Marie.
Mi mejilla descansaba en la espalda de Vlad y mis brazos rodeaban su cintura, el ruido del motor de la moto al acelerar provocaba que forjará mi agarre en él mientas el aire frío de la noche rozaba mi cara.
Estaba tan cansada, me sentía tan débil que tenía miedo de cualquier momento caer. Pero a pesar de todo ello, no quería aún volver a casa y refugiarme ante la mentira. Quería ser libre de alguna u otra manera, ya no tenía sentido seguir viviendo así.
Hace tanto tiempo no me sentía de esta manera, había olvidado por un instante quién era, había olvidado los recuerdos a los que antes aferraba, había olvidado lo feliz que era, había olvidado todo por completo para refugiarme en una estúpida mentira a la que fui sometida.
Sentía como se encogía mi pecho cada que una y otra vez se reproducían imágenes de aquel día.
Ya no era tan fuerte, quería ser de nuevo la niña cobarde que se escondía en una vida falsa pero ya no podía.
Lo había dejado claro.
El ruido de la moto comenzó a disminuir al igual que la velocidad, levanté el rostro desconcertada cuando paramos lejos del pueblo en el bosque de Vallejo.
––¿Qué hacemos aquí?–– pregunté desconcertada.
Vlad no respondió, solo bajo del vehículo dejando un vacío frío. No había notado las bajas temperaturas, ni siquiera recordaba que tenía un vestido y que mi cuerpo exigía calor ahora mismo.
Me abracé a mi misma después de bajar de la moto y frote mis brazos.
––¿Vlad?–– insistí.
––¿Alguna ves has hecho algo que sabes que está mal pero aún así lo haces?–– pregunto aún dándome la espalda.
––Si.–– respondí mientras me acercaba a él.
––¿Qué?–– volvió a preguntar y giro su rostro hasta que pude ver el rabillo de su ojo.
Me detuve y guarde silencio un momento, suspiré y dije:
––Cuando era niña teníamos una familia vecina, ellos tenían una mascota, un gato llamado Dobby. Para serte sincera nunca me han gustado los gatos, en realidad les tengo pánico desde que tengo memoria y para mí mala suerte Dobby estaba obsesionado con mi casa; siempre me veías gritando cuando lo veía de sorpresa paseándose por cada rincón de la casa.–– sonreí nostálgica y seguí: –– Pasaron los meses y ya me había acostumbrado a su presencia, incluso su maullido era reconfortante y lo supe cuando de un día para otro este dejo de ir.
»El primer día lo había pasado por desapercibido aunque me era extraño, el gato siempre venía por una dosis de leche que le dejábamos afuera de nuestra casa; no se paseaba por el jardín ni se escabullía por la ventana por bastantes días que ya me estaba preocupando. Fue hasta que en una noche, en medio de una pesadilla escuché su maullido pero este había sido desgarrador, tanto que se me erizo la piel. Había tenido mucha preocupación por un gato al que le temía, pero aún así me pare corriendo hacia la ventana pensando que lo vería pero no fue así. Tuve una extraña sensación al ver la luz del patio trasero del vecino prendida, juro que iba a salir pero no lo hice, y no sabes cuánto me arrepiento.
Vlad frunció su ceño y dio vuelta hasta quedar frente a mí, sus ojos sumamente fijados provocaron un cosquilleo en mi estómago.
––¿Porqué? ¿Porqué te arrepentiste?–– dijo confuso.
El solo recuerdo hizo que se formará un nudo en mi garganta, era como volver a vivir aquel día y eso me hacía sentir el mismo coraje, impotencia y culpabilidad.
––Porque al día siguiente la duda no me dejaba en paz y sin seguirlo pensando me brinqué la barda trasera de su casa, aunque sabía que estaba mal sentía que tenía que hacerlo y cuando ví…–– encaje mis uñas en la palma de mi mano. ––Dobby estaba amarrado del cuello, mientras me iba acercando más horrible era la imagen ante mi, el gato sangraba de su cabeza, tenía varias zonas sin pelo y le sangraban también. El ni siquiera se había dado cuenta que estaba ahí, estaba ocupado tratando de respirar. Tomé al gato y salí con el, lo lleve a casa pero ¿Qué iba a hacer una niña de 12 años? Ojalá hubiera podido haber hecho algo más, pero no pude, el gato murió mientras limpiaba sus heridas.–– no pude evitar que las lágrimas descendieran, no sabía cómo alguien podía ser tan cruel como para hacerle daño a un animal y más como ellos lo hicieron. ––Es que si tan solo…
––No, ni siquiera lo insinúes.–– interrumpió Vlad mientras se acercaba a paso seguro.
––¿Tú qué hubieras hecho? Si en tus manos hubiera dependido su vida, si en tus manos hubiera muerto sabiendo que una noche anterior pudiste hacer algo ¿Estarías tranquilo?
Y entonces se paro a varios centímetros de mí, sus facciones endurecidas, su mirada sombría mientras me miraba fijamente. Me hacía sentir diminuta, y no solo por su estatura.
––En ocasiones no podemos hacer nada, Mar.
––Pero yo pude haberlo hecho y no lo hice.
––No fue tu culpa.
––Eso no me quitará ese peso de encima.–– baje la mirada apenada por el recorrido húmedo de las lágrimas.
Todo mi ser se paralizó cuando sentí su mano fría sobre mi mentón, con un movimiento suave alzó mi rostro obligándome a mirarlo. No sabía porque mis latidos comenzaron a martillar mi pecho, porque en este momento sentía como si me cortaran las respiración, porque incluso sentía mis piernas flaquear.
––Hay hechos que aún cuando quisiéramos cambiarlos, no se puede. Es la ley del destino.
––El destino es cruel.
Su mano subió hasta mi mejilla, limpio con un gesto suave mis lágrimas, cosa que provocó que mi piel se erizara. Cerré los ojos cuando su mano se amoldó a ella, se sentía tan bien, como una burbuja llena de paz.
––Lo es, Marie.
No supe descifrar su tono de voz, ni lo que me proyectaba su mirada al abrir los ojos. Me había quedado embobada en el silencio del bosque, batallando con las mil emociones que surgían dentro de mí. Me hormigueaban mis manos por la intensidad de querer tocarlo, la saliva era cada vez más densa que se me dificultaba pasarla, mi estómago era zona de batalla por las extrañas sensaciones navegando en él. Todo en mi interior se volvió un caos cuando bajo su mirada a mis labios y posteriormente humedeció los suyos, por inercia hice lo mismo obligándome a tener el control de mis nervios y fracasando en el intento.