Dulce Mío

Capítulo 8.

¿Pervertido?, quizás esa era la palabra que definía a Adler o al menos eso era lo que pensaba Talya, ya que a pesar de que entre ellos hubiera algún tipo de conexión eso no quería decir que pudiera estar todos los días sin falta en la entrada del edificio, solo un maniático como él haría eso, prácticamente estaba invadiendo su espacio personal.  

— ¡¡Por la diosa!! — Dijo la rubia desesperada, ya que era el día número seis que lo encontraba en esa misma posición de galán frente a su puerta — ¿No piensas dejarme en paz ni un solo día? — Preguntó con fastidio. 

— Sabes perfectamente que eso no sucederá... — Respondió el moreno con una sonrisa triunfal, de esas que podrían enamorar a cualquiera — Además este será el rostro que veas al despertar cada mañana por el resto de tu vida — Aseguro en tanto caminaba hasta la chica quien con una expresión neutral lo miraba. 

— Pareces muy seguro... — Dijo ella entre dientes, aguantado las ganas inmensas que tenía de golpearlo hasta borrarle esa estúpida sonrisa. 

— Lo estoy — Odiaba eso, odiaba que a pesar de haberlo rechazado una y mil veces en los últimos días él parecía no entender el mensaje que trasmitía, no negaría que su presencia alteraba cada rincón de su ser, pero lo que también no podía evitar era el hecho de que algo más en ella no le permitía sentir ese lazo que los unía, sabía que podía sonar infantil e indecisa, pero era de esas ocasiones en las que la mente, el corazón y el cuerpo parecían ser unos extraños, que se negaban a congeniar, porque cada uno piensa y siente lo que quiere. 

— Haz lo que quieras — Ella admitía que no tenía el corazón para decirle que se fuera, por más insistente e irritante que fuese, sus padres siempre le habían dicho que el lazo era lo más importante para su raza. 

— Talya... — Antes de entrar al edificio escucho que Adler la llamaba y tal vez sonaría loco, pero en su voz podía percibir un poco de tristeza — ¿Es tan difícil para ti aceptarme? — El drama y la tragedia era todo lo que rodeaba su vida, había sido como un fenómeno desde su nacimiento y ahora se enfrentaba a lo que estuvo evitando por años, esa podría ser la señal de que la felicidad no era para ella. 

— Si... — Dijo en voz baja, sin siquiera atreverse a voltear porque sabía que lo que viera al hacerlo no sería nada bueno — Quizás no lo notes, pero yo soy como ellos... — Adler entendía a la perfección lo que intentaba decir, pero eso no era lo que él necesitaba, aunque sonará egoísta él quería una respuesta, una que le diera la solución a su problema, así fuese definitiva — Yo, no siento lo mismo que tú, para mí solo pasas como alguien que acabo de conocer, un chico sonriente, de bellas facciones y miembro de una dinerada familia, tú solo eres eso... y ya — A pesar de lo que había dicho ella en ningún momento se giró para verlo, y en cuanto termino entro tan rápido que el moreno ni siquiera pudo decir nada más. Era mejor ser clara, y no dejar nada que pudiese darle un rayo de esperanza, aunque ella no entendía o no quería entender lo que pensaba Adler. 

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Sonaría tonto, y engreído, pero de todo lo que la rubia había dicho en su cabeza solo sonaba la frase de “bellas facciones”, ¿podría ser que ella lo encontrará atractivo?, porque de ser así ahí estaba su oportunidad, ya que eso quería decir que él no le era indiferente y eso podría ser un avance a su favor. 

Sin duda Adler Baumann estaba loco, porque después de estar casi llorando por obtener una respuesta positiva por parte de ella, ahora sonreía como si fuese un niño al cual le había regalado el dulce más rico y enorme que podría tener y entre toda su locura no dudo levantar su cabeza hasta que su mirada capto la ventana del departamento de Talya, para después gritar como si solo él estuviera allí. 

— ¡¡Puedo hacer lo que sea por ti!! — Grito, antes de correr a su auto e irse como loco a quien sabe dónde, pero, eso sí, con una sonrisa tan amplia que parecía que no se borraría con nada, pues había comprendido que si ella no podía reconocerlo entonces la única forma de atarla a él sería al estilo humano, enamorar era su don y lo pondría en práctica con su rubia. 

— Lo que sea... — Volvió a susurrar cuando se dirigía a su departamento, sin percatarse que ya tenía más de quince llamadas perdidas de Niklas, así que probablemente el hombre estaría furioso. 

— Más te vale que no estes haciendo tonterías — Dijo rápidamente el mayor con tono furioso. 

— Yo estoy de maravilla gracias y ¿tú? — Respondió Adler sarcásticamente evadiendo la amenaza de su hermano, quien efectivamente estaba enojado. 

— No te hagas el gracioso, no estoy para tus idioteces — Enojado tal vez no era la palabra correcta, porque su tono de voz ya había rebasado los límites de tal emoción. 

— Oye, tranquilo... — Respondió él, intentando entender el mal humor de su hermano — ¿Ahora que te puso de malas? — Preguntó con un tono tranquilo, ya que no entendía que era lo que había hecho para tener que soportar eso en un día tan tranquilo y feliz como ese. 

— ¿Qué no te has dado cuenta de las llamadas? — Preguntó Niklas sin disminuir el enojo en su voz. 

— ¿Cuáles llamadas? — Preguntó ahora Adler sin entender quien lo tendría que haber llamado. 

— ¿Como que cuales?, pues las de Kasch — Al escuchar ese nombre casi palideció, no era que le tuviera un inmenso miedo a su otro hermano mayor, pero si Niklas era corto de paciencia el otro lo era más, así que tendría que lidiar con los regaños de dos leones ancianos. 

— Recuerdas que hace poco compre un teléfono nuevo... — Niklas no lo dejo terminar la frase, ya que solo eso había bastado para entender lo que el menor había hecho. 

— Adler... — Dijo con voz recriminatoria — Supongo que Kasch no tiene tu contacto, ¿cierto? — Preguntó, borrando poco a poco el mal humor en su voz. 




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