Mini maratón 2/3
––No podemos hacer nada.–– oía una voz lejana.
––Lo sé.
La pesadez de mis ojos me impide abrirlos y en el primer intento que pude la claridad filtrada lastimo mi vista obligándome a parpadear varias veces hasta tener control de ella.
Mi cuerpo se siente exhausto e incluso mi mente se sentía cansada. Intente moverme pero el intenso dolor provocó un quejido y que me detuviera al instante. Rendida solo me dedique a observar mi alrededor y me detuve al ver la estantería pequeña de mi costado, sonreí amargamente al recordar el libro…
¡Mierda!
Por instinto me levanté rápidamente por lo que el dolor volvió a surgir y está vez en su máxima expresión, el ardor y pesadez se apoderó de mi abdomen provocando que gritara y dos lágrimas salieran, tomé un puño de sábanas estrujándolas mientras mi cuerpo temblaba y el sudor frío se apoderaba de el. Está vez era incontenible y no podía dejarlo por desapercibido. Uní fuerzas y me moví para sentarme desatando el dolor una vez más, sentía como mi cuerpo se afligía mientras yo trataba de controlar el llanto que estaba a nada de salir, mi piel estaba erizada y los escalofríos de apoderaban de mí interior.
Trataba de enfocarme en mi respiración para saciar lo que se apoderaba de mi cuerpo.
––¿Estás bien?–– la voz gruesa y severa se escuchó a tan solo a unos pasos.
No me inmute a ver para saber de quién se trataba, aún en el poco tiempo y a pesar de que para dirigirnos la palabra necesitábamos discutir su voz ya había quedado grabada en mi cabeza.
Vlad.
Voltee a mirarlo. Su cuerpo descansaba bajo el umbral de la puerta mientras no me quitaba su mirada esperando una respuesta.
––Si.–– mentí.
––No te creo.
––Nunca lo haces.
Bufó y camino hacia mi lo cual hizo que mis nervios se alterarán. Se posicionó frente impegmentando en el camino su aroma fresco y mentolado que inundaron mis fosas nasales al tenerlo cerca, se puso en cuclillas acechándome con su mirada y dejando así detallar aún más sus iris color caramelo con pigmentos verdosos que transmitían cierta confianza.
––Ni debería hacerlo.–– habló y agarró unas pastillas de una mesa de noche para después entregármelas. ––No cuando se que finges.
Un torbellino extraño inició en mi pecho.
––¿Dónde estoy?–– quise desviar la conversación, él debió notarlo porque sonrío amargamente.
––Y ahora evades también.
––No te debo explicaciones, Vlad.
––Entonces yo no te debo respuestas.–– se encogió de hombros.
Enarqué una ceja ante el estúpido juego que quiere hacer y que se, muy al fondo, que en cierta parte tiene razón lo cual me enfurece.
––¿Podrías ser un día amable y decirme dónde estoy?–– dije furiosa.
––Por supuesto que podría.–– esbozó una sonrisa lobuna regalando me una esperanza. Sabía que tenía un poco de empatía. ––Pero no quiero.
Toda esperanza se destruyó con tres palabras decayendo de nuevo en la intriga y desesperación de cada día. Aún cuando espero que al pasar los días las cosas serán para bien, el destino de nueva cuenta me abofetea de una manera atroz.
––Bueno, tendré que averiguarlo por mi misma entonces.–– mi incline para ponerme de pie pero de nuevo me doblegue ante el insistente dolor.
Me paralicé un instante ante el fuerte movimiento mientras esté actuaba lentamente.
––Te repito de nuevo, Marie ¿Estás bien?–– habló Vlad.
––¿Qué acaso no es evidente?–– respondí a malas.
––Lo se desde que entré por esa puerta, sólo quería confirmar lo mala mentirosa que eres.–– añadió con pesadez. ––Dos pastillas cada ochos horas para disminuir el dolor e inflamación.
Asentí atragantando mis palabras mientras el dolor desaparecía de una manera sumamente lenta.
––¿Qué paso, porque duele tanto?–– me quejé al borde del llanto.
––¿No lo recuerdas?–– dijo incrédulo.
––¿Qué debería recordar?
Su mirada enfocó a la nada mientras la duda se marcaba en sus pronunciadas cejas. De nuevo mi mente había jugado en mi contra ¿cómo podía pasar eso?
Tome ambas pastillas y las pase acompañadas con agua de la botella a mi costado. Quedé estática mientras esperaba el efecto de estás. Los recuerdos de la noche anterior aparecieron fugazmente en mi memoria, recuerdo de Sam y Nate hablando conmigo, cuando Vlad se enojo y el dolor de cabeza insistente que fulminó mi memoria, después todo es confuso y dudoso.
––¿Porqué, Marie?–– la voz de Vlad me saco de mis pensamientos.
––¿Qué?–– un escalofrío me recorrió al toparme con sus ojos y un destello inusual en ellos, un destello indescifrable.
––¿Porqué lo haces? Acaso no…
––¡Marie, Dios mío! Pensé que nunca despertarlas.–– cuando apenas pude voltear Sam ya se había acercado hasta mi abrazándome cosa que hizo que mi cuerpo se tensara. ––Estaba muy preocupado.
Y de pronto ¡Me besó! Tuve el impulsó de retroceder cuando sus labios se pegaron a los míos en un casto beso, me sentí sumamente incómoda en este preciso momento.
QUE. MIERDA. LE. PASA.
Inmediatamente Vlad se paro evadiendo la curiosa escena, debe ser incómodo ver estás muestras en público pero es más cuando eres tú la protagonista, y aún peor, ¡Cuando todo esto es una mentira!
––¿Cómo te sientes, cariño? ¿Mejor?–– insistió Sam.
Vale, no entendía ni una mierda.
––Y-yo creo que...
De nuevo sus brazos me rodearon mientras repartía besos en mis mejillas como un meloso. ¡Dios, quítenmelo ya!
Como si mis súplicas fueran escuchadas Vlad tomo a Sam de los brazos alejándolo de mi y posicionándolo a su costado.
––La vas a lastimar.–– dijo.
Una sonrisa apenada surgió del rizado. ––Lo lamento.
Mi vista pasaba de uno al otro mientras contenía una risa hacia la curiosa escena. ¿Cómo dos polos opuestos son tan atrayentes de una u otra manera?
Por un lado estaba Sam, a pesar de ser un joven con mente infantil y hormonal no evitaba que fuera atractivo. Su tez morena al igual que la melliza, es delgado pero con aire atlético, sus chinos despeinados le dan protagonismo a sus ojos rasgados y su cara que siempre es portadora de una amplia sonrisa. Alguna vez me e preguntado si no le dolerá sus comisuras por ello.