Dulce Mío

Capítulo 9.

Rosas, chocolates, joyas, sin lugar a duda Adler se había esmerado en encontrar un regalo perfecto para la rubia que lo traía loco, quizás y solo quizás podría enmendar la forma en la que se habían encontrado y su forma tan salvaje de comportarse, aunque no era del todo su culpa, pues sus genes al final eran de un lycan así que había sido imposible controlarse al sentirla tan cerca, pero, al fin ya lo había comprendido, había llegado a la conclusión de que si ella no podía reconocerlo entonces tendría que hacer lo que los humanos, enamorarla, aunque eso no le gustaba del todo, ya que los Baumann no eran del todo pacientes.  

Imagino que para ella el verlo no sería del todo grato, pero si quería conquistarla debía correr el riesgo de sus rechazos, así fue como en indecisión y con el corazón en la boca por los nervios llego hasta la puerta del restaurante, decidió esperarla a que terminara su jornada, para amablemente e inocentemente ofrecerle llevarla hasta su casa, claro que no imagino que la rubia saldría junto a un castaño el cual parecía agradarle más de lo que parecía. 

Quizás dolía, bueno de hecho, si dolía y mucho, de una manera inexplicable, ya que podría sonar ridículo dadas las circunstancias, pero en serio deseaba que al menos una vez ella le regalara esa bella sonrisa que tenía, esa era la primera vez que la veía haciendo esa expresión y podía jurar que desde ese momento era su favorita. Ante tan bella imagen casi olvidaba que junto a Talya se encontraba un intruso, uno que hacía despertar sus celos de una manera abrumadora, ya que podía sentir que estaba entrando un desagradable triángulo amoroso. 

— Bien, el domingo a las ocho — Dijo el castaño haciendo más amplia su sonrisa provocando en Adler un gruñido profundo. 

— Claro — La respuesta de Talya había sido como un cuchillo afilado, que se clavó muy adentro del corazón del moreno, quien no hacía más que apretar el puño para controlar la rabia que sentía. 

— Te enviare la ubicación — Volvió a decir el castaño antes de desaparecer en dirección contraria a la de la rubia, lo cual dejo a Adler un poco aliviado, pero solo un poco ya que seguía un tanto enojado por la escena tan melosa que había presentado. 

— Solo debe ser un amigo... — Quiso hacerse creer a si mismo mientras veía como ella comenzaba a caminar, seguro con rumbo a su departamento, sin borrar la sonrisa de su rostro, lo que hizo que Adler soltará una sonrisa irónica seguida por un gruñido, ya que además de enojado se sentía algo tonto — Diosa Luna, lo siento, es por una buena causa —Hacía muchos años el moreno había decidido que jamás inmiscuiría en la vida privada de las personas que el apreciará, pero era tanta su curiosidad y su posesividad que por primera vez lo haría, porque sin lugar a duda tenía que saber todo sobre lo que pasaría ese día y donde estarían, estaba seguro que sería la sombra de ambos, no los perdería de vista ni un segundo. 

— Si jefe — No había perdido tiempo ya que inmediatamente llamo a uno de sus empleados, uno de los mejores de hecho, ya que necesitaba cuanto antes información. 

Después de explicarle al chico muy minuciosamente lo que tendría que hacer a no le quedo más que regresar a su casa acompañado de un ramo de rosas y una gran caja de chocolates los cuales obviamente nunca llegaron a ser entregados. 

Al regresar lo que inmediatamente hizo fue darse una larga y merecida ducha antes de comenzar a trabajar, donde intentaría borrar ese mal sabor de boca que tenía desde hacía rato. Justo cuando estaba por terminar el trabajo pendiente el sueño se apodero de él, por lo que Adler quien desde hacía noches no dormía bien no pudo resistirse a cerrar los ojos para descansar. 

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El día siguiente fue totalmente normal, rutinario en pocas palabras, o al menos eso pudo notar cuando volvió a hacer lo mismo que hacía tres semanas atrás, desayunar en su lugar favorito, terminar pendientes, comer en un pequeño lugar cerca del centro y cenar cualquier cosa en su departamento, para despupes volver a hacer más trabajo y caer rendido en la cama más o menos a las cuatro de la mañana, ahora era cuando notaba que a pesar de no tener ninguna relación con Talya había podido salir de su rutina, había logrado cambiar sus pasatiempos por algo más importante, solo que justo en esos momentos y en esos dos días había vuelto a ser lo que era. 

Era viernes, justo las 11 de la noche, Adler a un no dormía, ya que estaba buscando la información que Kasch le había pedido con urgencia y aunque ya había enviado una buena cantidad de datos sabía que no sería suficiente, o al menos él sentía que algo no cuadraba, había algo que seguro no veía, eso pensaba cuando su teléfono sonó, mostrando en la pantalla el nombre del chico del cual esperaba con ansias la llamada. 

— Dime todo — Demando Adler si dudar ni un segundo. 

— Golden Apple, calle Begonia, reservación a las ocho de la noche, pasará por ella media hora antes — Respondió el chico rápidamente y sin titubear, logrado complacer a su jefe con toda esa información. 

— Bien, creo que yo también tengo una reservación — Murmuro Adler sin despegar el móvil, lo que provocó que la persona al otro lado del teléfono escuchará o que decía. 

— No puede ir — Dijo de pronto el chico, sin pensar que ahora estaba contradiciendo a Adler y logrado que este de repente se enfureciera — O al menos no solo — Volvió a decir rápidamente antes de que el moreno le dijera hasta de o que se iba a morir. 

— Explícate — Pidió el moreno respirando profundo. 

— El restaurante planeo una noche de parejas para ese día — El león solo apretó sus dientes de una forma casi dolorosa, aguantando la rabia que estaba corriendo por todo su ser en tanto intentaba controlar las ganas de ir y borrarle la sonrisita al castaño. 

— Aun no entiendo que me quieres decir — Sin siquiera disimular su enojo se atrevió a decir. 




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