Eclipse de Mar

Capítulo 6: El fin justifica los medios

CAPÍTULO 6

EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS

 

Bastian no volvió a hablar esa madrugada, por orden estricta de su padre, quien le había dicho que no podían decirle a su madre lo que había ocurrido, que eso había sido maravilloso, pero al mismo tiempo, podría asustarla. Entonces ambos guardaron silencio sobre lo ocurrido esa noche y decidieron contarle a Carmen una historia muy distinta, que el niño había tenido una pesadilla y que al despertarse confundido, había salido de la casa hacia el jardín, y de allí había caminado hasta la playa atraído por la luz de la luna y el suave movimiento de las olas.

Los días luego de aquel asombroso suceso, fueron pasando, luego las semanas, y finalmente, un mes, mientras Octavio se había puesto a investigar sobre criaturas marinas con poderes mágicos, sobre todo tipo de seres sobrenaturales del mundo de los océanos. Bastian, fiel a las indicaciones de su padre, comenzó a hablar lentamente, primero utilizando palabras sueltas, luego armando algunas oraciones simples y después pequeñas frases. Carmen, quien había iniciado su tratamiento, y a pesar de los días malos de la enfermedad, estaba tan feliz, que olvidaba la amargura de su dolencia. Aparte, y para una mayor dicha en la familia, Octavio les había obsequiado un presente inesperado, había adoptado a una cachorra mestiza de pelaje negro como la noche cuando no se pueden ver las estrellas, y la habían llamado Luna. Para Bastian, la llegada de aquella mascota, había sido uno de los acontecimientos más importantes de su corta vida.

—Hijo, escúchame bien, presta atención —dijo Octavio al niño, quien lo miraba emocionado— esta cachorra será tu compañera de juegos, ella será tu amiga, será quien te protegerá cuando mamá y yo no estemos cerca, por eso es que debes tú cuidarla también, pues ella a ti te verá siempre como su mundo, para los animales que habitan en una casa, nosotros somos todo lo que tienen, entonces debemos darles amor y cuidados cada día que seamos parte de sus vidas, sé que entiendes —finalizó.

—Claro pa, adoro a Luna, ella también es de nuestra familia—le respondió Bastian, sonriendo. Octavio estaba sorprendido de cuántas palabras ya alcanzaba a pronunciar y a comprender su pequeño hijo.

Tanto él como su esposa, le habían enseñado desde su temprana infancia, a respetar a los animales, y a los demás seres vivos, así que amaron a la cachorra como una integrante más de su hogar.

Entre los días en los que tenían que ir al hospital para hacerse los análisis y cumplir con el tratamiento del grupo médico del doctor Valenzuela, Carmen buscaba un momento, durante las noches para leerle cuentos a su niño, y para expresarle en cada ocasión, el infinito amor que sentía por él, mientras su padre preparaba la cena y hacía los quehaceres domésticos, dado que Carmen tenía menos fuerza para moverse, e incluso, para caminar. Su esposo veía que su amada se estaba dejando ir, que ella ya no luchaba, pero él no estaba dispuesto a dejar ir a la guerrera que sabía, existía en ella. Octavio ayudaba en la casa, como siempre lo había hecho, y ahora aún más, pero lo que él anhelaba era poder curar esa enfermedad que afectaba a su esposa, él ansiaba dar de nuevo con la “dama del agua”. Así que pensó en la mujer que había narrado esos cuentos estando en la feria, y creyó que ella sabía algo, que podría brindarle su asistencia. Puesto que aunque reconoció que había sido por medio del llamado de Bastian, que ella había aparecido esa noche, y que este le había comentado, no quería que su hijo se viera envuelto de nuevo en ese asunto.

Había transcurrido la semana de análisis médicos de Carmen, y los resultados no habían sido favorables.

—Me temo que no son las noticias esperadas —dijo el doctor Valenzuela a Octavio, apartándolo de su esposa— las dosis de los medicamentos no están siendo tan efectivas como lo hubiéramos querido, señor Lara, es mejor que se preparen y que Carmen regrese a casa para descansar y ser feliz en su hogar —apuntó con gran seriedad en su voz.

Don Octavio estaba enloqueciendo, “¡Esto no puede estar pasando!, Carmen se repondrá, no hay otra forma de ver este tormento”, se repetía en su mente. Entonces fue al municipio en donde se efectuaba la feria y contactó con el encargado, que tenía una lista con los nombres de las personas que habían participado en ella en la última ocasión. Allí encontró a los narradores de cuentos, y entre ellos a Ana Sara de Belmonte, la mujer que había estado presente y a la que debía hallar sin perder más tiempo.

El encargado de la feria dijo que no la conocía, y tampoco le quiso dar más información sobre ella, pero Octavio se las ingenió para leer la dirección de la casa en la hoja de papel que contenía la lista.

Una mañana muy temprano, desayunó con rapidez, y al notar que tanto Bastian como su esposa se hallaban todavía dormidos, bajó al pueblo, con el único propósito de encontrar a esa mujer, aprovechando la licencia de su trabajo por cuestiones de salud, tendría toda la semana para realizar sus investigaciones.

Entonces, sacó del bolsillo de su pantalón un diminuto trozo de papel en donde había anotado la dirección y se dispuso a dar con esa vivienda.

Al cabo de casi dos horas de caminar por las calles, dio con la residencia. Al llamar a la puerta, una señora lo recibió, llevaba los cabellos blancos recogidos en trenzas, como la recordaba, y un pañuelo sobre su cuello, aparte de una vestimenta deportiva cuyos colores hacían juego con el pañuelo.




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