Eclipse.

Caos.

Y nosotros, somos un completo caos.

Tu piel, siempre tan bronceada y cálida. La mía tan blanca y levemente fría.

Recuerdo cuando me dijiste; "Tal vez no tengas pulso ni sangre, por ello siempre estás helada".

Lentamente esbozo una sonrisa, mientras recuerdo todo lo que pasamos juntos.

Recuerdo tus ojos cristalinos y tus amargas lágrimas rodar por tus mejillas hasta caer en mi regazo, recuerdo tus vivas carcajadas y tus excitantes susurros en mi oreja.

Recuerdo tus manos recorriendo mi cuerpo, tocando mi alma y acunando mi rostro para luego sentir sus labios.

Labios que me decían que todo estaría bien. Mismos labios que luego gritaban mi partida o anunciaban la tuya.

Quién creería que nosotros seríamos así, tan fugaces, tan peligrosos.

Tan explosivos.

Quien diría que estaríamos peleándonos y amándonos, hasta luego separarnos.

Aunque al final, siempre volvíamos.

Sexo casual y besos a escondidas en los baños de los restaurantes. Todo, sólo contigo.

Trato violento, azotes, fuerza bruta, dentro y fuera de las sábanas. Peligroso.

La piel de mi pierna se vuelve rojiza al igual que tu mejilla, creo que nos hemos pasado de los límites ésta vez.

susurro un "te odio" pero no es suficiente, así que decido llorar. Y tú decides volver a desnudarme, a besarme.

Así solucionamos todo, ¿no?

Al final, nos hemos alejado. Ha pasado tanto tiempo, más del que hubiésemos creído capaz. Y no he visto tu rostro, pero así como la Luna se junta con el Sol, esperaré a que sea nuestro momento. Porque sé que volverás.

Y aunque no sea sano, volveremos a amarnos temporalmente.

Volveremos a consumirnos con pasión y odio, con amor y locura.



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En el texto hay: dolores, amor, amor adolescente

Editado: 02.07.2019

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