Dulce Mío

Capítulo 11.

— ¿Como me veo? — Preguntó Léa con una sonrisa, mientras le mostraba a Adler el vestido que había comprado para esa noche. 

— Acaso eso importa — Respondió él desde el coche sin ningún interés en lo que su amiga decía. 

— Por supuesto que sí, debo causar celos, así que debo verme bonita, ¿no? — Dijo la rubia con gracia, provocando un gruñido por parte de su amigo. 

— Vamos — Fue lo único que respondió Adler antes de arrancar el auto hasta su destino, el cual era aquel restaurante, donde para su desgracia se encontraba cierta rubia con cierto castaño tonto que seguro estaba haciendo de todo para enamorarla y pedía a la diosa que no fuese así porque entonces si no se podría controlar. 

Al llegar al lugar notó inmediatamente el aire romántico, ese que se respiraba por todas partes, cosa que lo hizo enfurecer a un más, al punto de apretar las manos en forma de puño de tal manera que parecía que le explotarían. 

— Vamos, esto no puede ser tan malo — Dijo de pronto Léa mientras entraban y al mismo tiempo veían como muchas parejitas acarameladas salían del lugar. 

— Espero que ese estúpido no crea que saldrá de aquí así con mi rubia — Soltó Adler con rabia al ver tal escena en tato se imaginaba que ellos podrían estar así. 

Al entrar por aquellas puertas de inmediato sintió una mirada sobre él, un sentimiento inconfundible y su león interior sabía perfectamente de quien se trataba, pero también sabía que ella no se encontraba sola, así que sin pesarlo dejo que Léa comenzará su trabajo, y el primer paso fue tomarlo del brazo, como solo un par de amantes lo haría. 

— No la mires — Susurró Léa quien esa noche sería la mente maestra del plan para casi matar de celos a la loba. 

— No la he mirado — Respondió él de la misma forma, intentando disimular el nervio que le causaba tenerla cerca y olerla después de tantos días. 

Por indicaciones de su emocionada amiga él paso junto a Taya sin siquiera regalarle una sola mirada, y nada le había costado más en la vida que eso, ignorar a su mate había sido lo peor que había hecho en toda su vida, por ello tuvo que tener el suficiente autocontrol para no llevársela de allí como todo un loco salvaje que no comparte lo que le pertenece, pero el fuerte brazo de Léa se lo había impedido. 

— Quieto bestia, el plan esté funcionando — Volvió a susurrar la castaña quien había podido notar perfectamente la expresión de sorpresa de la rubia y la inquietud con la que los miraba como si estuviera presenciando la escena más dolorosa de su vida. 

Para la buena suerte del moreno, se les había asignado una linda mesa junto a s mate, a una distancia prudente desde donde podría escuchar todo lo que digieran y así los mantendría vigilados toda la velada, ya que no dejaría que aquel castaño creyese que podría quedarse con su Talya. 

— Señorita, su orden — Escucho Adler y eso lo alivio, ya que creyó que mientras comían quizás el chico no intentaría nada con ella. 

A diferencia de lo que imagino todo se volvió un caos en tan solo segundos, ya que cuando escucho como el Noah le preguntaba con voz alterada a Talya que le pasaba supo que algo andaba mal, así que su plan de celos se fue por la borda cuando se levantó de aquella silla para estar inmediatamente junto a la mesa de los otros dos y sin previo aviso cargarla en sus brazos para salir de allí. 

— ¿Qué estaba comiendo? — Preguntó creyendo que esa podría ser la respuesta al estado en el que se encontraba la rubia. 

Estaba tan alterado que solo preguntó lo que se le ocurrió en tanto subía a Talya a la parte trasera de su auto junto a Léa quien la cuidaría todo el camino. 

— No lo sé, pulpo, tal vez — Aquella fue la respuesta que Adler necesito para salir corriendo de allí, pisando el acelerador lo más que podía, nen tanto la rabia y la impotencia se apoderaban de él de una forma feroz y salvaje, pues no podía creer que aquel chico quien con un motivo claro llevo a su rubia a una cena en un lugar para parejas no supiera que era alérgica al pulpo, eso era el colmo. 

El camino le había parecido eterno, sentía que llevaba horas manejando y simplemente no llegaba a su destino, al parecer esa noche los hospitales también habían decidido cambiar de dirección pues no encontraba ninguno, hasta que por fin había dado con uno, y al verlo parecía que le había regresado el alma al cuerpo. 

— Alergia — Dijo el médico de turno al ver a Talya. 

— Pulpo — respondió rápidamente Adler sin siquiera poder ocultar si expresión de preocupación mientras el doctor preparaba el medicamento correspondiente para controlar la alergia. 

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Talya en ningún momento pudo despegar sus ojos del moreno, ni por un solo segundo y a pesar de lo mal que se sentía, ya que parecía increíble que a pesar de estar en una cita él se haya tomado el tiempo de llevarla hasta un hospital y lo más increíble era que él supiera ese pequeño dato sobre ella que casi nadie conocía, ya siempre lo había guardado muy bien, después de todo, se creía que los cambia formas eran tan fuertes que jamás se enfermaban. 

— Sabes perfectamente que eres alérgica a eso, ¿no pudiste leer los ingredientes? — Pregunto el moreno con voz teñida de preocupación y enojo, pero no hacía ella ni hacía aquel castaño, de hecho, no sabía porque estaba enojado, pero en esos momentos no se podía controlar, había tenido el susto de su vida y justo esa noche había descubierto lo que era el terror. 

— No...te...incumbe — Dijo Talya con voz cansada y con recelo, algo que no planeo hacer, pero que instintivamente había hecho su cuerpo y en especial su boca. 

— Por supuesto que si — Respondió él aún más enojado al ver que ella seguía a la defensiva con el a pesar de no haberlo visto en días. 

— ¿Por qué? — Preguntó ahora ella mientras lo veía esperando su respuesta. 




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