"MAX"
—Mamá.
—¡Max! —A través de la pantalla veo su sonrisa de oreja a oreja—. Cuando Luca me contó que estaban en la discoteca, no le creía.
—Sí. —Le devuelvo la sonrisa, eso sí, cargada de cinismo—. Ya sabes cuánto adoro salir con mi hermanito. —Paso mi brazo sobre la espalda de él y lo obligo a aparecer en la video llamada.
—Ma… —saluda, sosteniendo una cerveza en la mano.
—Bebé, ¿ya estás tomando?
—Una y ya.
—¿Una y ya? —Lo miro—. Llevas más de diez y eso sin contar lo que te tomaste en mi departamento.
—¡Luca, ¿qué te dije!
—¡Ma…! —chilla, avergonzado de que lo trate como un niño y, a continuación, me afronta. Su rostro está tenso, enmarcando más su mandíbula cuadrada, como si con eso pudiera meterme miedo—. ¿Qué? ¿Ahora te metiste a chismosa?
—¡No le hables así a tu hermano, respeta!
—Para respetar hay que conocer el significado de esa palabra, mamá, y dudo que Luca lo haga.
—Por supuesto que sé su significado… Es… Bueno, eso ya no importa, pero no me pidan que respete a quien ni siquiera se respeta a sí mismo.
—¿Qué dijiste?... ¿¡Por qué no te callas!?
—¡Por qué no te callas tú primero!
—¡Basta! —Mamá está roja—. Son hermanos, dejen de discutir.
—Él empezó.
—Y dices que ya maduraste.
—Si madurar es ser como tú, no gracias, no quiero madurar.
—Luca, vas a seguir.
—Lo siento, ma. —Se aparta de la cámara y bebe todo el contenido de su cerveza.
—Ay, ustedes me van a matar. —Veo unas manos masajeando los hombros de mi madre.
—¿Quién está allí?
—Es Robert. —Mueve la cámara para que lo vea.
—Ay Dios. —El estómago se me revuelve; mamá está acostada en una cama para masajes y al igual que su novio, lleva solo una toalla cubriendo sus partes íntimas.
—Hola, Max.
—Dr. Olsen.
—Llámame Robert, ya prácticamente somos de la familia, ¿no?
—Claro…
—¿Y cuándo vas a la clínica?
—Esta semana paso.
—¿Seguro? Así me dijiste el mes pasado y no fuiste.
—Es que estuve algo ocupado, pero esta semana sí voy.
—Perfecto, te esperamos entonces.
Cuando mamá vuelve a enfocar su cara, mi estómago experimenta un gran alivio.
—Ya tengo que colgar.
—Bueno, cariño, diviértete y recuerda enviarme fotos.—Me lanza una docena de besos—. Te amo, mi piojito.
Me paso la mano por el rostro, al menos no fui el único avergonzado esta noche.
—Yo también. —Corto la llamada.
—Piojito. —Luca se ríe—. ¿Y qué? ¿Desde cuándo no tienes comezón en la cabeza?
Lo miro.
—Chistosito. —Me peino con los dedos; no tengo comezón, solo son ideas mías.
—Luca.
—Mmm. —Ahora tiene los ojos pegados en su teléfono.
—¿Por qué dijiste que no me respeto a mí mismo? —Él me observa por un par de segundos, desconectándose de aquel aparato.
—¡Luca! —Una chica lo aborda, haciendo que desvié su mirada.
—Lo-re-na. —Abre la boca, sorprendido—. ¿Dónde te habías metido, bomboncito?
—Estaba de viaje.
—Me hiciste mucha falta. —No deja de mirar sus enormes pechos y ella tampoco deja de insinuárselos.
—Mentiroso. De seguro andabas de coqueto con otras.
—Sería incapaz. —Relame sus labios—. Una pregunta: ¿te los hiciste? —Imita unos pechos con sus manos; ella sonríe apoyando ambos brazos sobre la mesa, de manera que sus pechos quedan casi en el rostro de él.
—Solo dos tallas más.
—Ay Dios mío. —Mi hermano traga saliva y Lorena se aleja.
—La semana pasada te vieron con London.
—Solo conversamos. Ella es pasado. En cambio tú, tu eres mi presente.
Ruedo los ojos.
—¿Me lo juras?
—Te lo juro. —No le pensará creer, ¿verdad?
Ella sonríe y le extiende su mano.
—¿Quieres bailar?
—Claro que sí, bomboncito —Recibe su mano y caminan en dirección a la pista de baile.
Niego con la cabeza: o esta chica es muy ingenua, o se está haciendo la tonta.
Luca se desvuelve.
—Pídele a alguna chica que baile contigo —me dice—. A ver si con eso se te quita lo amargado.