Capítulo:2

Katsuki se encontraba tendido en su cama,
deslizando perezosamente el dedo por la pantalla de su celular. El aburrimiento lo consumía en su día libre hasta que su estómago rugió recordándole que no había comido nada.
"Tch, no tengo ganas de cocinar", murmuró para sí mismo mientras se levantaba.
Minutos después, entraba a un restaurante privado, uno de los pocos lugares donde podía comer en paz sin ser acosado por reporteros y fans. La mesera principal lo recibió y tomó su orden, pero estaba tan atareada que se la pasó a su compañera nueva.
"No lo arruines, ¿entendido? Es un cliente importante", le advirtió a la joven.
La nueva mesera, con manos temblorosas, recogió el plato que el chef había preparado. Su corazón latía con fuerza mientras se acercaba a la mesa. No muy lejos de su destino, su pie encontró un charco de agua que nadie había notado.
El tiempo pareció detenerse. El plato voló por los aires y aterrizó directamente sobre Katsuki, manchando su ropa.
"¡PERO QUÉ DEMONIOS!" rugió Katsuki, sus manos chisporroteando.
"¡Lo-lo siento mucho! ¡De verdad lo siento!" la mesera se inclinaba una y otra vez, tropezando con sus propias palabras. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos sin previo aviso.
Katsuki se detuvo en seco al ver las lágrimas. Su expresión cambió de furia a desconcierto.
"Oi, oi... ya... no llores", masculló incómodo, rascándose la nuca. "Solo... solo fue un accidente."
"Lo... lo siento tanto", susurró ella entre sollozos, sacando una servilleta de su delantal. "Si... si me permite, puedo traerle una nueva orden..."
"Está bien", respondió Katsuki, más calmado. "Solo trae la orden."
La mesera se retiró rápidamente, notando la mirada de su compañera que había presenciado todo. "Me van a despedir", pensó con amargura.
Minutos después regresó con la nueva orden, la dejó con otra profunda reverencia y se retiró.
Cuando volvió a limpiar la mesa veinte minutos después, Katsuki ya se había marchado. Sus ojos se abrieron con sorpresa al ver la generosa propina que había dejado. Una pequeña sonrisa melancólica se dibujó en sus labios mientras guardaba el dinero, convencida de que ese sería su último día en el restaurante.