Eclipse de Mar

Capítulo 25: El enfrentamiento con Atros

CAPÍTULO 25

EL ENFRENTAMIENTO CON ATROS

—Nivia, estoy aquí por ti…debes liberarte y hacer tu propia elección…no puedes seguir aferrada a mi familia…mi abuela rompió su promesa al llamarte, pero sé que ella, como Enrique desean verte libre, que puedas ayudar a otras personas, lo que decidas hacer de ahora en adelante…el eclipse de mar se acerca…será en pocas horas, hazte presente, tenemos que regresar a Atros a donde pertenece —exclamó Elena, esperando que Nivia, aunque estuviera débil, al fin se mostrara.

Luego de unos minutos, un viento invadió toda el área en donde ella estaba ubicada, y una densa neblina comenzó a cubrir la atmósfera. Elena supo que Atros la había encontrado, y era debido a que había traído el libro consigo, aunque se lo había entregado a Nailah, y ella lo devolvería a su antiguo refugio, lejos de esa montaña.

—Pude sentir ese libro maldito…así como siento la fragilidad de Nivia, su brusco despertar y el haber tenido que sanar una dolencia tan grave como la que se había apoderado del cuerpo de Mateo la debilitó todavía más…sí, yo sé todo lo que sucede a tu alrededor Elena…conozco incluso la vida de tus amigos…sé sobre tu familia y todo lo que han padecido a lo largo de los años…también sé que no pude hallar al libro cuando Nivia se enamoró de Enrique, ese muchacho en serio la amaba…tanto que me hizo imposible encontrarla…el amor…ese sentimiento que ustedes tienen, es lo que más detesto…—era sin dudas, Atros, quien pudo seguirla, así como Augusto, quien permanecía oculto detrás de unas rocas. Él se había alejado de Marla y de los hombres del pueblo que fueron con ellos. De ninguna manera iba a dejar que Elena estuviera sola.

—Elena, mi hermana de luz…no te he abandonado, no estoy fuerte…pero lo estaré, es tu valentía la que me ha traído hacia este lugar…—se oyó, entonces la niebla comenzó a disiparse, y un esplendor suave cubrió los muros de la caverna. Nivia estaba a su lado, la pudo ver…sus ojos traslúcidos la miraban, era muy parecida a Nailah.

—Nivia…si Atros escucha tu voz, te encontrará aquí…allí están las rosas de mar, ellas te devolverán la energía sagrada que necesitas —le dijo Elena. Pronto Nivia se deslizó dentro del cristalino estanque, y se acercó a las flores, estas la envolvieron y la elevaron por encima del agua, manteniéndola dentro de un capullo de luces brillantes.

El viento volvió y con él la niebla enturbió el aire, haciendo que fuera muy difícil poder respirar.

—Nivia estará así por un largo rato…tendrás tiempo suficiente para oír una historia…—le dijo Atros, con su voz desabrida, mientras la neblina envolvía su cuerpo y la aprisionaba contra el suelo.

Augusto, quien estaba viendo lo que ocurría, se mezcló entre la densa niebla, hasta que estuvo junto a Elena. Entonces la tomó de las manos, en silencio, pues sabía que no podía hacer mucho, pero al menos, le haría saber que permanecería a su lado.

—Elena…sé que puedes oírme, eres fuerte, recuérdalo…—fue todo lo que ella pudo escuchar de su voz. Atros la había inmovilizado, Nivia estaba alimentándose y había caído en una especie de letargo, era el momento de combatir con su propia fortaleza.

—Elena…sé a quién amas…y sé que él te ama, pero está muy lejos de ti, ha sufrido, tanto, que no podrías soportar el peso de su dolor…pero si no lo haces, me apoderaré de su alma y la arrastraré hacia los confines de los abismos…Nivia no puede ayudarte, así que no la llames…sería inútil…pero te tengo una propuesta… ¿aceptarías sentir todo el dolor de tu amado para salvarlo? ¿Aceptarías sostener toda la pena de tu familia sobre tus hombros? Si lo haces, me iré…—fueron sus palabras, la condena que Atros anhelaba que Elena padeciera.

—Sabía lo que harías…Nailah me lo dijo, sé que tú lo sabes…no voy a seguir tu juego, pero haz lo que desees, no voy a retroceder, esperaré a Nivia, ella te derrotará…y te regresará a las tinieblas de las que has huido…—le respondió Elena. Entonces, su cuerpo comenzó a estremecerse, Augusto trató de controlarla, pero era muy difícil.

Un frío helado recorrió sus venas, sintió su sangre congelarse, y de pronto, una aglomeración de recuerdos vinieron a su mente. Así, sintió la profunda tristeza que cargaba su abuela, por la muerte de su hija, de Isabel, sintió que ese dolor le quebraba la piel que cubría su corazón. Luego empezó a caer, cada vez más hondo, en una oscuridad que parecía no tener fondo, allí vio a sus bisabuelos, a don Antonio y a su abuela, que tenía el mismo nombre que su madre, absorbió su angustia, la desesperación de su bisabuelo por querer salvar a Enrique, la tortura de este último al saber que no podía amar a Nivia, porque él prefirió que ella eligiera su vida mística, alejada y a salvo de los hombres, en los océanos, junto a sus hermanas de luz.

Vio la ansiedad y la depresión de sus tías, quienes aunque lo habían negado siempre, admiraban a su madre, doña Sara, por haber aceptado su don y amaban a Isabel, su partida les había causado una eterna soledad y agonía.

Contempló a don Octavio y el tormento que nunca cesaba por la ausencia de su esposa Carmen, provocando en él una obsesión implacable y una culpa que no abandonaba a su alma, porque no pudo salvarla.

Sintió a Bastian, quien había presenciado la locura de su padre, y quien, sin poder entenderlo, había perdido a su madre sin poder cambiar su destino. Se estremeció al saber todo el sufrimiento que él llevaba sujeto a su ser, y la intensidad con la que sus emociones lo dominaban.

Se conmovió al ver incluso a Kat, quien seguía enamorada de Bastian aún sabiendo que él no la quería, aferrándose a sus recuerdos, sin poder apartarlos, habiendo preferido vivir de ellos y escapar de sí misma. Y advirtió, así, una escena a lo lejos, que se fue acercando, era Augusto, en su infancia, sentado en el patio de una casa vacía, gris, sombría. Vio a su padre, quien fallecía en un hospital, y a unas personas llevando al niño a un convento, entonces su profundo dolor la llevó a comprender que su don podía hacerla más fuerte de lo que nunca había sido, y que podía aprender a ver a las personas con más humanidad, empatía y serenidad.




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