Drac ©

39

DRAC©
Capítulo 39

DRAC

La vida da muchas vueltas, suelen decir los ancianos, siempre me burlé de ello, pensando que era dueño de mi vida y de mi futuro, lo cual me causa gracia, porque no fuí capaz de mantener mi vida bajo control. Todo iba perfectamente bien, salí de prisión, comencé una nueva vida trabajando bajo la supervisión de Derek, pero de pronto todo mi mundo dió un vuelco y me pregunto, ¿qué habrá pasado?

Ella pasó.

Sullivan.

Pensé que iba a ser yo quien estropeara su vida, quien aplastara sus emociones, quien la destruyera por completo pero no, me equivoqué y ahora veo cuán lejos estaba de estar en lo correcto. Nunca me había animado a darle cabida al amor, no había espacio para eso en mi vida, me enfrascaba en vivir adentro de un vaso con agua, hasta que ella, insoportable, fastidiosa y abrumadora, entró a mi vida para enseñarme cosas a las cuales antes no me animaba a ver. Incluso, llegó a mi vida para controlarla a su modo.

No estaba acostumbrado a ese tipo de emociones, jamás había sido mi fuerte ser un chico de relaciones de ningún tipo. Es más, todo lo que tuviera que ver con amor me recordaba a lo vulnerable que puede convertirse una persona bajo el efecto del amor. Aún así, dejé que ella se quedara en mi vida. Pude haberla sacado de mi cabeza, pude haberlo intentado si quiera, pero no quise. No quería hacerlo.

El Drac que había vivido tanto tiempo con una armadura de metal y un corazón tan frío como el hielo, había accedido a abrirse otra vez a una persona.

Entro en aquella habitación, es lo suficientemente oscura para atemorizar a cualquier persona. La chica de pelo rojo recogido en un perfecto moño, me dedica una mirada de compasión con sus bonitos ojos mieles y luego desaparece a mis espaldas, cerrando detrás de ella. Respiro hondo y camino a través de la inerte oscuridad, un pequeño farolillo alumbra el lugar con una tenue luz bastante débil.

Mis dedos recorren la fría tabla de madera frente a mis ojos, procedo a sentarme en la silla del mismo material que todo el lugar: acero. Escucho su respiración es pausada y relajada, su cabellera rubia está recogida en una coleta desordenada, permitiendo que varios mechones de cabello escapen de ésta.

Christina me observa confundida, tiene una muñeca entre sus manos mientras se mese en su silla reclinable de atrás hacia adelante y viceversa. Una corriente eléctrica me recorre el cuerpo al verla posar sus enormes ojos sobre mí, entonces se inclina sobre la mesa, dejando su rostro a la vista, varios rasguños frescos marcan sus pómulos, sus labios resecos y su mirada perdida en la inercia de la oscuridad.

Vaya...supongo que jamás esperó terminar de ésta manera.

Desquiciada en un psiquiátrico por el resto de sus días.

—Christina...—la llamo, captando su atención. Ella me observa durante unos segundos pero su mirada es fría y distante, vuelve a girar su rostro observando las sombras—¿Sabes quien soy?

Christina vacila, abriendo su boca sin decir nada, sus largas uñas rozan la tabla de madera frente a nosotros. Sus ojos examinan mi rostro en una lasciva mirada.

—Dominik—habla en voz neutral—Dominik—gruñe sin dejar se mirarme. Me toma por sorpresa en el momento en el que se inclina hacia adelante e intenta acercarse peligrosamente a mi, pero las cuerdas en sus manos no se lo permiten. Temo que los médicos la escuchen e intenten sacarme de allí, necesitaba escuchar la verdad, necesitaba que me aclarara todas las dudas que rondaban por mi cabeza día y noche.

—Cálmate, he venido en paz—le digo de manera relajada mientras estiro mis piernas. Ella enarca sus cejas gruesas y oscuras, hecha su cabeza hacia atrás y entrelaza sus dedos sobre su regazo mientras un silbido emerge de sus labios—Necesito que me digas toda la verdad, necesito saber quién soy.

Christina me observa, sin embargo no puedo distinguir si se encuentra aquí, en el mismo espacio y tiempo que yo o si simplemente, estaba perdida en su cabeza.

Después de que la ambulancia llegara, Christina entró en un estado de pánico el cual marcó su vida para siempre, al parecer ella se negaba a la idea de que Robert había muerto, es más,  negaba haber hecho todo lo que hizo, sin embargo eso jamás detuvo a Derek. Él tenía las pruebas suficientes para hundirla en la cárcel el resto de su vida pero fue justo en ese entonces cuando ella colpasó. Fue bastante duro para mí tener que soportar la perdida de Hugo, a pesar de nuestras diferencias en lo largo de mi vida, se había sentido un golpe bajo, el siempre había estado allí después de todo, solo que cuando me di cuenta era demasiado tarde para arreglar nuestros errores.

—Christina, puedes dejar de fingir que estás demente—menciono mientras juego con los anillos sobre mis dedos—Guardaré tu secreto—le aseguro.

En el fondo de mi había una voz que me gritaba que todo este teatro que Christina había formado era solo actuación.

—¿Qué quieres saber, Dominik?—ella se inclina hacia adelante, apoyando sus codos sobre la mesa y observándome con seriedad.




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