esto?
¿Por qué papá me escondió la verdad durante tanto tiempo?
—Por desgracia, nadie encontró rastros del pequeño. Solo desapareció—mi vista se encuentra fija en la foto mientras las lágrimas se esconden detrás de mis párpados—Amber...
Dejo de escuchar durante unos segundos. Todo se había detenido a mí alrededor y apenas podía procesar los que había escuchado anteriormente. Christina. Tenía que enfrentarla.
—¡Amber!—escucho gritar a mis espaldas, pero hago caso omiso y continuo mi camino hasta la gran puerta.
Alex se encuentra encima de su camioneta, bebiendo una bebida humeante que se encuentra entre sus dedos. Camino a pasos agigantados hasta pasar por su lado y subirme en la camioneta. Pocos minutos después, lo siento subir al auto, cerrando de un portazo.
—¿Qué diablos sucedió allá adentro?—sus ojos se fijan sobre mi con un deje de preocupación.
—Necesito volver a casa. Llévame al aeropuerto.
—Amber...
—¡Maldita sea, ahora, Alex!—él solo asiente y enciende él vehículo para ponerlo en marcha no antes posible.
Mis entrañas revoloteaban en mi estómago provocando una ligero dolor en éste. Sentía que la cabeza me estallaría en cualquier instante, quería volver abrazar a papá y llorar el sus brazos. Pero no podía, porque él ya no estaba.
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Editado: 06.05.2019