Eclipse de Mar

Capítulo 4: Bastian

CAPÍTULO 4

BASTIAN

Algunos años antes…

 

El profesor Octavio Lara había comprado el faro poco después de que su esposa Carmen enfermara. Con él, había adquirido la cabaña lindante, que constaba de dos plantas, amplias habitaciones y varios balcones que daban con la hermosa vista hacia la playa y hacia parte del bosque, así como gran parte de los terrenos que delimitaban el área de la playa más concurrida de la isla, y conocida hasta el día de hoy, como Playa del Sol.

El hermoso predio verde, rodeado de los pinos autóctonos de la región, y de pequeñas cascadas que se sitiaban cercanas a las medianas colinas de la isla de Morelia, eran frecuentemente elogiados por fotógrafos internaciones que provenían de los continentes para apreciar la belleza y las aguas cristalinas que yacían sobre aquella tierra.

—Octavio, este ha sido el mejor obsequio que has podido darme en toda nuestra vida juntos, amo este faro y estos árboles de flores silvestres —dijo Carmen, en aquella mañana soleada de otoño, mientras su esposo preparaba café con tostadas y mantequilla para el desayuno de la familia.

—Sin dudas amor mío, este será nuestro hogar de ahora en adelante, hay que hacer algunas reparaciones en la cabaña, y conseguir el repuesto para la luz del faro, quiero ponerlo en marcha cuanto antes, aún más sabiendo que del otro lado de la isla se halla el único que funciona, pero estando tan alejado, es muy necesario que este comience a sondear las mareas nocturnas, todavía no comprendo cómo han podido estar sin él en esta área de la isla —le dijo, inmerso en pensamientos sobre la reconstrucción de su propiedad.

—Sin embargo, hay algo que me preocupa —continuó Carmen mientras bebía un sorbo de su taza de café—Bastian es pequeño, cumplirá pronto sus cinco años y deberá ir a la escuela, confieso que mis nervios están alterados pensando en el sólo hecho de que no encuentre amigos, no conoce a nadie, nosotros no sabemos casi nada de este lugar, ni mucho menos de sus habitantes —entonces, escuchándola con mucha atención, Octavio la interrumpió.

—Pero es precisamente por eso mismo, que debemos incentivar a nuestro Bastian para que comience sus estudios lo más pronto posible, estoy seguro de que hará amigos en su escuela, he visto a los niños de aquí, son tranquilos y amables, así que no te preocupes más mi amor, confía en mí —concluyó animado.

—Y está lo otro…—agregó Carmen, sus ojos reflejaron una mirada de profunda angustia— tendré que iniciar el tratamiento en el hospital en esta semana, ya he recibido una respuesta del grupo médico del doctor Omar Valenzuela, aquel me ha dicho que no debemos perder más tiempo, así que iremos este jueves —indicó ella, mostrándole una planilla de fechas para las que debía acudir junto a su esposo.

—Tampoco te preocupes por eso cariño, ya verás cómo pronto te repondrás —le dijo Octavio con convicción— el doctor Valenzuela es uno de los mejores, pero he estado investigando, ya te lo diré cuando sea el momento —sus miradas se cruzaron envueltas en el extraordinario amor que sentían el uno por el otro, ambos habían sido compañeros de estudio en la universidad Las Marinas, lejos de allí, en el continente, y en donde se enseñaban las temáticas de los océanos y sus seres vivos, y ahora también lo eran de vida. Octavio amaba a su esposa con una adoración por demás extrema y estaba dispuesto a hacer lo imposible por salvarla del atroz cáncer que la estaba consumiendo poco a poco.

—Octavio, cariño, espero no te hayas metido en algún problema, sé bien cómo eres, y lo que podrías hacer…eso me inquieta —dijo ella, y habiendo terminado el desayuno, se preparó para vestir a Bastian, mientras él saboreaba una galleta de miel y avena, ese día habría una feria en el pueblo, e irían con el niño para disfrutar de la tarde primaveral. El clima estaba ideal, veintidós grados, y con un suave sol que envolvía la isla de una tímida calidez.

Bastian era un niño alegre, sonriente y valiente, le gustaba jugar con su padre en el jardín que estaban levantando en la parte trasera del edificio del faro, y ayudar a su madre en la cocina con pequeños quehaceres domésticos, siempre estaba dispuesto a aprender y aunque era un tanto impaciente y algo rebelde en algunas ocasiones, trataba de obedecer a sus padres en lo que pudiera. Carmen, era una mujer sencilla, optimista y de marcada personalidad, de temperamento equilibrado y muy intuitiva, estudiosa y enfocada, ella simplemente buscaba lo mejor para su pequeña familia, y no anhelaba mucho más. Ambos, Octavio y su esposa se habían recibido con honores en la facultad de ciencias biológicas y marítimas, y ansiaban pasar sus vidas efectuando indagaciones y escribiendo en sus apuntes todo lo que les fuera de utilidad para futuros proyectos científicos. Ellos buscaban, en otras palabras, brindar un aporte al mundo, y ofrecer, así, un trozo de esperanza respecto de algunos temas que la ciencia llevaba siglos tratando de evidenciar.  En cambio, Octavio, aunque tenía muchas ideas y pensamientos en común con Carmen, era más bien, impulsivo, un tanto testarudo y bastante efusivo en sus emociones. Su destacada inteligencia y habilidades en el campo de su materia de estudio, rápidamente lo convirtieron en uno de los biólogos oceánicos más prestigiosos a nivel internacional y dentro de la isla. Antes de instalarse con su familia, había conseguido trabajo en la universidad, en la sección de investigaciones, y también realizaba las propias, en el faro, en su laboratorio, el cual había construido a base de mucho esfuerzo y voluntad.




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