Eclipse de Mar

Capítulo 2: Sueños lúcidos

CAPÍTULO 2

SUEÑOS LÚCIDOS

Muchos años después…

 

Cualquiera diría que Elena lo tenía todo, una vida apacible que había sido muy generosa con ella, pues estaba rodeada de seres que la querían con honestidad y lealtad. Su familia era pequeña, sus tías Amelia y Josefina, quienes la habían criado, la adoraban. Su mejor amiga, Celeste, era el ejemplo de aquella hermana que nunca tuvo, cálida, compañera y jovial, siempre impulsándola a que siga sus ideales. Sin embargo, Elena no era feliz, ella guardaba un secreto que, desde hacía mucho tiempo, apresaba su corazón y la atormentaba.

¿Qué es lo que estoy haciendo? —Se cuestionó una noche noctámbula— ¿Por qué esta vida puede ser tan cruel y tan injusta? Y si es así… ¿De qué sirve tanto esfuerzo? ¿Con qué propósito continuamos hacia adelante? ¿De qué valen nuestros sueños y anhelos? —Interrogó a su mente, discutiendo con su propia voluntad.

—Jamás encontrarás las respuestas que necesitas —dijo una voz a sus espaldas— no tienes esperanza, y eso no puedo devolverte —afirmó.

— ¿Quién eres? ¿Por qué me persigues? Quiero que te apartes, ¡aléjate, aléjate! —Gritó Elena, su corazón aterrado latía con fuerza.

—Tú sabes quién soy…—respondió aquella voz— me conoces muy bien, siempre he estado aquí —sentenció.

La luna resplandecía en lo alto de un cielo cubierto por el destello plateado de mil estrellas, y entonces desde el océano distante, más allá de las mareas, y de un brumoso mar, se elevó sublime una silueta oscura, cuyo rostro no pudo adivinar. Parecía un ser fantasmagórico nacido de una tempestuosa pesadilla que se repetía una y otra vez. Durante cada noche, desde hacía ya varios meses, en los que Elena, había estado padeciendo de aquellos constantes martirios en los laberintos más profundos de sus sueños.

Ese rostro sin nombre la perseguía, y esa voz hacía eco en su alma, como si la hubiera escuchado antes, pero ella no sabía cuándo, ni cómo le estaba sucediendo todo esto.

Sara, su abuela, siempre le había dicho que ciertos dones vienen con grandes responsabilidades, y que algunos, incluso, traen algo aferrado con ellos, algo antiguo, que busca surgir, que anhela volver.

Elena, cuyo carácter era por demás metódico y estructurado, no creía en esas cosas, los asuntos místicos estaban fuera de sus temas de interés, ella prefería mantener su mente en hechos certeros, más que en las cuestiones etéreas del espíritu, como se figuraba que eran, pero estaba muy lejos de siquiera imaginar su verdadero significado.  Sin embargo, su abuela había sido muy insistente en sus estudios, le dijo que un día podrían servirle. Eso, fue muy cierto.

 




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