Mini maratón 3/3
El ruido del motor desapareció cuando Nate giro la llave del Corvette negro en el que me había traído. Le rogué que me dejara una cuadra antes para que Dulce no sospechara que me había quedado en su casa y empezará a especular cosas inciertas. El silencio sepulcral se volvió denso e incómodo ante la insípida idea de tocar el tema de »¿Qué mierda pasó ayer?« Ya hasta me causa pánico saberlo, no sabía que tanto había sido cierto o si realmente había pasado y me aterraba aún más buscar la verdad porque desde que esa palabra cruza mi mente no me a traído más que delirios y consecuencias como la de hoy.
Tal vez lo mejor es quedarme con la duda y desechar la idea de averiguar las cosas aunque mi otra parte insistente taladre mi mente y me impulse a seguir con ello, aún sabiendo que tal vez sea una mala idea.
Nate carraspeó su garganta trayéndome de nuevo a la realidad.
––Marie, antes de que bajes me tengo que asegurar si estás bien.
––Lo estoy.–– respondí dando un leve asentimiento.
Dispuesta a salir tomé la puerta de copiloto pero la mano de Nate sobre mi hombro me detuvo.
––Yo… No quería decírtelo de esta manera pero creo que tienes que saberlo aún así.–– dijo con un tono de preocupación. ––¿Haz pensado en acudir a un psiquiatra?
Mi corazón sobresaltó al escucharlo mientras mis ojos se expandían impresionados por su cuestionamiento.
––¿Qu-qué?
––No se que demonios te pasó ayer pero me has sacado el susto de mi vida.
Mi corazón empezó a galopear y me sentí completamente estúpida por no tener si quiera un gramo de conciencia o por lo menos un borroso recuerdo.
No tenía nada.
––Y-yo no recuerdo nada.–– dije en un hilo de voz mirando hacia enfrente.
––Marie, no creo que sea normal lo que pasó ayer.–– metió su mano dentro de su bolsillo sacando de el una tarjeta la cual le entregó. ––Es el más cercano de la ciudad, es accesi…
––¡Yo no estoy loca!–– exclamé aventandole la tarjeta.
Mi pecho se calentaba y furiosa salí del coche dando un portazo. El vidrio de la ventana bajaba mientras el gritaba una y otra vez mi nombre el cual ignoraba. Caminaba aceleradamente ignorando que detrás él me perseguía, y aún tenía el valor de decirme que era por mi bien.
Cínico, sinvergüenza.
El enojo se acumulaba aún más cuando sentía su cercanía y que por un momento se me cruzaba la idea de que tal vez sea cierto, que estaba alucinando y que tenía que ser tratada, que todo lo que sentía y veía eran productos de mi imaginación pero había algo dentro de mi que insistía en desaparecer esas ideas que me carcomían.
¿Porqué tendría sentido ver sombras y susurros? Si yo misma me e implementado que nada de eso existe, que siempre hay una teoría lógica y que lo más probable es que mi mente haya jugado conmigo.
¿Pero porque me aterra saber qué tal vez no sea cierto?
––Marie, por favor detente.–– reprendió exhausto tomándome por los hombros y posicionándose frente a mi.
––No me interesa saber nada de un psiquiátrico, Nate. Así que gracias y ándate a la mierda.–– las palabras fluyeron solas y en un intento fallido quise pasar por su costado.
––No quise ofenderte, pero debes cuestionarte que tal vez tenga razón.
La sangre empezaba a hervirme y controlaba la idea de quererlo abofetear en este instante.
––Solo considéralo, Marie.–– insistió. ––También necesito que me prometes algo.
––¿Y cómo porque debería hacerlo?–– dije a la defensiva.
––Solo espero entiendas que todo lo que hago tiene un porque, y en este caso es Vlad.
Algo en mi interior se removió cuando hablo del pelinegro gruñón.
––Por si no te has dado cuenta él y yo con trabajo hablamos.
_–Es por esa misma razón. –– dijo manteniendo su cara de preocupación. ––No quiero que te acerques a él, ni siquiera a hablarle.
Mi corazón se oprimió ante su súplica y la decepción se adhirió en mi pecho. Mentiría que sus palabras no me hirieron, y no por el hecho de quererme alejar de Vlad al cual ni siquiera soportó. No, no, no.
Nunca fui buena socializando, tal vez porque no tengo algo sobresaliente por lo cual alguien quisiera acercarse a mi, soy una simple y común mortal. Tal vez no tenga el cuerpo ideal porque mi peso es un poco bajo y mis atributos no sean muy reveladores, ni tampoco tenga un pelo sedoso y atractivo como el que le envidian a Susan, tampoco es que tenga una gran personalidad ya que muchos huyen de mi ante mis ataques de locura que manifiesto cuando estoy en confianza. Puede que no sea muy relevante en algunos –o en ningún sentido.– pero en ocasiones me e preguntado si realmente soy alguien que valga la pena conocer, más allá del amor, tal vez una amistad sincera. Y no es que me quejé de Susan y Nath, para nada, ellas han sido un pilar en mi vida, pero ellas viven rodeada de gente que las aprecia y admira mientras yo soy la amiga de o la compañera de…
Nunca soy Marie, algunas ni su inmutan a decir solo que soy la pelinegra del grupo.
––No te apures, ni siquiera tenía la intención.
Dicho esto me safe de su agarré pasando por su costado y tratando de eliminar todo estrago de lastima por mi misma.
Maldito Nate y sus estúpidos comentarios.
Maldito Sam y sus estúpidas mentiras.
Maldito Vlad y su estúpida indiferencia.
Maldita yo por dejar que eso me afecte.
Con la sangre aun caliente abrí la puerta principal y la cerré con fuerza haciendo eco de ella. Dispuesta a subir a mi habitación corrí hacia las escaleras pero mi alma abandono mi ser cuando mire hacia arriba topándome con Dulce que me miraba enojada No, no, no. Furiosa y con una bestia a punto de salir.
Todos mis sentimientos se desboronaron y solo cruzaba por miente desaparecer de la faz de la tierra. Estaba aterrada y lo que le sigue, Dulce nunca se enojaba y cuando lo hacía…
¡Dios mío, ten piedad de mi!
––Se puede saber ¿¡Dónde carajos estabas!?