Vlad.
Sentía esa retortijón en el pecho que me incomodaba a cada segundo que incrementaba. Desde que llegué a casa he tenido que forzar a mi mente en pensar en otras cosas pero fallaba en cada intento porque el nombre de Marie insistía en mi cabeza.
¿Y cómo olvidarla? ¿Cómo tendría el valor de borrar tan rápido aquel beso?
La suavidad de sus labios habían quedado gravados sobre los míos, sus pequeños y sutiles movimientos bajo un beso necesitado fueron suficientes para querer más de ella.
Sabía que estaba cometiendo el error más fatal de toda mi maldita vida y, lo peor, es que no me estaba arrepintiendo en lo absoluto.
Tuve que contener las ganas de cagarla más al guardar mis palabras acerca de muchas cosas que quisiera advertirle, aún cuando muy dentro de mí sabía que ella se lo merecía por lo menos. Pero hacer eso era cavar mi propia tumba, o aún peor, vivir el resto de mis días bajo una condena dolorosa.
Yo tenía una simple misión en Vallejo y en este momento no me sentía capaz de cumplirla.
Nate entró a mi habitación sin previo aviso logrando sacarme de mis pensamientos. Tenía su ceño fruncido, sus facciones endurecidas, se veía sumamente tenso y enojado mientras me observaba como si quisiera aniquilarme.
––¿Pasa algo?–– pregunté removiéndome de la cama.
––¡¿Qué demonios hiciste?!
––¿De qué mierda hablas?
––¡Hay un maldito fallo!–– exclamó mientras tallaba su rostro.–– El orden ha sido alterado.
Me incorpore de pie inmediatamente asimilando cada una de sus palabras. Esto no está pasando…
––Eso no es posible.
––¡Se supone que no! Pero ella alteró todo de nuevo y no sé cómo demonios lo hace.
Nate se veía sumamente preocupado, y no era para menos, hace mucho tiempo las fallas en el destino no tenían el suficiente poder para cambiar el rumbo de este. La falla en el destino podría ser lo más catastrófico y difícil de remediar por sus irremediables consecuencias; han pasado diez años desde el último que se presentó causando alteraciones catastróficas e iniciando la leyenda de la tanto tememos que se cumpla:
El comienzo de la era oscura.
––¿Cuál es la magnitud?–– pregunté mientras le observaba.
En ese momento se detuvo y me miró fijamente con la severidad que tanto le caracteriza, sabía que no era algo bueno y lo confirmé cuando respondió:
––Dimensión roja.
Por impulso apreté mis puños fuertemente analizando lo que acababa de decir.
––¿Y las consecuencias?¿Quiénes irrumpieron?
Por un pequeño instante Nate desvío la mirada a otro punto y de nuevo me observo, fruncí mi ceño en cuanto supe que estaba ocultándome algo y él pareció haberse dado cuenta.
––Tienes que prometerme algo antes, Vladimir.
Mi cuerpo se tensó al oír mi nombre con tanta fluidez, él sabe que lo detesto pero sé que solo lo usaría si hablará de algo serio, y eso era lo desconcertante.
Había entendido hace tiempo sus advertencias en contra de Marie, sabía que no le causaba nada de gracia que ella se me acercará en ningún ámbito, quiso remediar el error al haberla traído a casa pero con el paso de los días fue imposible, su poder había avanzado de una manera impresionante.
––Sin rodeos, Nate.
Su silencio era inquietante para mí que no tengo ni un poco de paciencia.
––Quiero que te alejes de Marie.
––¿Y porqué habría de hacerlo?
––Sabes que nos puede perjudicar.–– dijo pero sabía que no era lo único, había algo más.
––Ella es nuestro objetivo.
––Mi objetivo.–– agregó confiado. ––Y ya no quiero que interfieras.
Mi sangre se calentó al instante de que terminó.
––Eso va a ser imposible, Nate.–– respondí.
Tuve que morderme la lengua para decir que todo lo que tuviera que ver con ella tendría que ver conmigo, porque ya me era imposible dejarla a su suerte, ahora mi único objetivo era protegerla contra quién sea.
––Jacob también rompió el código, recuerda lo que le pasó.–– Su sola mención hizo que todo mi interior se sacudiera como si de un golpe se tratará. Su recuerdo era el más doloroso e imposible de olvidar.–– No quiero perder a alguien de nuevo, promételo Vladimir.
No puedo.
Asentí mintiendo como un miserable.
––¿Dónde están?
––En su casa.
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No era justo para alguien pelear una guerra en la que ni siquiera sabía que era participe.
No sé podía condenar a alguien de esa forma.
El destino era cruel, pero nosotros éramos peores a el.
En el momento en el que llegué al césped de su casa brinqué de la motocicleta y está cayo provocando un golpe sordo. No dude en correr hacia su puerta, me había olvidado de toda educación y modales en cuanto salí eufórico de mi hogar. Toque fuertemente la madera mientras gritaba su nombre pero me di cuenta que jamás me oiría.
El olor a azufre apenas era notable, sentí como mi mente me comenzaba a dar vueltas y mi piel comenzaba a picar.
La dimensión roja era una de las más poderosas y horribles, entrar a ella era aceptar el dolor, la inquietud, la ira, la tristeza y la impotencia. Ahí son mandados aquellos que no saldaron alguna deuda del destino, que no cumplieron una promesa importante o los que optaron sacrificarse en alguna circunstancia.
Lo extraño era que no había ninguna razón para que esa dimensión se abriera. Temía por la integridad de Marie.
La preocupación cada segundo era más grande, por lo que tuve que actuar por impulso.
Retrocedí uno pasos de la puerta para después correr hacia ella y golpearla fuertemente con mi brazo logrando mi objetivo de abrirla. Si creí por un momento que ella estaría bien, cometí un error.
El panorama dentro de la casa era desastroso, los muebles estaban volteados, las paredes agrietadas y varias cosas tiradas por el suelo. Estaba entrando en desesperación en cuanto más observaba la casa y no tener rastro de Marie. Entré sigilosamente y alerta, tomé uno de los jarrones que seguían intactos en caso de que fuera necesario, porque solamente había entrado una vez a ese lugar y lo recordado no era muy alentador.