Eclipse de Mar

Capítulo 10: Nailah

CAPÍTULO 10

NAILAH

 

El doctor Lucas Martin quedó perplejo al mirar a la mujer que habían colocado sobre la camilla, a quien habían cubierto con unas mantas y mantenían atada.

—Pero, ¿cómo?...—Dijo cuestionando al capitán Bennett, sin poder creer lo que veía— ¿de dónde ha salido?

—Usted no se preocupe doctor, por favor, hágale las curaciones necesarias, tiene magulladuras en todo el cuerpo, la hemos hallado en altamar, eso es todo lo que puedo decirle por el momento —respondió aquel, sin vacilar.

—Muy bien capitán, pero debe saber que esto no me agrada, si no me da una explicación, tendré que guardar un informe sobre lo que aquí está sucediendo —alegó el doctor.

Las heridas eran profundas, pero habían dejado de sangrar, aún antes de que el doctor comenzara con las curaciones. La mayoría necesitaría suturas en cualquier otra circunstancia, pero no las que ella presentaba. Para el asombro de capitán y del médico del barco, la piel de esta criatura comenzó a sanar por sí misma, hasta que sus heridas se cerraron por completo, aunque ella permaneció inconsciente.

—No puedo hacer nada más capitán, usted ha visto cómo este ser ha curado su propio cuerpo…ahora dígame de qué se trata todo esto —le exigió, muy impresionado.

—Usted es un hombre de ciencia doctor, así que pienso que sabrá comprender lo que a continuación le voy a explicar —dijo Bennett, al tanto que se sentaba en una silla y tomaba aire para poder relatar con detalles sobre lo que él creía que era esa criatura— esto que ve aquí, no es, sin ninguna duda, una mujer, ni siquiera es un ser humano, es una “Nereida”, y por favor no me interrumpa —siguió, mientras el doctor lo miraba solemnemente— he atravesado los mares, muchos, tan inmensos, tan lejanos, he estado en todas las costas de las islas más remotas a lo largo de mi profesión, y puedo decirle que he visto innumerables sucesos que aterrarían a otros hombres, que los dejarían sin respiración, y que incluso, hubieran podido dejarlos con mentes atormentadas de por vida, y puedo decirle que yo he visto, a una de estas criaturas, cuando era muy joven, cuando recién me había embarcado en mi primer trabajo como marinero, cuando sabía poco sobre estos seres, no me aterró, sentí una gran curiosidad por descubrir más sobre ellas, por eso, y a lo largo de los años me he dedicado a buscarlas, cada vez con más deseos de volverlas a ver, y aquí está una de ellas, en su fase corpórea —prosiguió— son seres del mar, de sus profundidades, poseen unos dones sorprendentes, no son malignos, no causan daño, en todo caso, es lo opuesto, auxilian, pero por lo que puedo notar, a ella le ha pasado algo terrible, son muy fuertes, así que sólo uno de su igual podría provocarles semejantes heridas, aunque esto nunca lo supe con certeza, así que no puedo asegurar qué le ha ocurrido, sí que trataré de comunicarme, cuando vuelva a estar consciente…y las ataduras, sólo han sido por precaución, puesto que no ha aparecido sola, una niña, creo debe ser su cría, ha venido con ella, al principio se mostró agresiva, en el intento de protegerla —el doctor no dijo una palabra, sólo se dispuso a cambiarle las ropas, vistiéndola con un camisón de algodón para mantenerla cómoda, y cubriéndola con una manta, mientras aquella descansaba sobre la camilla. Ambos se quedaron a su lado, hasta que llegó el amanecer, vigilándola con cuidado y siendo muy pacientes.

La noche continuó oscura, con fuertes tormentas y muy fría. Con la primera puesta del sol, y habiendo podido dormir muy poco, Ward, Jones y Davies acudieron a la recámara del doctor, a solicitud del capitán.

—Señores, se ha hecho todo lo posible para que ella se sienta bien, aún está inconsciente, pero aguardaremos un tiempo más, no podemos informar a la tripulación sobre algo como esto, hay que ser muy cuidadosos —les dijo Bennett, al tanto que Evans entraba con el desayuno.

—Hice lo que me ordenó mi capitán, pero los marineros están inquietos, han notado su ausencia en el comedor en la madrugada, y han comenzado a preguntarse porque no les ha dado las encomiendas de este día, como suele hacer —le señaló, ofreciéndoles café con pan recién horneado.

—Debí haber ido como si este fuera cualquier día, pero resulta que no lo es señor Evans, y tenemos una larga jornada por delante, hay muchas cosas por organizar, ni siquiera sabemos cómo reaccionará al despertar o qué rumbo tomaremos de ahora en más.

Justo cuando el capitán terminó de decir aquellas palabras, ella comenzó a abrir los ojos muy lentamente.

— ¡Dios mío! —Dijo Davies, y permaneció en su asiento, colocando sus manos sobre la mesa en donde se habían dispuesto a desayunar, al tanto que sujetaba con fuerza su taza de café.

—No se muevan…—les indicó Bennett— dejemos que nos observe, ella debe saber que no somos una amenaza.

—Aquí está la niña…—dijo Jones, quien la había traído consigo, y quien estaba plácidamente dormida dentro de un cesto, puesto que el oficial de máquinas  la había arropado y cuidado todo el tiempo.

—Déjala en donde está, no se alteren…—volvió a insistir el capitán— mientras su contramaestre estaba muy callado.

De pronto, ella se movió y trató de sentarse, entonces, vio a la pequeña. En cuestión de segundos estuvo de pie, y al querer dar unos pasos hacia ella, Ward se interpuso, trató de sujetarla por los brazos, sin percatarse de la fuerza de aquel ser, y fue arrojado hacia el piso.




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