Dulce Mío

Capítulo 7.

Adler había regresado a casa totalmente empapado, “Vaya mujer que ha tocado”, pensó mientras se dirigía a su baño, ya que según él Talya había sido cruel al no ofrecerle algo para secar toda el agua que escurría de su fina ropa y su hermoso cuerpo. 

— Que mujer tan desconsiderada — Murmuro antes de entrar a la regadera para tomar un baño caliente. 

La verdad era que no podía de la emoción que sentía, pues, bueno o malo mínimo ya había entrado al departamento de la rubia, tal vez no de la mejor manera, pero al menos no lo había sacado a patadas de su casa, ¿eso quería decir que ya lo estaba aceptando?, se preguntó cuando al fin salió de la ducha. 

No podía asegurar que el no haberle gritado fuera una señal de rendición ante él, porque tristemente también podría ser una clara respuesta de que él no le importaba en lo más mínimo, sin querer el mismo se deprimió con sus suposiciones ante el comportamiento de la rubia. 

— Me volverás loco... — Susurró tocándose la cabeza con desesperación — ¿Cómo se supone que debo seducirte? — Dijo nuevamente pero ahora con diversión, pues a pesar de las constantes negativas de la rubia, él no pensaba darse por vencido, porque sabía que no estaba loco y que lo que sentía al estar con ella solo podía ser eso, el lazo, ese que por más que Talya lo negara allí estaba. 

Adler estaba seguro de que podría enamorar a su compañera, aceptaría el hecho de que ella no pudiera reconocerlo como su destinado al igual el que no pudiera marcarlo, porque él solo la necesitaba a ella y en esos momentos la rubia estaba en negación ante la sorpresa que había sido encontrarse con algo que creyó imposible. 

— Lo siento cielo — Dijo el moreno sentándose en su cama — Pero no pienso quedarme así — Estaba seguro de que esperaría lo necesario hasta que ella lo dejará entrar un poquito en su corazón, claro que pensaba trabajar en eso, por ello su ya mente estaba planeando un sin fin de cosas con las cuales podría conquistarla. 

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¿Qué necesitaba?, un psiquiatra, pensó Talya, pero no ella sino el pelinegro que no la dejaba ni a sol ni a sombra, el muy idiota no la dejaba ni descansar, porque hasta sus sueños había invadido el gato ese, su madre muchas veces le había dicho que cuando encontrará a su destinado este se robaría cada suspiro suyo y sería el protagonista de sus sueños, pero ¿Cómo podría aceptarlo si no podía reconocerlo?, una parte de ella quería creer ciegamente en sus palabras, pero la otra no quería caer en alguna trampa o juego, aquellos como los que toda su vida había tenido que soportar. 

En fin, lo único que invadía su mente esa mañana era el sueño que se cargaba, porque en toda la noche no había podido pegar ni un solo ojo, solo le pedía a la diosa no quedarse dormida en medio de la cocina o peor a un dormirse mientras preparaba un postre, eso sí que sería el fin de su sueño. 

— Estúpido gato... — Dijo cerrando la puerta de su departamento mientras al mismo tiempo bostezaba. 

Al salir del edificio pudo estar tranquila, ya que él no estaba allí, después de lo de la noche anterior temía que cuando saliera a trabajar Adler estuviera parado frente a puerta esperando, al parecer se le había vuelto una costumbre invadir su espacio y seguirla como si fuera su misma sombra. 

Con cautela y tan rápido como pudo salió del lugar, tomando inmediatamente un taxi, los cuales casi no solía utilizar, pero que ese día necesitaba, ya que no sabía si Adler podría aparecerse por ahí, tal vez solo esperaba el momento de verla sola y fuera de sus terrenos. 

— Ese gato es demasiado astuto — Dijo con un gran alivio al sentirse segura dentro del vehículo. 

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Parecía que uno era el cazador y el otro la presa, ya que mientras uno planeaba la manera de seducir a su destinada, la otra no dejaba de vigilar cada espacio donde estaba, parecía que para Talya el moreno era peor que una plaga. 

— Siempre puntual — Ese era Noah, el hijo del dueño de restaurante, quien con una sonrisa radiante le daba un cumplido a la rubia. 

— Buenos días — Respondió ella, intentando corresponder aquel gesto, mientras se acercaba a la entrada. 

Con un asentamiento de cabeza y una sonrisa aún más radiante que la otra Noah se despidió de ella, antes de entrar al lugar, bajo la atenta mirada de todos los demás empleados que ya habían llegado. 

— ¿Ya debería llamarte jefa? — Dijo una de las chicas quien junto a ella preparaban los postres. 

— Ahora debemos ser respetuosos — Dijo otro con la misma diversión de la chica, provocando pequeñas risas en todos los demás, menos en Talya, quien no sabía que querían decir con eso. 

— ¿Qué? — Preguntó con confusión y curiosidad, ya que al parecer todos habían entendido. 

— Vamos Talya, ¿no te has dado cuenta? — Cuando escucho la pregunta, la rubia no pudo evitar mostrar una de auténtica confusión, lo que hizo que la chica simplemente suspirará pidiendo paciencia para lidiar con la inocencia de su amiga. 

— ¿Es que no te has dado cuenta de que le gustas a Noah? — Preguntó su amiga con desesperación, recibiendo una risa por parte de Talya, quien no creía eso, ya que desde que conocía al chico, este siempre le había parecido amable pero solo eso. 

— No lo creo, deben estar equivocados — Respondió ella intentado creer lo mismo. 

— Que tu no lo veas no quiere decir que nosotros tampoco — El tono que había utilizado la chica no había sido el mejor, pero, a veces necesitaba hablar así para cuidar a Talya, que en muchas ocasiones podía ser bastante inocente y por ello nunca había tenido una relación, ya que jamás se daba cuenta de las señales. 

— No lo creo — La rubia quería hacerse a la idea de que lo que los demás decían era un simpe error, ya que, para ella Noah simplemente era el hijo de su jefe. 




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