Risas y susurros merodeaban el lugar. El aire gélido de enero rozaba mi piel mientras corría divertida en un especie de juego. El sol se reflejaba en el extenso lago de agua cristalina que yacía frente a mí.
––¿Dónde estás muñequita?–– gritaba una voz femenina.
––Te vamos a encontrar, Marie.–– la acompaño una voz gruesa.
Descanse mi espalda en la enorme roca mientras trataba de contener la risa, mi respiración estaba acelerada y en cada expulsión de aire se emanaba el vapor blanco debido a las bajas temperaturas. Froté mis manos que la adornaban unos guantes de algodón negros y asomé un poco para situar a mis buscadores.
––No puedes esconderte por mucho tiempo.–– grito divertida la mujer.
Esto se tornaba cada ves más divertido por la adrenalina de no ser atrapada, este era mi juego favorito, las famosas escondidas.
Pasaron segundos y varios minutos, solo se escuchaba las pequeñas olas del lago, la espera se estaba convirtiendo larga, tanto que el aburrimiento se hizo presente.
Salí de mi escondite mirando a mi alrededor, busque entre los árboles y rocas pero no había rastros de nadie, las densas nubes ocultaron el sol provocando que la temperatura bajará aún más.
––¿Mamá? Aquí estoy, me rindo.–– grité.–– ¡Esto ya no es divertido!
Varias pisadas se escucharon a mis espaldas, voltee de inmediato.
––¿Mamá?
Mi corazón galopaba a un ritmo desenfrenado, la sensación del miedo abarcó mi diminuto ser comprimiendo mi pecho y cosquilleando mis nervios. La pesadez en mi cuerpo me dificultaba moverme, los temblores inertes en mis extremidades eran evidentes. Esto ya no era divertido. Dudosa caminé dos pasos hacia adelante con mi sistema alerta y entonces…
Un gato salió de la nada provocando que brincará de un susto, por inercia retrocedí y mi cuerpo paro al sentir un cuerpo tras de mí.
––¡Te encontré!
Mis latidos se desbordaron al escuchar lo último porque… Esa no era mi madre.
No tuve tiempo para definir quién era, el jalón en mi pelo me obligó a tocar el suelo. Lágrimas descendían empapando mi vista. Lamentos y sollozos se oían a distancia, yo no lograba articular ninguna palabra.
Mi cuerpo se estremeció al sentir el impacto del agua helada recorrer mi cuerpo, era pequeña para tener un instinto de supervivencia y haberlo golpeado, salir de ahí me era un caso imposible y solo me resignaba a llorar mientras mi cuerpo se congelaba y temblaba. El dolor me abundaba y el miedo era su acompañante.
Cuando por fin pare y vi aquel rostro que me había dado un rayo de esperanza pero todo se desvaneció cuando sus comisuras se amoldaron a una sonrisa torcida.
––Pa-papá.
––Hasta nunca pequeña.
Hundió mi cabeza bajo el agua helada obstruyendo mi respiración, batallaba para salir pero mi cuerpo estaba entumido que no tenía la fuerza suficiente. Mis pulmones dejaban de funcionar, el frío se apoderaba de mi cuerpo obstruyendo mis sentidos, el dolor en mi pecho ardía, el agua navegaba mi interior mientras mis lamentos se transformaban en burbujas. Y entonces… Deje de sentir.
––¡Marie despierta!
Me levanté de golpe cuando sentí una mano sobre mi hombro, me costaba trabajo respirar y sentía como el sudor frío recorría mi cuerpo. Mi pecho subía y bajaba mientras trataba de controlar mi respiración, descanse mi mano en mi pecho y baje la cabeza tratando de esclarecer mi mente.
Malditas pesadillas.
Después de dos largos minutos levanté la vista encontrándome con Dulce con su cejas arrugadas de desconcierto.
Le sonreí angelical mente.
––Estabas gritando.–– habló.
––Supongo que son parte de las pesadillas ¿No?–– quité el edredón de mi cuerpo y me senté en el borde de mi cama.
––Estuve moviéndote y no despertabas.
––Bueno, tengo sueño profundo.–– contesté
––¡Te estabas ahogando, tú misma te estabas impidiendo respirar!
––Efectos secundarios de las pesa…
––¿Porqué mientes?
––Solo son pesadillas, abuela, no hay nada que preocuparse.–– respondí, anhelando que por una vez m creyera y evitarnos la misma discusión de siempre.
Claramente no fue así.
––Sabes que puedes hablar conmigo, de lo que sea yo...
––¡Que estoy bien! Solo son sueños, nada más.
––Sabes que no es así.
Sí, lo sabía, pero no quería tocar el tema con nadie.
––Estoy bien.–– repetí.
Se dedicó a observarme, sentía como si con ese simple acto pudiera ver a través de mí y supiera que era en lo que realidad sentía o pensaba.
Suspiró hondamente y dijo:
––Hicimos un acuerdo, Marie, solo espero que cumplas la parte del trato.
Mi cuerpo se heló ante sus palabras y un recuerdo atravesó mi mente.
¿Y si ya no quería cumplir esa parte?
Tal vez ya estaba cansada de ese contrato superficial, solo por un instante la idea de la "libertad" se adhería a mí, aunque tal vez eso sea peligroso.
––No quiero que acabes como tú padre.
Mi interior se paralizó cuando nombró aquel ser. Era suficiente para saber que mi capricho no se daría a más, y que tenía que ser conformista a mi cómoda vida, aburrida y monótona.
––De acuerdo.–– contesté.
Ella asintió levemente y se acercó hasta a mí, se posicionó en mi espalda y comenzó a desenredar mi cabellera.
––Sabes que todo lo hago por tu bien ¿Verdad?
No respondí, en este punto de mi vida eh estado muy confundida con varios ideales que tal vez Dulce tenga razón.
Alejarme de todo eso será por mi bien, aunque mi interior anhele querer saber todo de ello.
––Quisiera entender muchas cosas, Dulce.
––Tal vez no sea una buena idea.
––¿Y si lo intentará?
Sus manos se detuvieron y sentí como el ambiente se volvía pesado.
––Lo mejor sea que no lo hagas.–– respondió firme.
––Pero... Si hubiera la posibilidad.