Adrien entrecerró los ojos cuando los rayos oblicuos del sol incidieron directamente sobre ellos. Había visto cada hora transcurrir en el reloj, había contado cada minuto de la aguja acompasando el silencio de una noche eterna. Permanecía en la habitación para él dispuesta en La Sede, pero ni siquiera había tocado la cama. Las imágenes de lo vivido con Tayr la noche anterior habían danzado en torno a su mente como fantasmas capaces de generarle auténticas descargas eléctricas sin tocarlo. Recordar los labios del brujo sobre los suyos propios le generaba escalofríos. Pero Tayr se había ido y él no tenía la menor idea de adónde. Escuchó la enésima sirena cruzar la ciudad. Faltaban pocos minutos para las nueve y las puertas del Muro de Caronte debían de estar ya cerradas, por lo que todos los cuerpos de vigilancia y orden estarían en marcha buscando al brujo. ¿Cuánto tardarían en cercarlo? ¿Cuánto en dar con él y detenerlo?
Resopló, imaginando la escena y se puso en pie al escuchar dos golpes en la puerta. Lorna asomó con rostro fatigado. Vestía de forma mucho más sencilla que la noche anterior aunque conservaba el mismo peinado.
—Buenos días, cariño.
—Hola.
Adrien permaneció sentado al borde de su cama intacta. Su madre se percató, pero no dijo nada al respecto.
—Todo es un caos —observó el muchacho—. La ciudad entera está buscándolo. Pero no ha hecho nada.
—Azra sigue sin aparecer.
—Dijo que la había dejado en la azotea.
—¿Lo crees?
Llenó de aire su pecho y lo dejó escapar lentamente. Después fijó sus ojos oscuros en los de su madre.
—¿Qué sabes de la Vara de Paxia? —preguntó sin más.
Lorna frunció el ceño, confusa ante aquella inesperada pregunta.
—¿La Vara de Paxia?
Adrien asintió.
—Por lo que sé, la portaban las emperatrices del imperio ántico. Las mujeres tenían prioridad sobre los hombres para ocupar el trono, aunque también hubo emperadores. La Vara de Paxia albergaba en ella misma la fuente de magia bruja, una especie de... fuente de protección.
—¿Los brujos gobernaban Noctia?
—¿A qué viene este repentino interés por la historia noctis? Nunca te ha importado demasiado. Solías decir que...
—June era la que tenía que ir en primer lugar, lo sé. Pero te estoy preguntando.
Lorna asintió y no cuestionó las razones por las que su hijo deseaba saber todo aquello.
—Actualmente no gobiernan en Noctia, pero la emperatriz Tanray anhelaba hacerlo hace muchos años. Ella dio inicio a una cruenta y ambiciosa campaña de conquistas. Se contaba que estuvo a punto de hacer suyas las trece terras.
—Y esa vara...
—La Vara mandó crearla la hija de Tanray, Listhy, su heredera. La joven emperatriz quiso cambiar muchas cosas y lo que antes había sido sangre y acero se convirtió en tratados de anexión con provechosas condiciones para las terras que los aceptasen.
»Lysthi fijó que las emperatrices y emperadores habían de someterse al Rito de Paxia, purificar cuerpo y alma, según contaban, y renunciar para siempre a las armas. Era un requisito indispensable para ascender al trono; también lo llamaban Rito de Buena Voluntad para dejar claro a sus anexionados que no deseaban someterlos por la fuerza. Según sé, esa vara recogía el poder de la emperatriz, que también renunciaba a su magia. Simbólicamente, la máxima gobernante de Ántico renunciaba a toda capacidad de dominio sobre sus subyugados: acero y magia. Esta última quedaba captada en la vara que, no obstante, la protegía, pues despojada de todo eso, era alguien vulnerable ocupando un lugar tan detestado como codiciado.
—¿Y dónde está ahora la vara?
—No lo sé exactamente, Adrien. ¿Por qué quieres saberlo tú?
El joven suspiró sin mirar a su madre. Llevaba rato tratando de conectar las explicaciones de Lorna con las de Tayr.
—¿Quién gobierna hoy en Noctia?
—Las terras están divididas. En Ántico hablan de una emperatriz joven, Liatli, que ascendió hará unos cinco años, sucediendo a su pariente, Doroyan Vakko, pero ignoro muchos de sus detalles. Con la construcción del Muro, los acontecimientos de Noctia dejaron de trascender de forma clara y Luzaria nunca se ha inmiscuido demasiado en las formas de gobierno de Noctia o en sus sucesiones. El Consejo de Nix los representa, así que... Lo que haya detrás no es asunto nuestro. La única condición de Luzaria fue la paz entre terras para establecer la Ley Común.
—En la tele no dejan de hablar de la guerra fría noctis, de intereses, de luchas de poder...
—Rumores, cariño. No lo creas todo.
—¿Y por qué no? ¿Qué tendría de extraño? ¿No hubo ya una guerra?
—Sí, pero...
—Has dicho que el trono de Ántico es un lugar codiciado y odiado. Muchos no querrán a esa emperatriz ahí y otros tantos podrían querer ocupar su lugar, ¿no? Siempre pasa con el poder.
La mirada de Lorna se oscureció y Adrien se percató al instante. La ventaja de tener una madre feérica era que el aura que él había aprendido a ver de pequeño era tan colorida que cualquier modificación en su tonalidad le hablaba sobre distintos sentimientos y estados de ánimo.
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Editado: 20.11.2024