Dulce tentación

Capítulo - 1

El murmullo de los feligreses hacía eco en la pequeña iglesia parroquial. Honey intentaba concentrarse en el acompasado repiqueteo de la lluvia contra los grandes vitrales del edificio para no escuchar el monótono e hipócrita discurso de su primo, Charles Knight.

Huérfana de madre desde los cuatro años, se había convertido en la razón de ser del ahora extinto Sir Arthur Knight. Un incesante parloteo que provenía de la fila de bancos inmediatamente detrás de ella, la sacó de sus cavilaciones.

—Pobre muchacha, ahora quedará a merced de su ambicioso primo.

—Para librarse de él lo único que le resta hacer es buscar marido, pero estando de duelo, será difícil que participe de la temporada este año.

—Igual podría buscar algún pretendiente, estoy segura de que muchos querrán hincar el diente a la fortuna de los Knight.

—Es verdad, a una jovencita con tan importante fortuna no  le faltarán propuestas, sin embargo, es probable que deba espantar a varios petimetres interesados únicamente en su dinero.

A Honey le resultó desagradable y desubicado el comentario de las damas. Ella no pensaba casarse y sabía que su primo no podría deshacerse de ella con tanta facilidad. Solo ella conocía la receta secreta del chocolate Knight, por lo tanto, tenía asegurado su futuro en la empresa familiar, aunque le pese a Charles.

La joven tuvo ganas de darse la vuelta y decirle unas cuantas cosas a esas cotillas, pero se contuvo, no podía armar un escándalo, además, estaba demasiado triste. Las últimas semanas fueron desesperantes. Ver a su amado padre apagarse de a poco, le rompió el corazón. Siempre lo había visto como un ser inmortal, su héroe y mejor amigo.

Se acomodó el elegante sombrero del cual pendía un velo negro que le cubría la mitad del rostro. Apretó con fuerza el pañuelo que sostenía entre sus manos y mantuvo una postura tensa el resto del servicio funerario. No tenía intenciones de quedarse a recibir los pésames de nadie. Ninguno de los presentes sentía realmente su pérdida y no le importaba lo que puedan decir de ella. Igual hablarían, siempre lo hicieron y lo que escuchó a continuación hizo que tome la decisión de marcharse lo más pronto posible.

—Es raro que no se haya casado todavía.

—Para sir Knight ningún pretendiente era digno.

—Ahora ya no necesita la aprobación de nadie.

—Charles no permitirá que le arrebaten la fortuna de su tío, estoy segura que por todos los medios la obligará a quedarse para vestir santos.

—Pobre, muchacha, encima su padre la ha malcriado tanto, sufrirá horrores ahora que no tiene quien la proteja.

«Viejas cotillas», pensó Honey y se enjugó las lágrimas con el pañuelo. Cansada del cuchicheo insolente, giró con lentitud su roja cabeza y dedicó una mirada fría a las mujeres.

Las dos chismosas ahogaron un suspiro e hicieron silencio de inmediato. Satisfecha con el resultado, Honey volvió la mirada hacia el púlpito para seguir escuchando las vacías palabras de su primo. Agachó la cabeza con resignación, si las leyes no fueran tan injustas con las mujeres, hubiese sido ella la que esté dando el discurso de despedida a su padre.

De pronto, comenzó a pensar que las mujeres tenían algo de razón. Si conseguìa casarse y engendrar un heredero solucionaría su actual situación y no tendría que someterse a su despreciable primo Charles. Sin embargo, tenía miedo, y siempre quiso casarse por amor. Su padre también quería que ella formara una familia amorosa, es por eso que nunca la presionó en lo que se refiere al compromiso. —En el amor y los negocios no es bueno apresurarse, las decisiones desesperadas nunca son fructuosas—, solìa decir sir Arthur.

El funeral finalizó, Honey miró cómo se alejaba el féretro, siguió el lento andar de los hombres que lo sostenían y cuando salieron de la capilla ella se escabulló. Su primo le había dicho que necesitaba que ella reciba a los invitados, pero la muchacha necesitaba estar sola. Se dirigió a la puerta trasera, desplegó su paraguas y se fue andando hasta el camposanto detrás de la iglesia. Se escondió tras unos arbustos cuando escuchò el traqueteo del coche negro que transportaba a Charles y su prometida hacia Knighthall.

Caminó lentamente sobre el lodoso camino rural, rumiando su pena, tal vez debería dejar de buscar a su caballero perfecto y resignarse a encontrar a un hombre al que no amaría, pero respetaría y hasta puede que lleguen a sentir cariño mutuo. 

Llegó hasta el límite de la propiedad familiar y se quedó mirando la larga fila de carruajes que avanzaban lentamente para dejar a sus ocupantes frente a la entrada principal donde eran recibidos por un mozo con una sombrilla que los acompañaba hasta la puerta para que no se mojen.

Torció el gesto, no quería participar de aquella reunión, le parecía una farsa impersonal. El sonido de un relegado carruaje la sorprendió. Era  negro y deslucido, nada parecido a los demás. Pasó a su lado con rapidez produciendo que la joven caiga sobre sus nalgas en un charco. El carruaje frenó y de él descendió un hombre cubierto con una capa negra con capucha. Con agilidad esquivó el barro y se acercó a Honey.

—Excusas, señorita. ¿Se hizo daño? —pregunto extendiendo la mano hacia la muchacha ofreciéndole ayuda.




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