—La pequeña princesa bailó y todos gritaron ¡Baila! ¡Baila! —Una joven rubia de ojos azules trarareó mientras apoya el mentón en la mano que es fijada desde el codo sobre el barandal de mármol presente en su balcón.
Hacia tiempo él no viene a verla, y lo extraña, no deja de preguntase por dónde andará.
>>"Probablemente vagando en busca de contratos."
Sonríe ante aquel último pensamiento, sí. Probablemente fuera aquello, aún así no había derecho de dejarla sola, ¿Cómo se atrevía? De ser así no le queda más remedio de hacer otro de sus berrinches aunque él le dijera que ya debía parar porque es mayor.
Con extraña calma se sienta sobre el barandal del balcón mientras sus piernas cuelgan y las balancea.
>>No hay señales.
Agradece también que su pajarito no esté allí para verla en esos instantes o le dará un ataque.
Esperaría unos momentos más.
Y como él parece no querer hacer precensia sin más remedio se arroja de la torre mientras ríe producto de la adrenalina.
Siente como la gravedad la empuja hacia abajo y el suelo se precipita hasta ella, no cerrará los ojos. No lo hará porque no teme.
Y entonces se encuentra en sus brazos de un momento al otro.
>>Finalmente llegó. Una pequeña risa cantarina sale de sus labios.
Él, había llegado: Parado rígido y con semblante uraño.
—Creí haberle pedido que dejará de hacer eso mientras no estoy. —Habla monoto y sonriente, pero su sonrisa es demasiado forzada, como es usual se contiene.
—¡Llegaste! —Ella no espera a prendersele del cuello.
—¡No es momento para eso! ¡Por favor ya basta! ¿Qué sucederá cuando sienta que su vida esta en peligro pero no pueda llegar a tiempo?—Recrimina furioso, ya sin molestarse en menguar el enojo.
Puede que a ella no le asuste pero él teme perderla.
—Si consideras mi deseo no deberías preocuparte por ello.
Ambos se entrecierran los ojos mutuamente sabiendo que volverían a discutir por enecima vez el mismo tema.
>>Si consedieras mi deseo, podriamos estar por siempre juntos...
Era demasiado joven y hasta ingenua para entender lo equivocada que estaba.