Eclipse de Mar

Capítulo 26: Elena y Nivia, hermanas de la luz

CAPÍTULO 26

ELENA Y NIVIA, HERMANAS DE LA LUZ

Elena despertó y vio a Augusto a su lado, él le sonrió con ternura y se abrazaron. Sin percatarse, que habían transcurrido varias horas y que la luna roja comenzaba a desvanecerse. Pronto tendría lugar el inicio del eclipse de mar. Elena se levantó del suelo y caminó hacia Nivia, quien estaba frente a ella, su largo vestido blanco ondeaba danzando con la suave brisa que había invadido la cueva.

—Es tiempo de regresar a la aldea con Marla y con el resto de los habitantes del pueblo…—le dijo a Elena, abrazándola y sonriendo, luego de muchos años de no haber podido sentir una dicha tan entera en su corazón— he visto a Enrique, cuando estuve absorbiendo la energía de las rosas, y he podido hablar con él durante ese momento…su felicidad es absoluta, su paz es infinita, él posee más luz que nosotros en donde está, quiero que te quedes tranquila, ya no te tortures con el pasado de tu familia, pues tu tío abuelo te ama, te cuida desde un mundo inmensamente generoso y gentil, y todos allí están protegidos por esa luz que les ha devuelto la alegría a sus almas…ya no sienten ningún dolor ni pena alguna —le expresó, sus ojos brillaron como si hubiera contemplado el paraíso, y de hecho, su amor por Enrique la había llevado hasta allí en un fragmento de tiempo, para fortalecerla y hacerla saber que existe algo más allá de nuestra comprensión, que es nuestro verdadero hogar y aguarda por nosotros, y también para los que son especiales, como ella, que formaba parte de un mundo lleno de misterios bajo los océanos.

—Nivia, tus palabras me llenan de paz…y como tú, ahora me siento yo misma de nuevo, como si me hubiera hallado entre tantas penurias y desgracias, pudiendo volver a ver las cosas como son en realidad…gracias…debemos volver —asintió Elena, su rostro estaba relajado, advirtiendo que toda esa oscuridad había desaparecido.

—Entonces… ¿ha terminado? ¿A dónde ha ido Atros? —Les preguntó Augusto, aún afligido.

—No se preocupe más profesor —le dijo Nivia— yo que conozco la bondad de todos los seres al verlos, puedo asegurarle que Atros ya no volverá…existe, en las profundidades de los abismos seguirá reinando, pero ya no tiene poder sobre esta tierra, su corazón puede descansar de ese tormento…—le respondió, luego partieron hacia la aldea.

Marla la recibió con un abrazo que pareció eterno, su niña había vuelto. Nivia lloró y sonrió, alegrándose de que estaba al fin, en su hogar.

Así pudieron reencontrase, ya en el pueblo, con Nailah y con el doctor Lucas, que habían estado realizando unas oraciones sagradas para ayudar a su hija mientras aquella se enfrentaba con Atros. Ambas se fundieron en un largo abrazo y sus almas renacieron en el amor que ahora podían compartir juntas.

El doctor Lucas le contó a Nivia que estaban en familia, él se había unido a Nailah, quien luego de muchos años, volvió a enamorarse, y ese amor la había fortalecido.

De pronto, entre las celebraciones de bienvenida que los habitantes del pueblo les prepararon, entre sabrosos alimentos y regocijos, don Héctor fue llamado a la casa de Marla, en donde tras estar separado de su hija del corazón, por tanto tiempo, pudo volver a estar junto a ella. Nivia al tocar su mano, hizo que el anciano volviera a la misma edad que tenía cuando la había visto por primera vez en la playa. Entonces, rejuvenecido, pudo sentir que su alma vibraba bajo la misma luz que su bella hija le había devuelto con tanto cariño y ternura.

—Hija mía…el sol espera, debes elegir tu destino —le dijo Nailah sosteniendo sus manos.

El océano a lo lejos, reflejaba los destellos fluorescentes de un pronto amanecer. El cielo desplegaba las luces claras del alba, las mareas danzaban en mágica armonía. Así, habiendo subido a una colina que estaba muy cerca del pueblo, Nivia pudo contemplar el horizonte del mar, por donde un sol radiante se elevaba, cálido, majestuoso y sereno.

—Yo elijo quedarme…junto a mi pueblo, en este, que es mi hogar, mi tierra, mi luz brillará aquí como lo hizo en la lejanía de las aguas…—exclamó elevando una oración sagrada, viendo hacia el mar y sonriendo con una felicidad plena.

Nailah, quien era la única que podía ir con ella y estar presente en ese instante tan especial, la abrazó y entre lágrimas y risas, vieron hacia el cielo luminoso.

Estaban juntas, habían cumplido con los pactos, ambas. Elena y su familia habían cumplido, a su vez, con la promesa a ellas entregada. Nivia viviría un ciclo completo de vida humana, pero conservando sus dones sanadores. Elena estaba enlazada a ella, quien así lo quiso, ambas decidieron mantener su conexión por la eternidad de la que eran parte sus almas, lo que haría que sus habilidades se incrementaran con el tiempo.

En cuanto a Nailah y a Nivia, envueltas en la paz que tanto habían ansiado recuperar, y siendo tan fuertes como lo eran en su naturaleza, ayudarían a los aldeanos y a quienes las necesitaran.

Elena lloró, luego de mucho tiempo de no haber podido dejar ir todo lo que mantenía cautivo a su corazón. Augusto permaneció junto a ella y se despidieron, así, del pueblo antiguo de las montañas, dejando a sus amigos allí, pero sabiendo que nunca antes se habían sentido tan unidos a otros seres, y que ellos siempre los acompañarían.

 

 




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