Dulce Mío

Capítulo 18.

Sin lugar a duda esa había sido la noche más larga para Adler, pues se había pasado cada minuto cerca de la rubia, y no había salido de allí n siquiera para comer algo, parecía que no necesitaba nada más que estar junto a ella. 

— Adler, te he dicho que está bien, deberías salir y comer algo — Dijo su amigo, quien había notado que ya era de día y el moreno nunca había salido de allí para nada. 

— Debo estar aquí cuando despierte... — Respondió Adler, seguro de que no quería volver a dejar sola a Talya nunca más. 

— Pero ella está en buenas manos, sabes que este es uno de los hospitales más seguros — Intento convencerlo — Te garantizo que nadie entrará aquí sin tu consentimiento — Solo aquellas palabras lograron convencer al moreno, quien a regañadientes acepto salir a respirar un poco de aire y a cambiarse de ropa, además debía investigar por qué nadie de sus hombres había estado cuidando de Talya en el momento de lo sucedido, pero parecía que alguien ya había leído sus pensamientos y se había encargado de eso, ya que justo en el momento en el que salía del hospital su teléfono comenzó a sonar. 

— ¿Que me tienes? — Preguntó Adler en tanto subía al auto. 

— Debería venir, esto no le gustará nada — El moreno sabía que se trataba de algo delicado, ya que todos aquellos que trabajaban con él sabían que odiaba que lo molestarán por cosas triviales, así que era seguro que habían encontrado la raíz del mal y de sus recientes problemas. Después de esa muy corta llamada había conducido como loco hasta el lugar donde se encontraban sus más fieles empleados, llegando en solo cuestión de minutos, aquellos que le habían parecido una eternidad. 

— Jefe, esto no le va a gustar... — Dijo su mano derecha, quien lo había recibido en la entrada de aquel siniestro lugar. 

— ¿Quién ha sido? — Preguntó Adler sin inmutarse, ya que nadie tenía que decírselo, él claramente imaginaba que había un traidor entre su gente y eso no lo iba a perdonar, mucho menos después de haber involucrado a su rubia. 

Cuando el moreno estuvo frente a aquel que había logrado llevar a cabo esa desgracia Adler no lo pudo soportar y golpeo al hombre, solo había sido uno, pero con la fuerza que a él lo caracteriza había sido un milagro que no lo hubiese dejado inconsciente. 

— ¿Te pagaron bien? — Preguntó Adler con enojo en su voz. 

— Lo siento jefe... — Intento explicarse el hombre, pero había sido imposible, porque el moreno lo había interrumpido. 

— Eso no vale nada para mí... — Respondió el león — ¿Sabes siquiera todo lo que provocaste por dinero? — Había dicho esa pregunta al aire, pues quería creer que de verdad había tenido algún motivo, quizás lo habían amenazado, eso quería creer el moreno, pero no era así, aquel hombre simplemente lo había hecho por dinero y eso Adler no lo iba a dejar así, como si nada hubiese pasado. 

Al verlo mal herido y que no se arrepentía pese a pedir disculpas un centenar de veces Adler lo dejo ir de allí, pero no sin antes enviar una gran advertencia. 

— Ve y diles a esas ratas.... — Dijo el león haciendo una pausa para acercarse al hombre — Que Kasch Baumann no está solo, que, si quieren guerra, guerra tendrán — Después de decir aquellas últimas palabras el hombre había salido corriendo como si su vida dependiera de eso, y lo gracioso era que de hecho esa era su realidad, porque al final su traición solo le había traído la muerte. 

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Había tardado más de lo que había deseado en aquel lugar, pero, por más que quiera regresar junto a Talya no podía, primero debía estar limpio, así que había decidido pasar a su departamento por unos pocos minutos, su plan era una ducha rápida y comer cualquier cosa que encontrase en la cocina. Todo eso lo había logrado sin ningún problema, por ello pensó que regresaría junto a su luna más rápido de lo que había prometido, pero, justo cuando estaba por tomar su chaqueta limpia un terrible zumbido apareció, sentía que le taladraba los oídos y por más que intentaba ahuyentarlos no podía, fue en ese mismo momento cuando sintió que todo le daba vueltas y su vista se nublaba, era la clara evidencia de que algo no estaba bien, pero, aunque estuviese n lo cierto no había podido evitar no sucumbir ante aquellos síntomas que de un momento a otro lo habían dejado en el suelo. 

No sabía cuánto tiempo había pasado, ¿segundos? ¿minutos? ¿horas?, no tenía idea, ya que cuando despertó lo único que pudo escuchar fue que su teléfono sonaba una y otra vez, aún no entendía que había sucedido, ya que aún no lograba ni recomponerse del todo, pero, aun así, tan distraído respondió a aquella llamada. 

— Se que yo fui quien dijo que te fueras, ¿pero dónde rayos has estado? — Preguntó su amigo al otro lado del teléfono y por lo que Adler había alcanzado a comprender su voz sonaba alarmada. 

— ¿Que sucede? — Preguntó de inmediato el león, logrando dispersar su confusión y recomponiéndose sin dificultad 

— Talya está fuera de control... — Aquello había dejado sorprendido al moreno, quien no logra comprender del todo lo que su amigo decía — Adler, ¿no dijiste que ella no tenía una loba interior? — Y era cierto, pensó Adler para sí mismo, mientras terminaba la llamada y salí corriendo hacía el hospital de forma desesperada. 

Para su muy mala suerte ese día había asido de mucho trafico lo que lo había retrasado unos minutos, los cuales habían sido eternos para él, ya que, parecía que algo lo llamaba, y cada que un minuto psaba sentía más la necesidad de estar cerca de ella, de su Talya. 

Al llegar el primero en recibirlo había sido su amigo, quien con una cara de sorpresa le aseguró que el sería el único que podría entrar a esa habitación en la cual estaba Talya, a esas alturas del momento Adler no entendía que era lo que sucedía, solo podía escuchar una fuerte respiración al otro lado de esa puerta, claramente dicho sonido no podía ser producido por su rubia, ya que este era más como de una animal grande, o eso pensó inmediatamente Adler, quien después de segundos comenzó a creer una idea descabellada, la idea que lo había impulsado a entrar por aquella pequeña puerta. 




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