Eclipse de Mar

Capitulo 3: La luz del faro

CAPÍTULO 3

LA LUZ DEL FARO

 

Elena lo vio, y sus ojos se fundieron con aquella triste mirada de ese extraño que de vez en cuando, la observaba.

La ribera estaba en silencio, salvo por el susurro hipnótico de las olas de un mar sereno y azulino, iluminado por el suave destello crepuscular.

Casi todos los días, desde hacía unos meses, ella recorría las calles del valle, mezclándose entre la muchedumbre que recorría las tiendas y negocios del área turística más frecuentada de la isla de Morelia, y su objetivo no variaba, ella buscaba las blancas arenas de Playa del Sol, caminaba hasta casi la medianoche, intentando no dormir, tratando de evitar aquellos sueños raros y terroríficos.

Habían pasado días desde que Elena había reparado en su presencia. Él estaba allí, siempre con su vista hacia el océano a lo lejos, siempre inmóvil, y se quedaba así por un par de horas hasta que se marchaba cruzando la avenida que llevaba hacia el valle. Era imposible no percatarse de su existencia.

Así, fue creciendo en su corazón una indescriptible curiosidad por saber quién era aquel hombre melancólico que también contemplaba el mar como lo había estado haciendo ella, y aún más, desde que comenzó a sentir en su alma esa añoranza por un tiempo pasado y distante, más ella no había podido olvidarlo.

Entonces las preguntas fueron naciendo en su mente, ¿a quién buscará aquel desconocido en su tristeza?, ¿será que en su pecho late un dolor tan arraigado como el que ella escondía?, sintió que hablarle, tal vez, sería una buena elección, así podrían compartir sus tormentos, aunque ¿cómo hacerlo?, si no sabía quién era él, sería molesto, incluso, irrespetuoso el no dejarlo ser en su momento de soledad, el querer invadir su privacidad sin ninguna excusa podría ser inaceptable.

Sin embargo, Elena anhelaba contarle a alguien sobre su propia angustia. Y vio en aquel extraño una oportunidad de auxilio ante la tragedia que yacía persistente en su corazón.

Un nuevo amanecer se anunciaba luminoso sobre la isla, las calles del valle pronto se llenarían de gente y de los sonidos de las mañanas rutinarias.

En la librería se encontraban ya las enciclopedias nuevas, que habían llegado desde muy temprano, y apiladas aguardaban para ser catalogadas.

— ¿Acaso has visto al hombre que vaga por la playa todas las noches? —Preguntó Elena a Celeste, mientras aquella ordenaba los libros.

—Si te refieres al joven que viste de abrigo oscuro y que siempre camina por la playa en las tardes, sí, lo he visto, incluso he hablado con él —Elena la interrumpió— pero entonces lo conoces ¿por qué no me lo habías dicho?

—Es que es Mateo, mi hermano menor, el que no ves hace muchos años, estaba yendo a la universidad, pero hace unos meses hemos tenido muy poca comunicación con él, mis padres no lo saben, y no sé cómo se los diré, que él está así, como lo viste en estos últimos tiempos, me ha contado que está terminando su tesis, que lo tiene muy ocupado y que está haciendo unas investigaciones para la universidad, que por eso está estresado y que no duerme bien, pero pienso que esto ha ido para peor, y que hay algo que no quiere decirme, tal vez, sea necesario que vaya a un médico, es sólo que no sé qué haré si se entera mi familia, Mateo siempre ha sido muy estudioso y dedicado a su carrera de biólogo marino, su mayor deseo era recibirse, pero esto me está comenzando a asustar —le confesó ella, con temor en sus ojos.

—Imagino lo que sientes Celeste, y debo decirte que tenemos que dar con tu hermano pronto y aclarar lo que está sucediendo, no puede seguir de esta forma, he notado que está muy descuidado, ¿has visto su aspecto? Parece que ha salido de una institución mental, su rostro tan pálido y su mirada perdida, no entiendo cómo no le has ofrecido ayuda.

— ¡Pero si lo he hecho Elena! —Respondió Celeste, un poco indignada— pero Mateo no ha querido que nadie se le acerque, prefiere continuar con su trabajo en sus estudios y mantenerse como está ahora, esto me lo ha mencionado en varias ocasiones en las que lo he encontrado por la zona que rodea a la playa, algo oculta, ¿crees que no lo sé? Pero no me lo dirá, eso te lo aseguro, tendremos que espiarlo por las noches, ver hacia dónde va, qué es lo que está escondiendo y lo que lo aflige, confieso que mi hermano es misterioso, y creo que esto es preocupante, he averiguado por sus pocos amigos, que se ha separado de ellos, casi no lo ven, no asiste a las clases, y ni siquiera está viviendo en el departamento que mis padres le rentan cerca de la facultad.

—Entonces esto es de urgencia amiga, hay que hacer algo, hoy mismo, después del trabajo, iremos a buscarlo a su domicilio, y si es que es cierto que no se halla allí, vamos a insistir con vigilarlo en la playa, esta situación me inquieta —instó Elena con convicción.

—Lo haremos, de otro modo, puede que Mateo se vea envuelto en un lío del que no podamos sacarlo más adelante —concluyó Celeste, quien se notaba bastante alterada.

Ambas estuvieron nerviosas durante toda la jornada laboral de ese día, hasta que concluyeron sus labores y pudieron acudir en busca del joven.

El reloj de la catedral marcaba las nueve y media de la noche. Elena y Celeste estaban frente al edificio en donde vivía Mateo, sabían que esa tarde él tenía una clase en la facultad, y si es que hubo asistido, volvería a su residencia en prontitud.




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