Dulce Mío

Capítulo 17.

Al tenerla frente a ella comprendía completamente la actitud de Adler, pues la chica tenía una sonrisa siniestra que sin duda le dejaba en claro lo loca que estaba. Miedo no tenía, pero si curiosidad, porque podría ser que era ella a quien se referían en aquel documento que tan solo minutos antes había leído. 

— Debes ser Jelena... — Dijo la rubia mientras se acercaba lentamente hacía la chica, quien no había ocultado su asombro al ver que ella sabía su nombre. 

— Esa misma... — Ya no había duda, estaba loca, pues en tan solo segundos paso de una expresión de asombro a una de diversión, algo bastante retorcido según Talya. 

Parecía que a Jelena le divertía tenerla frente a ella, ya que en ningún momento dejo de sonreír como si ella fuese un lobo que había encontrado a una linda presa para la cena y era gracioso pues ella descendía de lobos y ahora estaba sien do acorralada por una cambia formas de león. 

— Este es un lugar muy peligroso, ¿qué haces aquí sola princesita? — Su pregunta no le había sentado para nada bien a Talya, quien sin ocultar su recelo hacía ella contesto. 

— ¿Debería tener miedo? — Preguntó con tanta ironía que nuevamente la expresión de Jelena cambió, ahora se veía un poco furiosa, pues lo que la rubia insinuaba no le causaba ninguna gracia, ¿acaso era ella tan insignificante como para no considerarla una rival digna?, por eso odiaba a los lobos, por creerse superiores a todos. 

— ¿Tú que crees? — Preguntó con tono mordaz y controlándose un poco más, antes de llevar a cabo su plan. 

— Que no... — Respondió Talya segura, sin titubear al decirlo — No eres más que una mascota que sigue ordenes... — La rubia no dudo en decirlo, ya que estaba segura de que ella era tan solo una marioneta detrás de una mente maestra. 

— Si que sabes ser hipócrita... — Dijo jelena en tanto se acercaba a la rubia — Según lo que me dijeron de entre los hijos del rey de los lobos tú eras la más dócil... — Volvió a decir. 

— Solo es por eso que estas aquí — Afirmo la rubia sin retroceder — De ser de otra forma no serías tan valiente — Termino de decir ella sin temer lo que pudiese pasar. 

— Tienes razón — Dijo Jelena, tomándola por el cuello — Y como es así es que estoy aquí y es la realidad... — Volvió a decir cerca del rostro de Talya — Es una pena que no tengas una loba que te defienda... — Susurro en el oído de la rubia, dejando en claro que sabía de su secreto. 

Por más que Jelena apretará el cuello de Talya, esta parecía no pensar en nada, para sorpresa de la chica la rubia ni siquiera se defendió y mucho menos suplico, sin lugar a duda los lobos eran seres muy orgullosos, pero, aun así, eso no hizo que la chica retrocediera en lo que estaba haciendo, no pensaba soltarla por nada, porque ella no iba a permitir que nadie la subestimará. 

— Suéltala — Esa voz masculina era desconocida para Talya, quien muy a penas y había podido reconocer al hombre que hablaba y que al parecer Jelena conocía. 

— No quiero — Respondió ella apretando más fuerte el cuello de la rubia. 

— NO TE PREGUNTE — Grito él hombre, lo cual provoco en Jelena una reacción inesperada al menos para la loba, pues en un segundo la soltó y Talya no pudo evitar caer al suelo, buscando desesperadamente aire. 

— ¿Por qué? — Preguntó la Chica en tanto se acercaba al desconocido hombre. 

— No te importa — La forma fría en la que respondía ponía en alerta a Talya — Lo siento cariño... — Dijo el hombre bajando a la altura de la rubia quien seguía en el suelo, tomando su mentón con una de sus manos para que lo mirará a la cara — Tú no eres a quien busco... — Y callo antes de seguir — Pero, dale mis saludos a Adler — Había sido todo lo que había dicho el hombre antes de irse junto a Jelena quien furiosa le reclamaba por haberla detenido. 

A ella la falta de oxígeno la había dejado en un estado de casi total inconciencia, pues llegó al punto que solo veía lo que pasaba, pero no lograba entender ni escuchar bien, parecía que en cualquier momento se desmayaría, y eso sucedió justo antes de escuchar como una voz preocupada y rota gritaba su nombre. 

— ¡¡TALYA!!..... 

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En aquel pasillo de hospital, frío y de un fantasmal color blanco Adler solo podía maldecirse por haberla dejado salir de su departamento sola, ¿cómo había sido tan estúpido al dejarla sola?, él sabía los peligros que ella corría al estar cerca de él, pero aun así no se había puesto a pensar más allá de su preocupación por mantenerla alejada de todo. En esos momentos no podía culpar a nadie, aunque si se preguntaba ¿dónde habían estado sus hombres en ese momento?, pero aun así no podía pensar en nada más que en su rubia, y en la culpa que él sentía. 

— Adler... — Era el doctor, un gran amigo suyo quien la había atendido —Ella está bien, ahora estará descansando... — Volvió a hablar antes de guardar silencio preocupando al moreno. 

— ¿Qué pasa? — Preguntó, mientras se sentía peor por siquiera imaginar que algo malo le estuviera pasando a causa de aquellos dos. 

— No es nada malo.... creo — Dijo pensativo el doctor. 

— Explícate... — Pidió Adler sumamente controlado. 

— Algo está cambiando en ella... — Se atrevió a decir el hombre, mientras veía la expresión de confusión del moreno — No sé qué es, así que no puedo afirmarte nada... — Ambos parecían en la misma situación, ninguno comprendía, y al menos Adler no alcanzaba a entender que quería decir su amigo con eso. 

— Pero, no te preocupes, no debe ser nada malo — Dijo él esperando tranquilizar al león — Ahora si quieres puedes pasar a verla — Aquello fue lo único que escucho Adler, ya que en tan solo segundos ya estaba en la habitación. 

Pero no estaba preparado para enfrentarse a eso, pues al ver a su rubia tan pálida y en aquella cama le había sido imposible no llorar. Su cabello se veía de una rubio intenso por lo pálida que estaba su piel mientras al mismo tiempo a causa de eso las marcas en su cuello eran más notorias, él definitivamente no estaba preparado para ver al amor de su vida en ese estado. 




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