Eclipse de Mar

Capítulo 7: Un secreto guardado entre las mareas

CAPÍTULO 7

UN SECRETO GUARDADO ENTRE LAS MAREAS

 

Las hijas del mar estaban dotadas de una belleza sin igual, y de una inteligencia que pondría a la sombra la de cualquier humano. Eran fuertes, sabias y obedientes a las normas de sus padres en los profundos océanos. A su vez, amaban danzar con las mareas y cantar a los marineros durante las travesías en las que se cruzaban con aquellos, su fin era proporcionarles ayuda, si estos la necesitaran. Había algo que las hacía todavía más divinas: ellas estaban atadas a una promesa, a un pacto con el ser aquejado que las llamara.

Nivia, de niña, solía bajar hacia la playa, y Marla sabía la razón, aunque trataba de ocultarlo de don Víctor, para que este no se asustara, pues su hija estaba recibiendo enseñanzas de un ser como ella.

La diosa de la Luna siempre protegía y vigilaba a sus sacerdotisas, quienes se ofrecían voluntariamente para instruirse bajo su tutela. La madre de Nivia había sido parte de su comunidad, así quiso que su hija lo fuera también, y a pesar de que se desconocía su paradero, la diosa sabía de la existencia de la niña y fue así que acudió a su encuentro.

Primeramente, apareciendo en sus sueños, para luego iniciar su educación en las artes de las alquimias antiguas de sus ancestros. Estas lecciones nocturnas con sus hermanas del mar, fue un secreto que Marla decidió guardar, pues ella había advertido que era posible que la niña algún día tuviera que dejar la isla para ir con la diosa, ya que, al fin y al cabo, Nivia no era humana, y su mundo pertenecía a un lugar muy lejano de allí.

Don Víctor nunca sospechó, y Marla creyó que era mejor de esa manera, para evitar ocasionarle un sufrimiento que sería muy injusto.

Cuando Nivia hubo cumplido los veinte años terrenales, en una noche oscura de invierno, bajó hacia las mareas. La anciana del pueblo la siguió, y descubrió que la diosa de la Luna le entregaba el último de sus dones. Una luz intensa la cubrió por completo, sus largos cabellos se volvieron blancos por un instante, y sus ojos cristalinos se tornaron del color del sol y del mar. Entonces, Marla supo que un ciclo se había cumplido, y que la joven estaba lista para su misión.

 




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