Eclipse de Mar

Capítulo 24: La rosa de los océanos

CAPÍTULO 24

LA ROSA DE LOS OCÉANOS

Transcurrieron unas dos horas y media hasta que al fin pudieron descender sobre la isla. La tormenta no había cesado, Elena miró hacia lo alto de las colinas que rodeaban el bosque, y observó un cielo gris cubierto de nubes oscuras, surcado por truenos y relámpagos que se entrelazaban como orlas plateadas de incandescente fulgor.

—Ya hemos llegado —dijo Marco dibujando una amplia sonrisa en su rostro moreno— ¡Bienvenidos a Kayah! —Exclamó, señalándoles el puerto en donde se levantaban unos postes que mostraban el nombre de la isla tallado sobre un fondo de madera.

—Pero… ¿acaso nos has traído por error? Marco…debíamos aterrizar en Alcalia… ¿qué has hecho? —Le cuestionó Augusto, muy sorprendido.

—Amigo…esto es Alcalia, conocida en nuestros días como la turística isla de Kayah, famosa por sus verdes praderas, por su frondosa selva y por las colinas de las cascadas…pero tienes razón, somos muy pocos los que conocemos su antiguo nombre…el dueño, un magnate noruego, se encargó de que se lo cambiaran para proteger al antiguo pueblo que habita en las montañas nevadas…—le respondió, señalándole las que se alzaban delante de ellos, muy alejadas del colorido pueblo que se había construido para los turistas, y el que tenía hoteles, restoranes, centros de diversión y de excursión a los lugares de acceso permitido.

—No tenía esa información amigo…pero debiste habérmelo dicho antes, nos causaste un enorme estrés —comentó Augusto, ya más calmado.

—No puedo creer que no logré deducirlo…es la única isla que se halla a una mediana distancia de Morelia, yo había leído sobre las montañas nevadas, sin embargo, no me lo imaginé…—dijo Elena, viendo hacia la entrada, que estaba desierta.

—No hay buques, ni otras avionetas… ¿por qué la isla está tan vacía? —Le preguntó Augusto a su amigo, quien se dirigía hacia el puerto.

—Es época de tormentas…por eso te dije que estaría así, aunque olvidé comentarte muchas cosas, me disculpo, ha sido una tremenda torpeza mía amigo, les cuento quelas excursiones no aceptan turistas en estos meses, y mucho menos se permite el acceso a la selva, además de que tendremos que ir a pie hacia las montañas, pues toda la zona que envuelve al bosque está protegida por los hombres del propietario, él siempre ha mantenido una constante vigilancia sobre el área que rodea al sendero que comunica con el antiguo pueblo, así que vamos a tener que ser muy cuidadosos y silenciosos…aparte de que no nos será nada fácil con esta tormenta —les aclaró— ¡Será una verdadera travesía! ¿Verdad? —Exclamó muy sonriente y con gran optimismo, lo que era característico de su habitual buen humor.

—Así es, y debo decir que no he visto el mapa con detenimiento, aquí está escrito, en un apartado, dice que ahora se llama isla de Kayah… ¡vaya! ¡Qué despistado he sido! Discúlpame Elena, si lo hubiera sabido, nos hubiéramos evitado toda esta confusión —le dijo, aunque ella estaba absorta contemplando las maravillosas vistas de la playa y de la isla, sin siquiera haberse molestado por ello.

—No te preocupes Augusto, sólo quiero ir al pueblo sin perder tiempo —instó ella, una vez que hubieron atravesado la entrada, y se encaminaron hacia la zona turística. Allí encontraron un par de posadas que seguían recibiendo a los visitantes, se hospedaron en una de ellas, en donde se les informó que por ser temporada baja, los restoranes y cafeterías estaban cerrados, así como todos los demás negocios de venta de diversos productos. Había una farmacia atendiendo, un pequeño almacén y una tienda de artesanías con unas pocas personas en su interior. La posada les ofrecía alimentos, bebidas, un servicio de taxi, para recorrer la isla, y la comodidad de sus cabañas.

El profesor se ocupó de los gastos y fueron a descansar por un breve momento antes de iniciar el trayecto hacia la selva. Más tarde se reunieron en la planta baja de la posada, en donde Marco les explicó que sólo los acompañaría hasta el límite de los árboles, en donde comenzaba a extenderse el bosque, y desde allí verían el sendero hacia el pueblo, a partir del cual tendrían que seguir solos.

—No se preocupen, unas personas los recibirán en las montañas, son conocidos míos, y hablan nuestra lengua…ellos los llevarán a salvo al viejo pueblo, busquen a Marla, es la anciana sabia, ella sabrá cómo ayudarlos…en lo que sea que están necesitando de ese lugar, les recomiendo hacer lo que tienen que hacer y después marcharse, esa gente es muy reservada y no les gustará que se queden por más tiempo del necesario —les advirtió Marco, cuyo rostro se mostraba serio por primera vez.

—Seguiremos tus instrucciones mi buen amigo…te estoy desde ya, muy agradecido…—le dijo el profesor, y fueron hacia la salida del pueblo turístico que conducía a una ruta hacia la selva, era la misma que utilizaban para realizar las excursiones, pero en cierto punto, ellos tomarían un desvío internándose en la densa arboleda.

Atravesar la selva con la tormenta sobre ellos fue difícil, aún más lo fue no ser vistos por los guardias que se ubicaban distribuidos en distintos sectores, pero más complicado fue avanzar una vez que hubieron llegado al inicio del bosque.

Un sorprendente cambio de escenografía se dibujó frente a ellos, una gran comunidad de pinos encumbrados se enfilaban a la par del sendero oscuro que los llevaría al pueblo antiguo. Tuvieron que encender sus linternas, pues no existía ni un indicio de luz en aquel valle. Dos hombres robustos con tupidos abrigos los estaban esperando y aunque hablaban su misma lengua, se manejaron con bastante dificultad. Marco les dijo unas palabras en un extraño dialecto, y entonces se despidió de Augusto y de Elena, regresando a la región turística, en donde los esperaría por no más de una semana, les indicó, para llevarlos de vuelta a su hogar.




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