Dulce Destino (el Amor De Mis Vidas #2)

Capítulo dos: Sombras tenues

"Tenemos dos fuerzas que nos ayudan a vivir: el olvido y la esperanza. "

Vicente Blasco Ibáñez.

Donato hizo todo lo posible por disimular su mal humor mientras caminaba por los pasillos. Quienes los veían no tardaban en saludarlo y no quería verse como un gruñón el primer día de trabajo. Sin duda nada resultó como lo había imaginado. Nunca había esperado encontrar a aquella mujer el mismo día, pero tampoco esperaba que una estudiante mala conducta hubiese intentado pasarse de lista con él. Respetaba la opinión de todos, sin importar cuán negativa fuese. Sin embargo, ¿por qué tuvo que ser tan maleducada? Además, el hecho de que su voz fuese algo similar a la de ella….

—¡Profesor D'Agostino! 

Tres chicas se acercaron a él. Habían estado en su clase de aire libre. Entre ellas, se encontraba Lauren. La rubia colocó un mechón de cabello detrás de su oreja y le sonrió con modestia.

—Queríamos decirle que su clase fue increíble, estamos ansiosas de ver las siguientes. Tiene una gran vocación para enseñar.

—Gracias —dijo, sonriente. 

—Es admirable ver a un viejo estudiante del conservatorio, regresar a sus orígenes a pesar de lo alto que ha llegado —añadió Lauren, risueña.

Donato volvió a agradecerle y se despidió de ellas cortésmente para dirigirse al comedor. Ya ahí, conversó con algunos profesores. La mayoría de ellos habían sido sus instructores hacía muchos años. Volver siendo parte de su equipo era una experiencia extraña, pero también estimulante.

 Si bien había aceptado el puesto por una razón más egoísta que altruista, esperaba que la experiencia al menos fuese gratificante y entretenida.

Realmente esperaba encontrarla…  

—Pero si es el famosísimo Donato 'Agostino.

Alzó la mirada. Una mujer de unos setenta años tomó asiento en la mesa, justo frente a él. Sonrió al verla.

—Profesora Fiorella —se levantó para besar sus mejillas y abrazarla—. Que gusto volver a verla. No ha cambiado absolutamente nada.

—Oh, por favor. Los halagos ya no te sirven de nada, querido —bromeó ella, palmeando su brazo. A pesar de los años, estaba llena de energía—. Me alegra ver a mi segundo mejor alumno.  

Donato enarcó una ceja, fingiendo incredulidad.

—¿Segundo mejor? Creí que era el primero —se llevó una mano al pecho y suspiró dramáticamente—, mi corazón está roto.

—Siempre habrá alguien que nos supere. Debes vivir con eso, querido —alegó la anciana—. Ahora, siéntate y cuéntame cómo de pronto sentiste amor por la educación.

Donato negó divertido al ver su sonrisa insinuante. La profesora Fiorella parecía ser muy intuitiva, pero en realidad eran los años de experiencia los que hablaban por ella.

—Siempre me ha gustado enseñar. Usted lo sabe.

—Sí, pero no esperaba que decidieras ser profesor en este punto de tu carrera. Apenas y está en la cúspide. Todos nos impresionamos al escuchar que serías el nuevo profesor de historia musical, teoría y composición musical y piano.

—Usualmente, los genios deciden dar clases de ancianos, no antes —agregó Angus, uno de los profesores—. Enseñar cuando podrías estar dando recitales alrededor del mundo y ganando mucho dinero, no es muy sensato de tu parte.

—Bueno, ya dejen al muchacho. Cada quien hace lo que quiere. Cambiemos de tema —intervino Fiorella. Una sonrisa burlona se formó en su rostro—. Imagino que ya habrás conocido a la señorita Lincoln ¿Tuviste un altercado con ella?

Todos en la mesa lo observaron, curioso. Soltó una leve carcajada.

—Nada ha cambiado, ¿eh?. Los chismes se riegan como la pólvora. Sí, tuve un altercado con la señorita… Charlotte.

—Nadie ha dicho nada de lo ocurrido. Ya se esperaba que tuvieras un altercado con ella. No te sientas especial, todos hemos tenido nuestro encontronazo con la jovencita — comentó el profesor Angus. El hombre de mediana edad deslizó sus lentes por el puente de su nariz y lo miró, divertido—. Lo que tiene de mala conducta, lo tiene de buena estudiante.  

 —¿Esa chica es una estudiante sobresaliente? —inquirió Donato, incrédulo.

—Pregúntale a tu queridísima profesora —respondió Angus, señalando con la barbilla a Fiorella. La mujer entornó los ojos.

—La mayoría de los profesores no la porque, no pueden reprochar su rendimiento y replicar sus quejas muy acertadas, pero estos gruñones nunca lo aceptarán en voz alta —la defendió Fiorella—. No sé qué ocurrió contigo y con Charlie, pero tenle algo de paciencia a la muchacha.

 El profesor Angus le dio un leve toque en el hombro a Donato. 

—Ahora sabes quien es su primera mejor estudiante —le murmuró Angus.

Donato suspiró con pesadez. Le tenía un especial cariño a la profesora Fiorella, pues había sido una persona determinante en el inicio de su carrera. No podía creer que alguien como ella le pidiera condescendencia con una chica que, a leguas se notaba, era problemática.

—Una vez una querida profesora me dijo que un profesor no puede adaptarse a cada uno de sus estudiantes, son ellos quienes deben adaptarse a su profesor— expuso, citándola. Fiorella le dio una mirada llena de ternura y reproche a partes iguales por recordar sus palabras y usarla en contra suya—. Podría ser la mismísima reencarnación de Vivaldi o Mozart, pero no dejaré pasar su mal comportamiento. El talento no lo es todo. Si la señorita Charlotte no puede entender eso, non è un mio problema. 

Su violín guindaba en su espalda. Sostenía la correa de Winter, una hermosa pitbull blanca que le servía como perro guía. Era su amiga más leal y querida.  

Nadie notaba que era ciega, en parte, porque no era "ciega" del todo. El tema era demasiado complicado y engorroso como para explicárselo a cada persona que le preguntaba. Sus anteojos y su perro —combinado con su atuendo y el color de su cabello—solamente la hacían lucir como una hippie rockera, agregándole su personalidad malhumorada, era como un repelente de personas y nadie se interesaba nunca en “la mala conducta de la facultad. Había memorizado todos los lugares por los que transitaba para caminar sin dudarlo, pero no le ocasionaba demasiado problema caminar sola, ya que era capaz de percibir algunos objetos. Winter únicamente estaba ahí para avisarle de alguna persona en el camino. Podía ver sombras entre blancas y difusas que estuviesen en movimiento, pero no podía ver algún objeto pequeño frente a sus pies o que se mantuviera inmóvil. Vivía en un mundo lleno de extrañas sombras.




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