Drac ©

EPÍLOGO

AMBER SULLIVAN

Algunas veces las personas debemos hacer sacrificios inhumanos para salvar a las personas que amamos.

Eso fue lo que sucedió en el caso de Drac.

Decir que él había sido culpable de la muerte de mi padre, independientemente que haya sido de esa manera me había destrozado. Se había sentido desmesuradamente horrible. Sé que jodí nuestra relación, no podía esperar que me perdonara después de hacer algo como eso, fácilmente pudo haber quedado en libertad condicional si jamás hubiese tenido mi testimonio, pero no fue así.

La frialdad, decepción y tristeza que embargaron sus ojos celestes me resultó abrasador adentro de mi. De alguna manera había sido responsable de lanzarlo al abismo por segunda vez.

Pero así son los sacrificios que debemos hacer por las personas que amamos. La razón por la cual me empañaba en huir del país tenía nombre propio: Günter Dolveur.

Hace unas cuantas semanas, justo después de que Christina entrara al psiquiátrico, recibí una visita en mi viejo edificio, me pareció inusual y poco convencional, además de curioso que Günter haya venido a hacerme una visita a mí. ¿Por qué habría de verme después de todo?

Entonces comprendí que Günter solo había estado buscando la manera de vengarse de todos los que alguna vez estuvieron implicados en su pasado. Fue una charla interesante la cual resultó en una pesadilla que hoy me correspondía pagar por varias razones.

Primero, gracias a él me enteré de cosas de las cuales no tenía ni más remota idea.

Segundo, me permitió conocer a la hermana de Drac y darme cuenta de que siempre había estado allí, entre nosotros, solo que nadie llegó a sospecharlo jamás.

Y tercero, me obligó a destruir la vida de una de las personas más importantes para mi, por no decir la más importante.

El recuerdo de esa fría conversación me helaba los huesos pero sabía que tenía que tomar una decisión antes de que fuese demasiado tarde. Incluso, intenté evitar que las cosas llegaran hasta tal punto pero el destino, claramente, no jugó a nuestro favor y ahora, gracias al desgraciado de Günter Dolveur había perdido a la persona que alegraba mis días con su usual mal humor, su estilo de todo me resbala y su apariencia de chico malo y oscuro.

Pero es que todas las chicas deseamos a un chico malo que sea bueno solamente con nosotras. Eso sin duda alguna es especial.

Solo que todo se jodió. Yo jodí todo. Lo mandé a la mismísima miérda, creyendo que era capaz de manejar la situación por mis medios.

¿Qué sucedió entonces?

Se salió de control y fallé. Le fallé a la única persona que había resultado víctima de la crueldad durante toda su vida.

Me encuentro presente en la sala. El juez acaba de anunciar su veredicto, lo escucho pero solo distingo sonidos aislados. Me encuentro perdida en mi cabeza, en los recuerdos de su cálida piel, sus ojos, su apariencia divina y todos los misterios que me han atraído a ese hombre desde que le conocí. Drac había sido un paquete de felicidad, tristeza, emoción y peligro.

Me dolía en el corazón, quería evitar contacto visual con el a toda costa. Me estaba reprimiendo de las ganas que me atacaban en correr hacia el con lágrimas en mis ojos y rogarle perdón, es más, debía hacerlo de rodillas, se que lo que acababa de hacer definía la historia. El final de nuestra historia. Esa que tanta sonrisas me regaló, lágrimas me sacó y emociones que no cambiaría por nada del universo. 
Ahogo un grito cuando los guardias se acercan hasta él y lo esposan con las manos a su espalda. Los fotógrafos se acercan hasta mí haciendo infinidades de preguntas que soy incapaz de responder. Me duele el corazón. Quiero llorar y el labio me tiembla. Toda mi vida me he quejado del prototipo de personas que son capaces de destruir sin una pizca de tacto sin saber que yo iba a terminar de la misma manera. Arruinando la vida de el único chico que ha logrado cambiar mi vida.

¿Por qué no pudimos simplemente huir?

¿Por qué tuvo que ser tan fiel a sus ideales y enfrentarse cara a cara con la justicia?

¿Por qué mierda tuvimos que conocernos de esa maldita manera?

El parece desconcentrado, como si no entendiera nada de lo que sucede, sin poder procesar porqué he testificado en su contra. No lo culpo, mi cabeza está hecha una tormenta en este instante, lo observo de refilón, mantiene la cabeza abajo con sus labios contraídos y camina hacia afuera de la sala. Entonces siento una mano sobre mi hombro. Me giro para encontrarme con un hombre, viste un abrigo largo, un sombrero y unos lentes para camuflarse entre los demás.

—Lo has hecho bien, jóven. Tu amiga está en el asiento trasero de una camioneta Jeep ubicada a una cuadra del lugar—susurra Günter de manera que solo yo logro escucharlo—Ha sido muy valiente se tu parte salvar a su hermana, algún día te lo agradecerá, ya lo verás.

La tensión que se encuentra en el ambiente golpea mis pulmones con tanta fuerza que hasta respirar me resulta doloroso.

—Es tu propio hijo, no entiendo como puedes hacer algo como esto—le digo con mi respiración monocorde.




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