Desde donde estaba, Talya podía sentir la pesada respiración de aquel hombre, el cual no dejaba de mirarla ni por un segundo, sin siquiera tomarle importancia al hecho de que había interrumpido el trabajo de muchos de los empleados del lugar. Sin previo aviso y a pasos agigantados se acercó a ella, sin importarle las miradas de curiosidad y enojo de los demás, ya que el moreno estaba más que centrado en aquellos ojos azules que no dejaban de mirarlo como a un maniático.
No le dio tiempo a Talya ni siquiera de reaccionar, ya que en cuanto la tuvo a centímetros de él la sostuvo de la cintura, y la subió a su hombro de la manera más salvaje, como solo un cavernícola lo haría, logrando un pequeño gritito por parte de la rubia, quien se sostuvo de él esperando no caer, pero al mismo tiempo en shock por no saber cómo reaccionar.
Sabrá la diosa como logro salir de allí sin conocer el lugar, la puerta trasera había aparecido allí frente a él como por arte de magia y una vez más Adler confirmaba que tenía una suerte de envidia. Sin demora y con la felicidad al mil, el moreno salió de allí con Talya, encontrándose ahora en una vieja calle, atrás del inmenso restaurante, donde Adler paro en seco al saberse fuera del lugar.
— ¿Qué cree que hace? — Talya había sido la primera en hablar en ese pequeño lapso de cinco minutos, tenía lo boca seca al no entender bien lo que sucedía y al preguntarse quién era ese hombre, vaya que se maldecía internamente al reaccionar mucho después y permitir que la sacará de su lugar de trabajo, pero ¿qué iba a hacer?, los hombres guapos eran una gran distracción y ella no era de piedra como para no ver lo guapo que era él.
A diferencia de lo que la rubia creyó, no recibió ninguna respuesta, mejor dicho, tal y como la subió a su hombro así la bajo, pero, ahora estaba contra algo frío, entre el moreno y una gran pared de ladrillos, en tanto el hombre parecía oler su cabello, o quizás su cuello, no sabía, solo podía sentir la respiración de aquel sujeto en ella.
Al parecer nadie se había tomado la molestia de seguirlos, así que alarmada y horrorizada por estar a solas con un desquiciado lo único en lo que Talya pudo pensar fue en la manera de defenderse, y lo primero que llego a su mente fue el punto débil de todo hombre, y justo como lo imagino así paso, su rodilla había dado justo en la entre pierna del moreno, quien se separó de ella con rapidez, quejándose del dolor.
— Cariño, si me lastimas así con frecuencia no tendremos hijos — Dijo Adler con una sonrisa pintada de dolor, en tanto veía a la rubia quien no disimulaba en nada su expresión de confusión por sus palabras.
— ¿Qué es esto? — Preguntó con enojo y recelo hacía el hombre, el cual ahora parecía ante los ojos de Talya alguien que no sería capaz de hacerle algún daño.
— Lo que hemos esperado toda una vida cielo — Las palabras cada vez eran más confusas, parecían ser un acertijo y ella era mala para esas cosas — Por cierto, deja que tu loba hable, mi león esta furioso — ¿León?, ¿loba?, ¿hablar?, se preguntó la rubia con desconcierto, hasta que su mente se ilumino y pudo saber a lo que se refería, dándole indirectamente donde le dolía.
Por inercia lo primero que Talya hizo fue llevarse las manos a la boca, en señal de sorpresa, procesando la información e intentando creer que estaba equivocada, o que él estaba confundido y que todo no era más que un simple error, pero, sabía que los cambia formas no mentían en eso, su madre la había preparado para ese momento, aunque ahora podía decir que nada de eso le serviría.
— ¿Yo?, ¿tú?... — Preguntó ella, sin formular bien lo que quería decir, no sabía por dónde comenzar, que decir o que creer, no entendía lo que le sucedía, ni que sería lo que conllevaría enfrentarse a esa situación sin una loba interna.
— Si cariño, tú, yo, nosotros... — Respondió él, volviéndose a acercar a ella poco a poco, intentando acortar la distancia entre ellos, cosa que Talya no había permitido — Cariño, no estas equivocada, ese olor atrayente, soy yo — Adler lo había dicho como era, o lo que él creía que ella no entendía, en su mente el moreno pensaba que ella estaba confundida ante el olor favorito de ella que seguro él poseía.
— ¿Olor?... — Murmuró Talya, dando paso hacia atrás al mismo tiempo que el los daba hacía adelante, desconcertándolo, pues no era para nada normal que hiciera eso y lo peor de todo era que a él le dolía.
Como una princesa, su educación había sido la mejor, ella y todos en su mundo sabían sobre el lazo, y la forma en la que cada ser podía saber quién era su alma gemela. Vanya solo soñó con ello hasta los dieciocho años, cuando supo realmente que nunca sabría lo que era eso, y que su alma jamás estaría conectada a la de alguien, ella estaba incompleta, así que el ahora saber que si tenía a su otra mitad la desconcertaba.
— Cielo... — Volvió a decir Adler, sin comprender a la rubia, quien parecía en su mundo, olvidándose de que él estaba allí, y justo cuando estaba por volver a hablarle, ella lo hizo.
— Debes estar confundido... — Dijo ella, conectando su mirada con la de él, quien al final había logrado estar nuevamente cerca de ella, logrado a si sentir la respiración de la chica.
— No lo estoy — Aseguro Adler sin titubear — Y no me quieras engañar, tú eres una loba y sabes que no estoy confundido — Quiso dejar en claro que no era tonto y que con esa frase no lograría confundirlo ni mucho menos apartarlo de ella.
— Yo... — Quiso decir ahora ella, hasta que el estruendo de la puerta abriéndose la interrumpió, en tanto de allí salía su jefe junto a dos guardias de seguridad, interrumpiendo la conversación de ambos.
— Disculpe — Hablo el hombre mayor, logrando captar la atención del moreno — Usted es un distinguido cliente — Dijo con amabilidad — Pero no le permito tratar así a mis empleados, así que de la manera más atenta le pido se retire — La seguridad de su voz le dejo en claro a Adler que no jugaba y aunque bien sabía que esos dos guardias no serían nada contra él, no quería causar problemas.
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Editado: 08.04.2024